Hemos estado en los 48 Encuentros de Arlés para contarte lo que más nos ha llamado la atención de lo que allí vivimos. Blank Paper, Michael Wolf, Matheu Pernot, Alex Majoli o Annie Leibovitz combinaban bien con el calor, el repelente y la fiesta. Una crónica personal de Roberto Villalón.
Este ha sido mi primer Arlés. Sí, en serio. No había ido nunca. Ya, lo sé. Soy fotógrafo, soy periodista. Pero tampoco he ido nunca a un BBKLive o un Primavera Sound o un Sonar. Y no sé por qué, pero creo que esto de los Encuentros tiene algo parecido. Sólo falta tener una pulserita que lucir tras el festival.
Arlés es un acontecimiento que trasciende lo fotográfico. Es EL festival al que HAY que ir. En mi caso, nos juntamos unos cuantos fotógrafos para alquilar una casa hace unos meses y gracias a las líneas aéreas baratas no nos ha salido tan caro. Si eres fotógrafo sabemos que éste es un dato importante.
Arlés es una ciudad no muy grande (tiene menos habitantes que Zamora) atravesada por el Ródano y con un encanto especial debido a su estudiada decadencia. Desde 1969 se celebra un festival de fotografía que ha venido a convertirse en uno de los más importantes de Europa. Los 48 Rencontres d’Arles comenzaron el 3 de julio y duran hasta el 24 de septiembre. Pero es en la semana de apertura cuando fotógrafos de todo el mundo acuden a su particular Meca a girar en torno al anfiteatro romano de la ciudad.

© Isaac Rupérez Cano
(Nota: lo que ves en rojo son enlaces, por si quieres explorar más sobre cada autor).
Cantidad de actividades inundan el casco antiguo tanto en su sección oficial como en la off (Voies, con su programación diferenciada). Hasta el punto de que sus visionados (una auténtica feria de contactos) también tienen su propia convocatoria off. Por algo esta fórmula la popularizaron los franceses. Cientos de artistas acuden con su porfolio bajo el brazo para conseguir editor, galería, exposición o tratar de llamar la atención de algunos de los agentes fotográficos más importantes del mundo. Eso sí, si te animas a participar el año que viene, las plazas vuelan más rápido que las entradas de un concierto de los Rolling.
Cualquier rincón puede contener una exposición improvisada. Cualquier muro es susceptible de soportar una expo informal (o incluso oficial). Librerías, comercios y bajos se suman a la gran bacanal fotográfica. Cualquier galería puede tener una fiesta con sushi y japoneses haciendo una performance. Todo el mundo es guapo, todo el mundo es alto (o lo parece), todo el mundo va arreglado pero casual. Si luces mostacho y pantalón pesquero o llevas vestido de flores y zapato bajo, mejor. La Leica combina muy bien con la bicicleta retro. A lo mejor la culpa de todo esto es que una de las participantes en esta edición era Audrey Tautou, la de ‘Amelie’, pero no puedo comparar con otras ediciones.
Si eres fotógrafo español te recomendamos que te centres en las actividades, en los estilismos siempre ganan los franceses. Sólo en la sección oficial hay cerca de 40 exposiciones. Y hay que pagar por entrar en la mayoría. Si no tienes ningún amigo que te consiga pases gratis, lo mejor es pillarse una entrada general que te permita visitar cada expo una única vez. Y tampoco son baratos. Un dato a destacar, pese a que las exposiciones son de pago, están llenas de gente. Todas.
¿Qué ver? Pues una vez más, para gustos, colores. Lo mejor es cogerse el mapa oficial y distribuir tu tiempo por zonas. Hecha una encuesta oficiosa sin ninguna validez científica entre los que compartimos casa o cervezas durante estos días, las expos más exitosas entre la comunidad fotográfica española han sido la de Michael Wolf, Matheu Pernot y, sobre todo, para aquellos que llegaron a verla porque no era de las más publicitadas, la de Alex Majoli.

