‘En el tiempo’ es la exposición que se puede ver en el Museo ICO de Madrid hasta principios de septiembre y que recorre la trayectoria del fotógrafo navarro Carlos Cánovas. En esta entrevista de Bea S. González, recorre la exposición y sus motivaciones fotográficas.

El Museo ICO acoge este año, dentro del Festival PHotoEspaña, una retrospectiva del fotógrafo navarro Carlos Cánovas que podrá visitarse hasta el 9 de septiembre. El trabajo de Cánovas, muy bien reflejado en esta muestra que lleva por título ‘En el tiempo’, podría definirse como un registro crítico sobre la transformación de lo urbano. Su idea sobre el medio fotográfico y su “modo de ver” también están presentes. Para él, la fotografía es “una actividad permeable a la experiencia personal, en cada lugar y en cada momento, una experiencia que puede manifestarse en respuestas diferentes”.

Carlos Cánovas (Hellín,  1941) es amable y cercano. Al igual que en sus fotografías, conversando con él puede verse su carácter tranquilo, que transmite una serenidad envidiable. Se inició en la fotografía en 1972 y a lo largo de su carrera ha realizado numerosas exposiciones y publicaciones. Su obra está presente en museos como el IVAM o el Reina Sofía.

© Carlos Cánovas

Recorremos juntos la exposición mientras conversamos acerca de su obra, su evolución personal y profesional y los retos a los que se ha enfrentado a lo largo de estos años tras la cámara. EL paisaje urbano es aquí el protagonista principal, un espacio del que le interesan, sobre todo, los lugares donde confluyen la naturaleza y la intervención del hombre. Esos paisajes localizados en los límites de la ciudad sugieren múltiples lecturas en torno a los conceptos de espacio, distancia y tiempo, conceptos que utiliza igualmente para su particular reflexión sobre la propia fotografía. Como él mismo afirma: “Lo único que hace el fotógrafo es intentar que las cosas que recogen sus imágenes reflejen sus ideas previas, y también, de manera tal vez menos deliberada, aunque no menos importante, sus dudas”.

Lo primero que llama la atención al acceder al espacio expositivo es el gran tamaño de las copias fotográficas. El formato de las imágenes permite al espectador que recorre la muestra situarse frente a lo que podría ser perfectamente un recorte del paisaje real.

Me gustaría que me hablases de tu proceso a la hora de plantear una serie fotográfica en formato expositivo.

© Carlos Cánovas

Cuando tomas la decisión de un determinado formato para las copias, estás estableciendo una distancia espectador-obra, una relación entre el que mira y la copia fotográfica. A la hora de obtener las imágenes, siempre (o casi) he preferido dejar abiertas todas las posibilidades, lo que implica la obtención de negativos (o archivos digitales) lo suficientemente grandes. Reducir el tamaño, si es el caso, siempre es posible. En cambio, aumentarlo más allá de ciertos límites implica la pérdida de ese “engaño” mágico sobre el que se asienta todo el proceso fotográfico. Para esta exposición he preferido un formato generoso, capaz de restituir –aunque sea siempre pobremente– algunas sensaciones de los escenarios que fotografié.

Dicho eso, no descarto en absoluto los formatos pequeños. Al revés, me encantan. En la exposición pueden verse fotografías de la serie ‘Tapias’ o ‘Paisajes recónditos’, realizadas en formatos muy pequeños. Propician un diálogo íntimo, casi táctil, con las imágenes, un diálogo que siempre me ha gustado. Cada exposición, como cada publicación, implica decisiones de este tipo.

Finalmente, entiendo el proceso fotográfico como un todo, desde la idea que le da origen a la exposición o publicación final del trabajo. En la medida en que se puede, intento controlar todas las fases del proceso. No siempre es posible pero, cuando lo es, intervenir en ese proceso es consustancial a la idea de “realizar” una fotografía. Entiendo otras opciones, pero a mí me gusta así.

¿De dónde viene tu fascinación por los paisajes urbanos, periféricos, donde confluyen la naturaleza y la intervención del hombre?

Es una pregunta que me hacen y me hago a menudo. Desde una perspectiva biográfica, he vivido siempre en distintos lugares de la periferia urbana, y he atravesado esos escenarios una y otra vez, desde niño, para ir y volver a la ciudad. Desde un punto de vista más fotográfico, mis imágenes tienen algo de rechazo. Rechazo de un paisajismo natural “bello” y sublimado, rechazo del momento decisivo. Esas cosas estaban muy en boga cuando llegué a la fotografía. Mis imágenes tienen que ver con espacios intersticiales y momentos demorosos, lentos. Yo diría “espacios de tiempo”, mejor que momentos. Hoy, un planteamiento como este no es demasiado sorprendente. En los primeros ochenta “chocaba” bastante.

© Cárlos Cánovas

He de decir que tu forma de fotografiar para mí tiene mucho que ver con “la mirada del arquitecto”. Imagino que esto ya te lo habrán planteado antes…

Sí, me lo han planteado en bastantes ocasiones. No soy un fotógrafo de arquitectura. Si acaso, se me podría considera un fotógrafo de espacios urbanos o semiurbanos y, naturalmente, en esos espacios hay arquitecturas. Casi siempre se trata de construcciones de escaso valor arquitectónico, que a menudo han permanecido en esos lugares contra pronóstico. La fotografía de arquitectura tiende a ser eso que llamamos “fotografía de producto”, suele estar hecha a base de convencionalismos para cantar las excelencias de este o aquel edificio. Tiene su lógica y, desde luego, es evidente que hay magníficos profesionales en ese campo, pero no me interesa mucho.

