Un fotógrafo es lo que ve y, sobre todo, lo que decide almacenar en su cabeza, pues todo lo que creamos procede en mayor o menor medida de algo ya hecho. Y esto es así porque la memoria funciona de manera asociativa, de forma que los patrones que nos atraen son generalmente el reflejo de otros que ya están dentro de nosotros. Tenemos entonces que la imaginación no puede existir fuera de la memoria, pues le sería imposible utilizar esos mismos recuerdos, los cuales sirven como base para el proceso creativo. Ser creativo, a grandes rasgos, significa combinar de una manera original o innovadora elementos almacenados en nuestra memoria. Así dicho, podría parecer que lo importante es tener un mayor número de vivencias (y por tanto de fotografías guardadas), pues ello implicaría una mayor cantidad de ideas novedosas, si no fuese porque la simple acumulación de experiencias o de imágenes no asegura el despegue automático del potencial creativo existente. Y es que almacenar más instantáneas no garantiza mejores obras, sino únicamente más ejemplos para encontrar un mayor número de elementos o situaciones fotografiables. Al final, lo importante no será el número de imágenes acumuladas, sino lo que nuestra mente es capaz de hacer con ellas.
Curiosamente, tener una gran memoria y haber almacenado mucho en ella no nos libra del olvido. De hecho, los fotógrafos captamos muchas cosas pero a veces se nos olvidan las más importantes. A veces olvidamos de dónde vienen nuestras fotos y a quién le debemos las obras creadas. De tarde en tarde ignoramos que para captar algo primero hay que ser capaz de verlo, y que en muchas ocasiones antes tenemos que ser capaces de imaginarlo. En alguna ocasión se nos olvida que las fotografías realizadas son mucho más que simples trofeos y constituyen el auténtico mapa de nuestro trayecto creativo. Y a menudo tendemos a olvidar que lo último que decide aquello a fotografiar no es una idea, sino la sensación que eso mismo nos produce.
Ya veis que memoria y olvido son inseparables. Yo mismo a menudo me olvido de que, al menos para mí, la cámara es un medio. ¿Para qué? Una excusa, creo yo, para buscar el afecto de los demás.