‘Titanic’ de Alex Majoli © Roberto Villalón
Y yo no puedo estar más de acuerdo en lo de Majoli. El trabajo, patrocinado por una cámara que presume de que ha sido hecho con su tecnología, se titula ‘Titanic’ y es obra de la maestría del italiano. Alex Majoli (Rávena, 1971) que en 2001 fue el miembro más joven en entrar en la agencia Magnum, presenta una serie en la que se cuestiona sobre cómo construimos la idea de realidad. Majoli muestra, como si de un retablo laico se tratara, una serie de imágenes cotidianas en blanco y negro de nuestra Europa. Unas con gran dramatismo visual y otras en apariencia anodinas, aunque cuando lees la guía que te dice qué sucede en cada imagen, te puedes llevar grandes sorpresas. Todas tienen un efecto de teatralidad por el uso del flash y la perfecta composición. Un trabajo que se cuestiona los códigos visuales que la propia Magnum representa y que trata de ser un mosaico que muestra el destino del viejo continente, que curiosamente lleva nombre de barco que se hunde.

Michael Wolf en Arlés © Roberto Villalón
Una de las ventajas de Arlés son los espacios en los que se expone. El alemán Michael Wolf (Munich, 1954) cuenta con impresionante iglesia de los Frailes Trinitarios como escenario de su exposición. La muestra, titulada ‘Life in Cities’ (La vida en las ciudades) repasa algunos de los trabajos más representativos de este fotógrafo documentalista. Desde una de sus primeras series en blanco y negro hasta algunos de sus trabajos más populares, incluyendo ‘The real stroy’, que ocupa el ábside del templo, sobre los mutilados en las fábricas chinas de muñecas, su particular ‘Ventana Indiscreta’ de ‘Trasparence city’, su serie sobre las apreturas del metro de Tokyo, metáfora de la sociedad moderna, su investigación sobre ‘Steet view’, sus paisajes de los tejados de París o las impresionantes piezas colgantes sobre la ‘Arquitectura de la densidad’.
En otros casos, el espacio es obviado gracias a la estupenda puesta en escena. ‘Les Gorgan’ de Mathieu Pernot (Fréjus, Francia) se imponen al desvencijado espacio en el que son expuestos. El año pasado pudimos ver uno de sus trabajos como parte de la exposición sobre las fronteras de Europa que se expuso en Conde Duque en PHotoEspaña. En Arlés ha presentado el resultado de 20 años de seguimiento a una familia gitana. Pero lejos de caer en el tópico de la pobreza que rodea a las ciudades, los ha fotografiado poniéndose a la par, sin artificios, desde el clasicismo documental, pero con el mayor de los respetos. Cada pared es un retrato de cada miembro de esta familia. Individuos merecedores de toda dignidad al margen de su condición social.

‘Les Gorgan’ de Mathieu Pernot © Roberto Villalón
Junto a él, Roger Ballen (Nueva York, 1950) ocupa una villa abandonada donde crea una especie de atracción de feria, una casa del terror que el espectador puede fotografiar. “Haz una foto como las de Roger Ballen” parece rezar la expo. Le falta un hastag propio (#quémalrolloBallen o algo así hubiera ido bien). Es verdad que la media docena de trabajos que se exponen en la segunda planta mantienen la tensión que el trabajo del sudafricano de adopción acostumbra. A la salida, él mismo firmaba ejemplares de sus libros.

