Ocurre a menudo con las mujeres artistas que tienen que pasar muchos años, a veces décadas, para que sean reconocidas como merecen. Algo así le ocurre a la obra de Paz Errázuriz (Santiago de Chile, 1944), que continúa siendo desconocida aún para muchos. Poco a poco se van completando estas lagunas en su figura, tal y como demuestra el reciente interés por su trabajo.

En 2015 fue la representante del Pabellón de Chile en la Bienal de Venecia junto a Lotty Rosenfeld, con el proyecto comisariado por la teórica feminista Nelly Richard; y ese mismo año recibía el Premio PHotoEspaña en reconocimiento a su trayectoria profesional.

La exposición que ahora muestra la Fundación Mapfre en su Sala Bárbara de Braganza, traza un recorrido por toda la producción fotográfica de Errázuriz desde sus inicios hasta el presente. No es un cometido sencillo, teniendo en cuenta su vasta obra fotográfica y la multitud de temas que trató; sin embargo, la exposición recoge una interesante selección de obras que muestran cómo el trabajo de Errázuriz es un mundo paralelo a lo acostumbrado en fotografía.

Quizá sea su formación autodidacta una de las cualidades que le permite a esta fotógrafa retratar a los distintos personajes del modo en que ella lo hace. En un punto intermedio entre el frío y a la vez dramático fotoperiodismo, las instantáneas de Errázuriz tienen en común la dulzura y la amabilidad de lo fotografiado, incluso en las situaciones más trágicas.

 'Dormidos V', de la serie 'Los dormidos', 1979. ©Paz Errázuriz.

‘Dormidos V’, de la serie ‘Los dormidos’, 1979. ©Paz Errázuriz.

 'Las juezas, Santiago', de la serie 'Vejez', 1983. ©Paz Errázuriz.

‘Las juezas, Santiago’, de la serie ‘Vejez’, 1983. ©Paz Errázuriz.

Desde el inicio de la exposición nos encontramos con toda una declaración de intenciones en la primera serie en la sala, “Los dormidos”, que bajo un bucólico título presenta fotografías de personas que duermen en las calles de Santiago en la década de los ochenta.

Le siguen otras series menos conocidas como “Hogar de ancianos”, donde una residencia se convierte en el escenario de fiestas y encuentros de mayores a los que Errázuriz retrata casi como personajes regios, en grupo, con una pátina de nobleza y dignidad en cada imagen. Junto a estas, se exponen una serie de fotografías de estudio de personas ancianas desnudas, que posan desinhibidas, con gracia, sin complejos y con complicidad (como el magnífico retrato de dos mujeres mayores que se cogen y ríen mientras son retratadas). Errázuriz busca así alejarse de la belleza normativa y romper tabúes, como la desnudez en personas ancianas.

Vemos, desde el principio de la exposición, uno de los atributos distintivos del trabajo de esta fotógrafa: la capacidad de mimetizarse con el contexto que fotografía, hasta el punto de que la complicidad es un rasgo palpable en casi todas sus series.

 

Una de sus series más conocidas, y que publicaría en 1990 en el fotolibro “La manzana de Adán”, es la que retrata a prostitutas transexuales en momentos de intimidad. Entre 1982 y 1987 fotografía a Evelyn, Coral, Mercedes o Pilar; no incluye aquí el desnudo y se aleja de imágenes estereotipadas y glamurosas para crear una serie donde vemos momentos íntimos como conversaciones, risas, bailes o cómo se maquilla Evelyn, una de las más fotografiadas. Errázuriz reconoce que le costó ganarse la confianza de estas mujeres, y deja constancia de quién es cada una poniendo a cada retrato el nombre de quien fotografía.

'Mujer buzo, Matanzas', de la serie 'Mujeres de Chile', 1992. ©Paz Errázuriz.

‘Mujer buzo, Matanzas’, de la serie ‘Mujeres de Chile’, 1992. ©Paz Errázuriz.

Su compromiso con las luchas sociales y feministas en su país es otra constante en su trabajo, que aborda no sólo desde la reiteración por subvertir los modelos visuales hegemónicos de belleza, sino también fotografiando las manifestaciones y protestas sociales de Chile en los ochenta, como hizo con “Mujeres por la vida”, asociación por los derechos de las mujeres y que también se expone en la Fundación Mapfre.

No se trata sólo de un posicionamiento concreto en cuestiones de género sino también de clase, como se observa en la serie “Mujeres de Chile”, que realiza a principios de los noventa y en la que retrata a mujeres de oficios distintos como limpiadoras de carbón, una maestra rural, una mujer buzo, una monja o una cuidadora de un cementerio, entre otras. Errázuriz se compromete con las causas que fotografía, dignificando en cada imagen los oficios de cada una.

La marginalidad, esa cuestión tan peliaguda y cambiante, que depende de cómo se vayan definiendo los modelos en distintas épocas, es algo que se denuncia en series como “El combate contra el ángel” (retratando a boxeadores en momentos de vulnerabilidad y agotamiento, cuando es posible cuestionarse la masculinidad aparente de este deporte), “El circo” (con personajes alejados del colorismo propio de las representaciones del circo, recuperando y poniendo en valor la cotidianidad de quienes hacen del circo su profesión) o en “El infarto del alma” (donde fotografía a internos del Hospital Psiquiátrico Philippe Pinel de Putaendo sin caer en una visión miserabilista, con imágenes cariñosas donde distintas parejas sentimentales de internos intercambian gestos de ternura y amor).

 Compadres, Santiago, de la serie Personas, 1987. ©Paz Errázuriz.

Compadres, Santiago, de la serie Personas, 1987. ©Paz Errázuriz.

En cualquier caso, Paz Errázuriz intenta subvertir lo que se le impone: no fue admitida, en un primer momento, a fotografiar a boxeadores por tener vetada la entrada las mujeres, y fue precisamente esta exclusión la que incentivó su deseo de mostrar cómo se construye la masculinidad, y cómo, al final, es todo mascarada. En otras series suyas, como las realizadas sobre la prostitución, la moral hegemónica es dinamitada desde dentro, con nuevas aportaciones visuales que se alejan de lo miserable o lastimero, rompiendo una lanza por la dignidad y la cotidianidad de estas mujeres, en momentos de complicidad que no vemos.

La exposición de la Fundación Mapfre nos permite conocer mejor el trabajo de Paz Errázuriz en un recorrido para ver con calma, sin prisa, pausado y con detenimiento. La cantidad de propuestas diversas a lo que esperamos ver nos sobrecoge y nos obliga a pensar sobre cuestiones como la norma, lo hegemónico y quien lo fotografía. Errázuriz es capaz de implicarse y denunciar situaciones denigrantes sobre colectivos distintos (prostitutas transexuales, ancianos en residencias, enfermos mentales, etc.) siendo a la vez amable en el trato, en el compromiso y en el resultado fotográfico. Las imágenes que vemos nos dejan una herida abierta porque nos enseñan la dulzura de lo diverso, crean un imaginario alejado de estereotipos y ponen en primer plano la cotidianidad de cualquier grupo.

Podríamos resumir la obra de Paz Errázuriz como un intento incansable por retratar las representaciones no hegemónicas y que se alejan del canon establecido, haciendo de lo extraño, habitual, de lo no hegemónico, belleza. Una belleza que sólo puede fotografiar quien se implica desde dentro, quien vive lo cotidiano de aquellos (tantos) que la norma no incluye.

Paz Errazuriz Mago Karman de la serie El circo