Diccionario (muy personal) de la creación fotográfica

Supuestamente, cada autor tiene el control del proceso mientras elabora su obra, pero lo pierde totalmente cuando esta última sale de sus manos y se exhibe. Desde el momento en que se muestra el trabajo, éste pasa a ser un asunto público del que, por lógica, cualquiera puede opinar. Cuando uno decide mostrar sus fotos ha de ser consciente de que, antes que nada, está invitando a los demás a que valoren sus creaciones y, por tanto, se está enfrentando a un juicio del que puede salir un veredicto de amor incondicional u otro de desprecio absoluto, amén de todos los sentimientos intermedios. Obviamente es imposible complacer a todos, y menos aún adivinar qué pensará de lo creado cada persona que lo vea. De alguna manera, las maravillosas fotografías que realizamos son como puentes que tendemos hacia los demás, pero no podemos obligar a nadie a cruzarlos, y es que encajar con la diversidad y complejidad de aquellos que ven nuestra obra es algo hasta cierto punto utópico. Por eso mismo resulta tremendamente complicado tratar de navegar en ese espacio virtual donde se mezclan indistintamente las motivaciones y los fantasmas del autor con las certidumbres y expectativas de los observadores.

¿Pero qué sucede cuando nosotros somos los jueces? Pues ocurre que tenemos que ser muy conscientes de los filtros a través de los cuales juzgamos las fotografías ajenas; entender que la realidad es opaca por naturaleza y una imagen no siempre muestra al primer vistazo toda su complejidad y sus innumerables matices; que hemos de ser capaces de dejar a un lado muchos de esos prejuicios a los que con tanto ánimo nos aferramos (siendo conscientes de que se trata de juzgar lo que tenemos delante, no lo que nos gustaría ver); interiorizar que la obra de los demás también pueden enseñarnos muchas cosas; tener claro que decir “me gusta” o “me disgusta” es como no decir nada, y saber explicar que lo que se está juzgando es el trabajo y no al creador del mismo.

Dicen quienes entienden de esto que toda crítica debería ser primero autocrítica. Dicho está.

Ilustración: Josemaría Passalacqua sobre fotografía de Jimena Díaz Ocón.