Detalle de Silin Liu © Isaac Rupérez Cano
En Arlés, durante el festival hace calor. Mucho. Por eso todo el mundo habla de la visita a los Ateliers como una excursión dura. Vienen a ser algo parecido a Matadero de Madrid. Unas naves industriales reformadas a las que les está creciendo un nuevo edificio de Frank Gehry. Y la verdad es que hay tanto que ver que es mejor ir preparado. Este año destacan en estas instalaciones una muestra sobre la influencia del surrealismo en la fotografía (expo llegada desde el Pompidou) o, entre la caótica distribución de exposiciones en uno de los pabellones, la exposición de Paz Errazuriz (Santiago de Chile, 1944) (de la que ya disfrutamos en la Fundación Mapfre de Madrid hace algo más de un año), el trabajo de los diferentes premios descubrimientos, incluida Silin Liu (China, 1990) un cruce entre ente los ‘Celebritme’ de Jon Uriarte y Forrest Gump, o el trabajo sobre Turquía del alemán Norman Behrendt (Berlín, 1981).
En ese mismo pabellón se exhibían los fotolibros seleccionados en esta edición con una mesa reservada a los ganadores. Impresionante el número, la variedad de propuestas. Pero una tendendia. Más es más. La moda en España es el libro-objeto, pero parece que el libro-enciclopedia se impone. ‘Ville de Calais’ de Henk Wildschut ganó al menor libro de Autor, ‘The Movement of Clouds around Mount Fuji’ de Masano Abe y Helmut Vólter se llevó al premio al mejor libro de texto y fotos y ‘Latif Ak Ani’ de Latif al Ani, Morad Montazami y Tamara Chalabi hicieron lo propio con la categoría de libro histórico. Por supuesto, Arlés tiene su propia feria de libros, Cosmos, donde ver las novedades editoriales del fotolibro de medio mundo. Por allí entoramos editoriales españolas como Ediciones Anómalas, Chaco, Fuego Books o La Fábrica. Y pudimos echar mano a libros de todo pelaje. Todo ello amenizado con firmas de libros, conferencias y mucho calor.
Pero aún quedan pabellones. Annie Leibovitz (EE.UU., 1949) cuenta con una apabullante exposición que recoge sus trabajos entre 1970 y 1983. Muestra sus reportajes en el periodo en el que desarrolló su trabajo principalmente para la revista Rolling Stone. Hay dos públicos que disfrutarán de manera especial de esta exposición, los mitómanos y los fotorreporteros. Estrellas del rock (precisamente los Rolling forman parte importante de esta expo), políticos durante sus campañas electorales, actores, fotógrafos que marcaron la historia de la fotografía (alguien me comentó que aparece a Robert Frank inspirándose con alguna sustancia, pero no llegué a ver la imagen entre los cientos que allí están expuestas). Leibovitz era una “empotrada” en las giras, campañas y promociones logrando un nivel de intimidad y un ojo para fotografíarla de auténtica maestra. Especialmente interesante es reflexionar cómo ha cambiado la construcción de la imagen pública en los tiempos de las redes sociales, donde las estrellas pop actuales utilizan Snatchap e Instagram para comunicarse con sus fans de modo directo. La expo termina con los primeros retratos que hace para Vanity Fair y comienza a sofisticar su manera de retratar. Cuando el gasto en producción supera a la cámara.

Annie Levoibitz en los Ateliers © Isaac Rupérez Cano
Refrigerio, bocata o incluso comida en uno de los puestos de los Ateliers, donde el que te sirve el café parece salido de un estudio de arquitectura, con esa parsimonia de los servicios de cara al público que se da entre nuestros vecinos, son buena idea para seguir con la visita a los Ateliers. Hay otro pabellón que incluye una de las exposiciones más comentadas: ‘Monsanto: A photographic investigation’ de Mathieu Asselin. Es fácil que te suene este proyecto, ya que ganó el premio de maquetas de Kassel en 2016. El proyecto es un magnífico trabajo periodístico que trasciende lo fotográfico y que contrapone la publicidad creada por la marca y la realidad, mostrando las consecuencias (contaminación, enfermedad, muertes) tan alejadas del mundo ideal de progreso propuesto por la empresa de productos químicos. Es interesante ver el cambio de imagen de una marca que se vendía como una bendición, para encarnar en la actualidad uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis. La muestra no carga las tintas, pero, aun así, es dura de ver.

© Mathieu Asselin
Tras eso, que en el recorrido expositivo te encuentres la fotos de Karlheinz Weinberger (cuyo trabajo también puedes ver en este PHE) sobre sus gustos homoeróticos o la que investiga sobre las urbanizaciones pretendidamente utópicas, la versión francesa de las villas timbartianas de Eduardo Manostijeras, hace que sean difíciles de apreciar. Tras el horror, todo parece capricho.
Pausa. No todo son expos en Arlés. Antes de que sigas esta visita (lo sé, este año no vas a ir, pero esta crónica te sitúa para la del año que viene) en la ciudad francesa también existe la noche. Dúchate (que se note que somos de debajo de los Pirineos). Ponte guapo, con ropa ligera, y perfúmate. Pero con repelente de mosquitos. Mucho. Por todas partes. Ninguna exposición va a dejar tanta huella en ti como nuestros amigos chupasangre.

