Visa pour l’Image, el festival de referencia para el fotoperiodismo mundial que se celebra en Perpiñán (Francia), cumple tres décadas este año. Así nos lo cuenta Xabier Mikel Laburu de la Agencia Zoom, que ha vuelto a participar en el mítico festival. Nos hace una crónica sobre las expos más destacadas y nos da unos consejos para los que piensen acudir en futuras ediciones a vender su trabajo.
Visa Pour l’Image, el festival de referencia para el fotoperiodismo mundial, que se celebra en Perpiñán (Francia) desde el 1 al 16 de septiembre, cumple 30 años. Pero como la mayor parte de cosas que envejecen, es obvio que el festival ha perdido músculo en estos últimos tiempo
La primera vez que pisé el Visa Pour l’Image como profesional fue en el año 2.000. Recuerdo cómo todavía nos teníamos que acreditar en el trasnochado Hotel Pams, situado al lado de un barrio marginal que a más de uno, “fardando” de equipo, le costó algún disgusto. Era un festival vivo, a rebosar de profesionales, medios de comunicación y fotografía, la joya de la corona de una pequeña ciudad, de apenas cien mil habitantes, situada en el sur de Francia, llamada Perpiñán. Por sus calles te podías cruzar con Nachtwey, Koudelka o Salgado. Incluso era posible conseguir que Paolo Pellegrin te diera todo un repaso al portfolio.

© Carolina Arantes
El Palacio de Congresos, que es solo para profesionales acreditados, tenía la sala de exposiciones a rebosar de “chiringuitos” donde los medios te atendían si conseguías turno. A la sombra del Castillet, el Café de la Poste, lugar emblemático para tomarse una cerveza en el festival y saludar a colegas o hablar con los editores, era un sitio donde conseguir una mesa era casi imposible, mientras que el resto de la ciudad estaba a rebosar de exposiciones tanto en la sección oficial como en el Visa Off (sección no oficial). Daba igual donde mirases, Perpiñán durante esos días era sinónimo de FOTOPERIODISMO.

© Mazen Saggar
Las causas de la decadencia del festival son varias. Algunos quizás dirán que fue el empecinamiento de Jean-François Leroy, el creador y director del festival, de ser demasiado clásico en su concepto de fotoperiodismo. Otros, que Paris Photo lo está fagocitando. Quizás ambas cosas han influenciado en su declive, pero la causa principal, sin duda, es la caída del mercado fotoperiodistico. Hoy en día ya apenas ves grandes nombres de la fotografía colgados en las paredes del Visa, por no decir que hay menos exposiciones y que incluso en algunas ediciones, las impresiones han dejado un poco que desear. Los medios han ido abandonando el Palais des Congrès progresivamente: este año, sin ir más lejos, Getty ya no tenía su gran stand, dejando un hueco rellenado con unas tumbonas que patrocinaba alguna empresa. Hay menos editores y de los que hay, algunos ya solo se quedan un par de días.
El Visa no es lo que era, cierto, pero sigue siendo el sitio donde hay que estar si te dedicas a este oficio o si simplemente te apetece ver algo de buen fotoperiodismo.
Este año, sobre las exposiciones, destacaría que hay menos violencia, mucha menos comparado con ediciones anteriores, abriendo la puerta de forma significativa a temas relacionados con ecología y medioambiente, lo cual, nos da un cierto respiro en comparación con esa orgía de sangre y dolor a la que estábamos acostumbrados.

© Kevin Frayer / Getty Images
De toda esa amalgama de exposiciones, resaltaría, y no necesariamente por este orden, los siguientes trabajos:
La exposición sobre el éxodo de los Rohingayas de Kevin Frayer en la Église des Dominicains. Un trabajo sobre la crisis de refugiados que azota Birmania. Un drama humanitario donde no falta el dolor y la muerte, fotoperiodismo en estado puro, transmitido a través de unas fotografías en blanco y negro limpio y sin artificios, un blanco y negro “moderno”.

© Luis Tato / AFP
En el mismo emplazamiento, también destacaría el trabajo del fotógrafo español Luis Tato sobre las elecciones de Kenia. Otro reportaje típicamente fotoperiodístico, que, en color, mezcla algunos episodios de violencia con imágenes con cierto grado de absurdidad cómica que quizás no nos hagan reír, pero sí es de agradecer poder recuperar el aliento ante las imágenes de odio. Un reportaje por el que ha sido galardonado en el festival con del Premio Ciudad de Perpiñán Rémi Ochlik 2018.
También destacaría, pese a ser escatológico en el sentido literal de la palabra, el trabajo de Andrea Bruce sobre las condiciones higiénicas de las letrinas alrededor del mundo. En esta exposición, colgada en el Couvent des Minimes, Andrea nos muestra cómo algo tan cotidiano como ir al baño puede ser una desagradable odisea además de una grave amenaza para la salud que mata alrededor de un millón y medio de niños al año, según dice en su presentación.

