me ha pasado en julio. Este año me ahogué en julio. No por los primeros calores, ya veníamos prevenidos desde junio, el cambio climático es lo que tiene, que te agarra desde muy pronto esa especie de vagancia obligada porque ni al cuerpo ni al cerebro les ha dado tiempo todavía a adaptarse.
Y llega PHE. Como cada año te prometes a ti mismo verlo casi todo, aunque a los dos días te des cuenta de la imposibilidad de tal maratón y admires a los de fuera que parece que lo resisten todo y casi tienen don de ubicuidad. Malditos forasteros, piensas.
Yo me ahogué en julio y quería desaparecer del mapa de Madrid. Vi lo que pude y algunas expos que casi no podía. Me di cuenta de la ‘maldad’ de ciertos comisarios que le dedican edificios enteros a la noirceur o a la abundancia, al surplus, y de la ‘bondad’ de otros que te ofrecen un maravilloso e íntimo respiro, como una posibilidad de reconciliarte con el verano y con tu propio espíritu.
A veces, “la inexplicable contradicción entre la belleza y el mundo humano” de la que habla Imre
Kertész…

En la exposición de Manuel Vilariño, ‘Animal insomne’. PHE17 © mgab. /
No pienso criticar a nadie ni nada porque todo es interesante y ciertamente todo te aporta algo, pero sí magnificar en lo que pueda que hayan pasado por aquí un Minor White, o un Carleton Watkins, o un Manuel Vilariño, por citar solo a tres maravillosos artistas que me redimieron de tanto descorazonamiento y tanta fatiga. Me tacharán de antigua, me da igual, a veces el futuro y hasta el presente me asustan un poco y necesito relajar la mirada, no añadirle al mundo más estrés.
También he leído a Roberto y a Carmen hablándonos de Arles. Me han invadido la nostalgia ochentera y, cómo no, una pizca de chauvinisme por, de lo francés, lo bueno.
Los festivales sirven para reencontrarte con tus artistas favoritos, enamorarte de algunos nuevos o empezar a aborrecer a algunos de los que antes amabas.
Es saludable, es bueno hacer el ejercicio de la humildad, confesar que no todo lo nuevo te gusta –aunque te guste mucho de lo nuevo– y que la mirada siempre agradece volver a lo hermosamente humano (las calles de Saul Leiter, los amigos de García-Álix, algo de Masats…).
Y ha llegado septiembre, el maravilloso septiembre, y tenemos en la Mapfre a un Nicholas Nixon que, como un Gowin, como un Sugimoto, como un Laboile, nos puede regalar el lado amable de la existencia, algo de la templanza que nos falta.
“Tienes un espléndido / sosiego, una forma de mantenerte / quieto por el mundo, y sus / ríos turbios y sus basureros ”, dice Kenneth Rexroth en un poema.
Los ríos turbios existen, y las acumulaciones de imágenes buenas pero algunas inútiles, porque el less is more no existe para todos. A veces es una pena.
En una carta dirigida a Antonioni, Roland Barthes escribe: “El artista sabe que el significado de una cosa no es su verdad; este saber es una sabiduría, podríamos llamarla una loca sabiduría, ya que lo aísla de la comunidad, del rebaño de los fanáticos y de los arrogantes. No todos los artistas, sin embargo, poseen esa sabiduría”.
Recobrando el aliento al final del verano. Maravilloso septiembre…

‘Minerva Terraces, MammothHotSprings, NationalPark’. Aprox. 1884-85 © CarletonWatkins