© Isaac Rupérez Cano
Arlés, al menos durante la semana de presentación del festival, tiene mucha noche. Hay diferentes fiestas en varios ambientes, algunas privadas y otras de acceso libre. Pero hay una que destaca sobre las demás: Nuit de l’année (La noche del año). A las afueras de la ciudad, en una zona industrial en desuso, varias pantallas (siete conté yo) proyectan diferentes montajes audiovisuales con trabajos de muy diferente corte. Puestos callejeros donde comprar qué beber, penumbra y el frescor del río. Y a su término, más fiestas en lugares insospechados (donde hay un dj y una cerveza, ya hay party).
¿Has dormido bien? No te rasques. Eso que te pica es de los mosquitos. Son los que de verdad se acostaron contigo. Volvamos a las fotos, que es a lo que has venido (¿verdad?). Hace una magnífica mañana para visitar la expo de los Blank Paper cerca de la estación de trenes. Sí, tras años y años acudiendo como escuela, empapándose de fotografía, los Blankboys and Friends exponen con todos los honores en Arlés. Según cuentan las crónicas, un hecho similar se dio en 1976 cuando el director de la revista Nueva Lente comisarió una expo con lo más granado de la fotografía del momento. Entre ellos estaba Joan Fontcuberta, que ha sido el encargado presentar la exposición. El padre Fontcu ha colaborado, junto a Anna Planas y Pierre Hourquet, con Sonia Berger, la comisaria de la muestra (que habla en francés con una soltura loca).

La inaguración de la exposición de Blank Paper © Roberto Villalón
Junto a los chicos del colectivo –Julián Barón, Ricardo Cases, Alejandro Marote, Oscar Monzón, Fosi Vegue y Antonio M. Xoubanova–, han participado otros miembros de la galaxia de la página en blanco: Federico Clavarino, David Hornillos, Bernardita Morello, Miren Pastor y Michele Tagliaferri. El comisariado ha sido brillante. Una serie de muros que se cruzan cortándose entre sí, obligando a unos trabajos a conversar con otros. Lejos de traer un ‘Grandes Éxitos’, han apostado por el riesgo, por proyectos incipientes, o no los más populares. Ni ‘Karma’, ni ‘Casa de Campo’, ni ‘CENSURA’, ni paloma alguna. La expo es colectiva y experimental, donde varios de los proyectos aún son embrionarios, reafirmando así las señas identidad marca de la casa. Aunque la cada vez más personal voz de cada uno de los autores hacen cada vez más difícil la simbiosis de sus discursos. Por supuesto, han dedicado un espacio para los fotolibros que han publicando los participantes de la exposición y que han sido determinantes en su carrera y su forma de hacer como fotógrafos. Una cosa está clara, los Blank han sido el revulsivo sin el que no se entendería el “cierto panorama” de la fotografía actual. La expo, que después viajará a China, se titula ‘Stories of the Immediate present’. Del fututo hablamos otro día.
Frente a los Blank se puede disfrutar del trabajo de Gideon Mendel (Johannesburgo, 1959). El sudafricano presenta una serie que muestra los estragos del cambio climático. Sus fotos, al más puro estilo de dominical con medios (y esto para mí es algo positivo) muestra a personas de todo el mundo con el agua al cuello, y esto es literal. Sencillos retratos de gente sufriendo inundaciones en sus casas. Mostrados todos de la misma manera. Aunque no hace falta rascar mucho para entender que no es lo mismo estar cubierto de agua en un desbordamiento en Holanda que en cualquier país de Asia o África. La desgracia nos une a todos, pero a unos más que a otros.

© Nils Ackermann, Sébastien Gobert
En esta línea de fotografía documental directa podemos encontrar otro trabajo, ‘Lookin for Lenin’. Nils Ackermann y Sébastien Gobert vuelven a buscar lo anecdótico para hablar de lo general. Un catálogo bastante divertido sobre qué pasó con las miles de estatuas que de Lenin hay por todo el territorio de la antigua URSS. Desde el Lenin-Dark Wader al Lenin en el desguace. Una forma de investigar sobre qué ha sido de la gran superpotencia del s XX. Nada que ver con el tono de Dune Varela (París, 1976). Premiada por un la marca de un coche muy caro, recoge un trabajo fotográfico que reflexiona sobre la fotografía como soporte efímero, al igual que la propia memoria. Fotos de monumentos impresas sobre cerámica, soporte frágil. O monumentos como el Partenón fotografiados y reproducidos sobre aluminio y posteriormente sometidos a disparos de bala para reflexionar sobre el impacto del hombre en los propios monumentos, la construcción de símbolos y lo endeble de los mitos colectivos.