© James Oatway
Otra buena exposición en el Couvent es… ¿Os acordáis que hace un tiempo en España se quería crear una empresa privada para los desahucios? Pues en Suráfrica ya la tienen y se llama Red Ants. Este trabajo de James Oatway nos presenta un no tan pequeño ejercito privado vestido enteramente de rojo que se dedica a evadir a la gente de viviendas y terrenos. Un ejemplo de una corporación ejerciendo la función de seguridad pública, de cómo unos pobres son comprados para luchar contra otros de su misma condición. Quizás no estemos tan lejos de algunas películas de corte futurista donde las corporaciones se hacen amos y señores de todo.
Un trabajo interesante que quizás se aleje un poco de lo estrictamente fotoperiodístico, pero que vale mucho la pena, es la exposición de Stephan Vanfleteren que alberga el teatro. Una muestra centrada en retratos de estrellas del cine de Cannes presentada en un exquisito blanco y negro de otros tiempos. Quizás su estilo hace demasiado pensar al del mítico Irvin Penn, pero sin duda, vale la pena salir un poco del epicentro del festival para ir a verlo.
Otra de las exposiciones que más nos gustaron fue la que Canon dedicó a la mirada femenina con los trabajos de Carolina Arantes, Aida Muluneh, Sarah Waiswa, Tasneem Alsultan, Ulla Lohmann, Marina Caro, Helen Bartlett, Daroi Salakauri o Alessandra Meniconzi. Diferentes formas de documentalismo desde distintos lugares del globo que tienen en común tener a mujeres detrás de la cámara.

© George Steinmetz
Para terminar, si vuestro estilo de fotografía es aquel que se enmarca en la perfección y queréis perder algo de apetito, os recomiendo el trabajo de George Steinmetz llamado ‘Big Food’, donde nos muestra cómo explotamos nuestro planeta para alimentar a toda la raza humana. Sin duda un trabajo para abrir conciencias tratado con un estilo fotográfico muy pulcro en donde las líneas, la luz y el color son los tres ejes que predominan en sus imágenes.
Pero un artículo sobre el Visa Pour l’Image quizás no estaría completo sin cubrir aquella parte que pueda interesar al profesional que busca clientes, sobre todo si es su primera experiencia en el festival. Por ello, además de algunos consejos de cosecha personal, he aprovechado para hablar con algunos editores de confianza, para saber qué buscan y crear un decálogo de cosas que quizás se deben hacer o procurar evitar.
Hay que decir que el Visa es, comercialmente hablando, un mercadillo de la fotografía. No suele ser el sitio para encontrar encargos, más bien es el sitio donde vender los trabajos que hayas podido producir, lo cual, quizás lleve a una colaboración más en el futuro. No obstante, incluso sin tener material vendible, los visionados de portfolios o las entrevistas con editores fuera del Palacio de Congresos, te pueden dar buenas pistas tanto en lo fotográfico como en lo comercial.

© Aida Muluneh
Piensa en la presentación y la actitud, una presentación del trabajo pulcra que permita que el editor pueda ver el material a su antojo es importante, al igual que ser profesional. Si les gusta el trabajo, también les suele gustar regodearse en las fotos e ir hacia delante y hacia atrás a ver las que más les han llamado la atención. Si lo tuyo es lo de llevar copias en papel que se tienen que ver con guantes de algodón blanco y consideras que tu trabajo entra más dentro del campo artístico, probablemente Arlés se acerque más a tu tipo de festival.
Busca qué medios y editores vayan a atender al festival, estudia su línea editorial y propón lo que crees que encaja, y si tienes dudas, siempre puedes preguntar. Ten en cuenta que los editores tienen las horas contadas para visitar a gente, muchos de ellos te harán encantados una crítica pedagógica, pero también escanean para trabajos que quizás les interese, vale la pena ser detallista en este sentido, es un acto de consideración que algunos agradecen.

© Sarah Waiswa
No seas insistente, es decir, pesado. Hay muchos editores que no tienen tiempo de responder todos los correos o verse con todo el mundo, y si no les interesa, simplemente no contestan. Imaginad cuántos correos tiene que leer un editor de Time Magazine, por poner un ejemplo, con propuestas de trabajos. Eso sin contar con todo el trabajo ligado a la publicación. Si os pone nervioso no saber si han visto el correo, siempre puedes enviar con acuse de recibo o usar algún programa de seguimiento de correo. También hay que tener en cuenta que la insistencia desmesurada es mala consejera y sienta un precedente para los siguientes festivales. No hay muchos editores a los que les guste volver a sentarse en la misma mesa con aquel que el año anterior fue insistente hasta la saciedad. Seguro que no os gustan esos comerciales que llaman a la puerta e insisten reiteradamente que les compres cualquier cosa, pues esto es algo parecido.
Piensa bien en lo que trabajas y cuál es su posible proyección. Puedes ser muy bueno haciendo fotos, pero por más importante que te parezca un tema, no necesariamente lo tiene que ser para el resto del mundo. Tampoco hace falta ir a guerras para vender en el Visa, pese a que las paredes del festival rebosen con esa “erótica” de la violencia. De hecho, si es tu intención cubrir algún conflicto, PREPÁRATE adecuadamente, tu vida y la de los demás dependen de ello. Hay algunos cursos que te enseñan primeros auxilios y cómo comportarte en una situación de peligro. Pero “moralinas” aparte, piensa que el mundo es muy grande y pese a que hayan pocas cosas que no se fotografíen, siempre hay visiones alternativas o nuevas que le pueden dar un giro a un tema ya publicado.
Como veis, pese a no estar en sus mejores momentos, el Visa Pour l’Image sigue siendo un festival muy recomendable. Como visitante es mucha la fotografía que se puede consumir, fotoperiodismo de la buena y que muchas veces apenas vemos en los medios de casa. En algunas ocasiones, hay que tener el estómago fuerte para ver los desmanes de la humanidad, pero no deja de ser un reflejo del mundo en el que vivimos. Como profesional es agotador física y mentalmente, es un festival con una organización tradicionalmente caótica, que cuida más a los medios, editores y las estrellas de la fotografía, que a los fotógrafos pobres y anónimos, pero pese a ello es un sitio que, si sabes exprimirlo correctamente, se le puede sacar un buen provecho.