Mirada Zoom

La Agencia Zoom nos trae un trabajo que documenta las dificultades del acceso a la vivienda por la especulación del alquiler en ciudades como Barcelona. Un trabajo de Guye Sancho, ilustrado con el texto de Raúl Martínez.

Según una fuente tan poco sospechosa de veleidades izquierdistas como el Banco de España, la desigualdad en la distribución de la riqueza ha aumentado en todo el país debido a la crisis económica hasta proporciones difícilmente previsibles. Una de las consecuencias más terribles de este dominio del gran capital sobre las rentas más bajas se concentra en el ámbito de la vivienda donde el cóctel infernal formado por la crisis, los fondos buitres, el turismo de masas, la precariedad laboral y la liberalización del mercado del alquiler ha colocado a una gran parte de la población al borde del abismo.

Más allá de las estadísticas, la situación muestra sus efectos más crueles en las consecuencias concretas en que estas cifras se revelan en el ciudadano de a pie. El trabajo multimedia de Guye Sancho se ha concentrado en el destino individual de seis personas que viven angustiadas por la finalización de sus contratos de alquiler y se preguntan dónde podrán vivir mañana, pero por desgracia el autor tenía decenas de miles de ejemplos entre los que escoger de una punta a la otra del país.

Se acaba el contrato y Miguel sólo espera que el administrador de la finca sea benevolente con él. Al final, con una subida del 400 euros, el administrador le dice que puede considerarse afortunado, que la subida podría haber sido mayor y que no le costaría nada alquilar el apartamento por bastante más dinero que los 1300 que ahora le cobra. Y ni siquiera tendrían que dedicar el piso al alquiler turístico, la opción más beneficiosa aunque cada vez más perseguida por algunos ayuntamientos: los pisos que rondan los 1000 euros de alquiler mensual vuelan a las pocas horas de haber sido puestos en el mercado. Pero el administrador ha tenido en cuenta que Miguel y su novia Raquel no han causado ningún problema en los tres años que llevan viviendo en el piso y han pagado religiosamente todos los recibos.

“Lo más humillante es verte literalmente haciéndole la pelota a los propietarios. Raquel me decía que no podíamos ceder y que había que buscar otro piso. Pero sabemos perfectamente que para encontrar algo significativamente más barato tenemos que ir al extrarradio. Pero eso supone sumarle prácticamente una hora más de transporte al día y yo estoy muy apegado a mi barrio. Llevo toda la vida aquí”.

Raquel es educadora social y Miguel trabaja como diseñador gráfico para una pequeña editorial. A priori estos dos sueldos deberían bastar para llevar una vida digna e incluso para permitirse el lujo de tener descendencia, pero a la pareja le cuesta sistemáticamente llegar a fin de mes. “Los dos ganamos poco más de 1000 euros, una vez descuentas IRPF y mi cuota como autónomo. Que más de un salario se vaya directamente a un piso que ni siquiera es nuestro nos limita mucho a nivel de gastos.”

Miguel recuerda el piso en que vivía con sus padres, también en la parte alta del Paseo de Sant Joan, un piso más que correcto, aunque algo pequeño para él, sus tres hermanos y sus padres. Pero pagar el alquiler mensual nunca fue un problema excesivamente importante para sus padres que, procedentes de Galicia, decidieron probar suerte en la Ciudad Condal a principios de los años 60. “A mis padres también les costaba llegar a fin de mes, pero es que éramos seis. No recuerdo que el alquiler fuera un gasto difícil de asumir para ellos. El alquiler aumentaba según aumentaba el coste de la vida.”

Ahora el precio del alquiler es el primer motivo de preocupación económica para todos aquellos que no tienen la suerte de ser propietarios. La ley de arrendamientos urbanos, aprobada en 2013 que reduce la duración del alquiler de cinco a tres años, ha sumado a la cuarta parte de la población en un estado de constante incertidumbre. “No nos podemos proyectar en el futuro – añade Raquel – porque no sabemos ni cuál será nuestra situación profesional dentro de tres años ni lo que el casero nos pedirá”. Esta pareja se acerca a la cuarentena y lleva tiempo posponiendo la idea de tener un hijo. “Por ahora es imposible – sonríe Miguel – pero es verdad que no podemos esperar mucho tiempo más, Raquel cumple 39 en octubre…”

Si las subidas son constantes (17% en Madrid, 11% en Barcelona en 2017) y los salarios siguen siendo de una austeridad propia de un país al borde de la bancarrota, los alquilados se encuentran en una encrucijada en la que no se atisba solución, sino todo lo contrario: “A veces tengo la sensación de que pagamos los precios de un país de la élite europea pero que los salarios y los servicios sociales que recibimos son los de un país en vías de desarrollo. Esto, a largo o a medio plazo, no es sostenible. Por alguna parte debe petar…” advierte Miguel.

En Barcelona, la lucha por el precio de los alquileres y un acceso a la vivienda digna era el principal caballo de batalla del consistorio comandado por Ada Colau. Pero han pasado tres años desde la llegada de los Comunes al ayuntamiento barcelonés y los precios han aumentado en un 24% en ese periodo. La alcaldesa se defiende argumentando que hace falta llevar a cabo cambios legislativos para los que necesita el apoyo de otros grupos políticos. La idea de Colau es volver a los contratos de 5 años y el establecimiento de un máximo en la subida de precios, pero ni Ciudadanos ni PSOE han aceptado reunirse con ella en el Congreso de Diputados.

Colau, que adquirió notoriedad precisamente en su lucha contra los desahucios, se encuentra ahora con desahucios más silenciosos pero igualmente trágicos, el de las personas que no pueden seguir pagando el alquiler y se ven forzadas a compartir pisos, irse lejos de su centro de trabajo e incluso a volver a casa de los padres.. Según un informe realizado por el Observatorio Metropolitano de la Vivienda de Barcelona, el 43% de la población paga un alquiler por encima de sus posibilidades, una situación que augura inevitablemente más tensiones sociales, más tragedias individuales y familiares así como la paulatina transformación de la ciudad en una suerte de coto para los más adinerados y, claro está, los turistas.

“Nos encontramos en una situación que nunca hubiéramos podido imaginar hace unos años –lanza Raquel. Miguel y yo somos universitarios, somos serios, responsables, etc. Quedarnos sin un techo donde vivir es algo que jamás se nos hubiera venido a la mente, pero ahora es una posibilidad real, aunque todavía remota. Hemos seguido las reglas del sistema, nos hemos formado a conciencia y ahora tenemos la sensación de que el sistema nos amenaza con la exclusión social total si no agachamos la cabeza y obedecemos sin rechistar…”