‘Family’ de Fukase @Roberto Villalón
Muy cerquita, en la misma placita, Masahisa Fukase (Japón, 1944). Un ejemplo de cómo la intensidad, la investigación sobre la representación, la revisión del álbum familiar e incluso sobre la autorrepresentación (en tiempos anteriores al selfie) no está reñida con la experimentación más libre, pero, sobre todo, con el humor. Personalmente ha sido una de las exposiciones de Arlés que más he disfrutado. Todo sobre una moqueta que imita al baldosín de la estancia original que completa de manera muy divertida la experiencia expositiva. ¿Se dice así?
Hay que hacer una mención especial a la sección ‘Latina’ que ha incluido en diferentes espacios una gran selección de fotógrafos Latinoamericanos. Además de la ya mencionada Paz Errázuriz, hay varias exposiciones en las que los fotógrafos de esa parte del mundo son los protagonistas: ‘Urban Impulses’, ‘The cow and the orchid’, pero especialmente interesante ha sido ‘La Vuelta’.

© Santiago Forero
Esta última recoge el trabajo de 28 artistas colombianos de diferentes generaciones y estilos, desde los más tradicionales a los más experimentales, tratando temas como la identidad, la violencia, la supervivencia económica o la naturaleza. Personalmente me gustó el trabajo de Liliana Angulo sobre la construcción de los mitos en torno a la raza, las pizarras de Juan Manuel Echavarría (Medellín, 1947) o los autorretratos de Santiago Forero, (Bogotá, 1979), un fotógrafo con enanismo que se representa a sí mismo como los actuales mitos de la masculinidad en ‘Hombres de acción’, o con diferentes selfies de baño en los que no se lo ve porque no llega al espejo. El humor me puede.
En el Chiringuito, donde hay que ir, aunque sólo sea para recibir una refrescante nube de agua, otra exposición se dedica a la representación de gigantes y enanos a lo largo de la historia de la fotografía. También hay otros trabajos más conceptuales como el de David Fathi (París, 1985) que muestra una serie de imágenes en torno a un inquietante caso, titulado ‘The Last Road of the Immortal Woman’. Una mujer muere por un cáncer agresivo, pero, tras su muerte, sus células se siguen reproduciendo. Una muestra que parece el lado oscuro de la ‘Arelia Immortal’ de Javier Viver.
Y casi hay que ser inmortal para verlo todo. En mi caso, no lo logré. Cuando casi no nos quedaban fuerzas, vimos otras de las grandes colectivas de este año ‘Iran, Year 38’, una recopilación del trabajo de 66 fotógrafos iraníes. Una vez más, trabajos documentales mezclados con propuestas más conceptuales, pero que sirven para ver fotografías de países de los que no solemos tener referencias. Más rápida de ver es la dedicada a los primeros años de Joel Meyerowitz (Nueva York, 1938) sus primeras imágenes en blanco y negro y sus primeras fotos en color. Y bueno, estamos hablando de uno de los maestros del color. Ambas en torno a la plaza de la República.

© Joel Meyerowitz
Pero el festival se llama Encuentros, ¿no? Y no hay mejor excusa para encontrase (o reencontrarse) que hacer una fiesta. Nosotros improvisamos una para despedirnos de Arlés con una ‘expo efímera’ de todos los fotógrafos alojados en la casa que teníamos alquilada. Allí colgamos trabajos Fernando Maselli, Amanda Vich, Enrique Fraga, Lucía Antebi, Elisa González Miralles, Mar Sáez, Julieta Varela, Nacho Moreno y yo mismo. Y con unos vinos, unas cervezas y unas pizzas, nos juntamos casi toda la comunidad española desplazada al festival. Y es que en el fondo Arlés es un poco eso, un sitio donde te rodea la fotografía, donde hacer relaciones, enseñar tu trabajo y disfrutar de la fiesta.
Ha sido mi primera vez. Pero, pese a que mis piernas parecen un campo de minas por las picaduras de los mosquitos, volveré. Aunque sea porque me ha faltado cumplir con el ritual de tomar un pastis. ¿Quién se apunta?

© Isaac Rupérez Cano