#Mirada Zoom

La Agencia Zoom nos trae este mes el exclusivo trabajo realizado por Ignacio Evangelista, que se recorrió media Europa para fotografiar el estado actual de las fronteras del Espacio Schengen. Fue precisamente en esta localidad de Luxemburgo donde en 1985 los muchos estados europeos firmaron eliminar los controles fronterizos, permitiendo la libre circulación de individuos y mercancías. Tras la crisis de los refugiados, algunas de estas fronteras están a punto de volver a cerrarse. Texto y fotos del propio Ignacio Evengelista.

 

“Tenía sólo 5 años cuando atravesó la primera frontera, la de Francia y Suiza, y le asombró no ver la línea roja y lila que en los mapas, tan atentamente escrutados y que fueron su primer juego, marcaba el límite entre ambos países”.

Enrique Vila-Matas: “Historia abreviada de la literatura portátil”

 

Todo empezó en mi niñez. De niño me fascinaban los mapas. Me recuerdo a mí mismo en la casa de mis padres, observando atentamente el viejo atlas que tenían.

Cuando miras un mapa o una bola del mundo puedes sentir que eres una especie de Dios, puedes viajar por todo el mundo con tu imaginación, sobre todo con la imaginación de un niño. Y me recuerdo muy intrigado por las fronteras: esas finas líneas negras cruzando y dividiendo todos esos países de diversos colorines. Yo me preguntaba por qué en algunas zonas como Europa, las líneas fronterizas eran tan retorcidas, complicadas y con formas extrañas y sin embargo en otras zonas, como África o dentro de Estados Unidos, las líneas eran tan rectas y simétricas. En aquel momento, siendo un niño y con mi forma de pensar naif, mi conclusión fue que los africanos eran mucho más inteligentes que los europeos ya que habían establecido fronteras mucho más sencillas y lógicas. Por supuesto, entonces no sabía nada sobre colonialismo.

La primera vez que atravesé una frontera, fue durante un viaje escolar en autobús y cruzamos la frontera entre España y Francia. Yo estaba muy nervioso y me preguntaba si el aire olería diferente o si sentiría algo especial al pisar el asfalto francés. Por supuesto nada de eso sucedió. Tuvimos que detenernos en la frontera y un policía muy serio subió al autobús observándonos a todos y a nuestros pasaportes con mirada inquisidora. Nuestros padres nos habían dado un dinero diferente (francos franceses), los billetes eran muy bonitos, pero era bastante complicado calcular el cambio a las pesetas españolas.

Años más tarde, otra fascinación entró en mi vida: la fotografía. En mi trabajo personal como fotógrafo siempre me han atraído los espacios abandonados, siento que tienen mucha aura y atmósfera y que se puede percibir el paso del tiempo al estar en esos lugares. También estoy muy interesado en lugares o situaciones donde algo parece no estar en el lugar correcto (lugar físico o temporal). Así que, en algún momento, estas dos fascinaciones se juntaron en la serie fotográfica ‘Fronteras’, que muestra antiguos pasos fronterizos fuera de servicio, entre diferentes estados europeos.

Estos lugares que, anteriormente al tratado de Schengen (1985), delimitaban los territorios y en los que los viajeros tenían que detenerse y mostrar su documentación, aparecen hoy en día como lugares abandonados, situados en un limbo espacio-temporal, fuera del uso y del tiempo para el que fueron concebidos, al haberse abierto las fronteras a la libre circulación de las personas.

Los pasos fronterizos tienen una función de pura delimitación geográfica, pero también una función coercitiva, en el sentido de impedir el libre tránsito entre personas de uno a otro estado. Son símbolos de soberanía, pero también de separación. Por todo ello son lugares que, junto a una dimensión cartográfica, también están provistos de reminiscencias históricas, económicas y políticas.

Estos viejos pasos fronterizos van desapareciendo lentamente: unos son renovados para otros usos, otros son destruidos, y algunos simplemente se van derrumbando debido al paso del tiempo. Por todo ello, en pocos años, no habrá posibilidad de presenciar estos fuertes símbolos de la reciente historia europea.
Observar estos lugares hoy en día, ofrece la posibilidad de revisar algunos episodios recientes, cuyas huellas e historia están inscritas en el paisaje. Estas ruinas cuasi arqueológicas constituyen una presencia del pasado que permanece latente en el presente. Esto provoca muchas reflexiones, especialmente en un momento en que el proyecto de la Unión Europea está siendo fuertemente cuestionado y algunos países (como Hungría o Polonia) abogan por volver a levantarlas.

© Ignacio Evangelista

Cada vez que llegaba a un paso fronterizo a hacer fotos, cargado con mi vieja cámara de gran formato y veía todas esas indicaciones de stop, achtung, flechas, barreras, etc. que en su momento regularon movimientos, itinerarios y comportamientos y que ahora aparecen absurdos y fuera de contexto, unas viejas y conocidas voces me hablaban de la arbitrariedad de los sistemas de control, de su puro artificio, de su caracter alienante y del enorme desequilibrio entre el poder de los estados y su relación con los individuos.

También me hablan de pequeñas historias personales, de familias divididas y de odios fraternales. Del miedo al vecino y del odio al inmigrante. Del interés de los gobiernos porque nos miremos el ombligo y por dejar claro que nuestro país (el que sea) es mejor que los demás y así, fomentando la rivalidad, no fijarnos en nuestros propios problemas.

Muchas de las fronteras que he fotografiado eran fronteras entre un país del antiguo bloque soviético y un país del bloque occidental; en estas áreas hubo una doble frontera: entre los dos estados y también entre los dos mundos. En varias ocasiones, entre países de los dos antiguos bloques, al preguntar a varias personas de edad avanzada por la ubicación de la antigua frontera, nadie era capaz de situarla o de indicar la dirección correcta, resultando finalmente que el paso fronterizo estaba a menos de 10 kilómetros. Pareciera que a lo largo del tiempo hubieran aprendido a no mirar hacia ese lado, como si de un moderno Finisterre se tratara.

Hay una frase de Claudio Magris, escritor italiano de Trieste, que es una de las ciudades fronterizas más conocidas de Europa y que ha pertenecido a varios estados diferentes a lo largo de la historia que me gusta mucho: «Toda identidad es también un horror, porque debe su existencia a trazar una frontera y rechazar lo que está en el otro lado”.

En 2.013, gracias al premio “CENTER Project Development Grant” (para trabajos en proceso) que otorga la organización CENTER de Santa Fe (Estados Unidos), se expuso en varios lugares de Estados Unidos. Posteriormente, en 2.015, se produjo la gran crisis de refugiados lo que puso de rabiosa actualidad este tema y varios medios lo publicaron gracias a la labor de ZOOM

La fundación alemana Stiftung Mercator produjo una exposición itinerante por varios países europeos. En Madrid, pudo verse en PHotoEspaña 2.016, en la galería Utopia Parkway. Este itinerario expositivo me hace recordar las palabras de Umberto Eco cuando defendía que “en Europa han muerto 40 millones de personas. Pero la comodidad de atravesar las fronteras sin papeles ha hecho olvidar todo eso”.

Más: http://www.agenciazoom.com/web/reportajes/fronteras-cicatrices-en-el-mapa/