Tengo una inclinación mayor por los espacios vacíos entre los edificios, por las zonas-límite donde esos edificios no “determinan” demasiado. Basilico hablaba de una “experiencia” del lugar. Eso implica una vivencia. Era un fotógrafo más arquitectónico, sin duda. Yo prefiero utilizar el tema “conciencia” del lugar. Esa conciencia la identifico a menudo en un solar, en un “terrain vague”, en un descampado, sin necesidad de arquitectura.

En todas las imágenes tratas un horizonte lejano y a la vez muy presente. La estructura visual, la composición, son muy significativas. ¿Cómo manejas este tipo de recursos a la hora de enfrentarte a una toma?

Se trata de un tema complejo, que no siempre me es posible explicar de un modo convincente. Pienso sinceramente que no hay muchas diferencias al respecto entre la obra en blanco y negro y la obra en color. Nunca he creído mucho en normas de composición o cosas por el estilo. En cada lugar, en cada escenario, hay un punto que reconozco de un modo intuitivo. Supongo que a ese punto se llega desde la práctica y la formación. Si no encuentro ese punto estoy incómodo, percibo que la fotografía no va a funcionar, o eso creo. Extenderme en cuestiones de composición, de masas o pesos de los elementos de la imagen no tiene sentido.

© Carlos Cánovas

El horizonte, lo he expresado alguna vez, es siempre la referencia última de cualquier paisaje. Como dices, puede ser lejano, incluso no verse, y estar muy presente. Con una cámara nivelada, tiende al centro. Quedan masas arriba y abajo que pueden parecer excesivas. Esos excesos, sin embargo, forman parte del juego.

Tus imágenes de ‘Paisaje sin retorno’ transmiten una añoranza hacia la pérdida de un territorio que está muy próximo a modificarse hasta desaparecer. Situado frente a cada una de ellas se percibe un tiempo y un espacio congelados, pero, a la vez, las largas exposiciones hablan de movimiento (en el agua, en las grúas del puerto), de una vida que no ha finalizado aún. ¿Cómo te enfrentas a un proyecto fotográfico?

Naturalmente las decisiones a tomar son diferentes ante cada proyecto. En la exposición en el Museo ICO hemos querido contraponer, en la sala mayor, dos trabajos, ‘Paisaje sin retorno’ y ‘Séptimo cielo’. No es casual. Esa contraposición lleva implícitas algunas respuestas a tu pregunta. ‘Paisaje sin retorno’ nace como consecuencia de un par de trabajos de encargo. Se trataba de documentar fotográficamente, de un modo personal, lugares llamados a desparecer o a transformarse drásticamente, es decir, lugares que iban a perder su “personalidad”.

© Carlos Cánovas

Todo el trabajo estuvo presidido por un aire “nostálgico”. Aun cuando los cambios fuesen supuestamente para bien, lo cierto es que la serie habla de la desaparición de un paisaje físico y, junto con él, de un paisaje anímico que tampoco regresaría. Recuerdo que se habló, en su momento, de la “muerte de un paisaje”. Esa agua, esos humos o esas grúas que se mueven, los viví como algo agónico. Si hay una poética en todo ello, ha de ser sombría.

Por su parte, ‘Séptimo cielo’ es un proyecto personal, sin límite de fecha, que en la actualidad sigue en curso. Son fotografías hechas todas ellas en los alrededores de mi casa. Se trata de registrar los espacios –muchas veces banales– del día a día en una zona mixta entre lo rural y lo residencial y limítrofe, cambiante a un ritmo bastante lento.

El propio volumen que ha adquirido el trabajo me ha llevado a capitularlo: límites, tiempos climáticos, enclaves, signos. La serie es acumulativa, no tan dramática como ‘Paisaje sin retorno’. Aquí, esa poética se acerca más, como he indicado alguna vez, a la idea de “errancia”. Errar por el mundo de lo cercano, de lo próximo, de lo “propio”, reconocer esos tiempos, esos signos y esos enclaves, y separarlos uno a uno, cada vez, de su fluir constante. La naturaleza de cada proyecto, en fin, determina en buena medida sus propias estrategias, y debería hacerlo desde el sentido común.

© Carlos Cánovas

Quisiera preguntarte por los proyectos que tienes ahora en marcha y saber cuáles son tus próximos retos.

Como decías al principio, esta exposición en el Museo ICO recoge una panorámica de mi trabajo en relación con lo urbano desde 1980, pero evidentemente hay otras series que aquí no se muestran, como las dedicadas a las plantas (‘Plantas dolientes’, ‘Para una pared’ o ‘Vida secreta), series abiertas, en especial esta última, en las que sigo trabajando. Por otra parte, hay dos series más que me ocupan habitualmente. En la primera de ellas intento establecer una relación entre las imágenes que hago y las reflexiones que me sugieren, o de las que nacen (‘Y palabras’). Es una serie bastante transversal. En la otra (‘A propósito’), los elementos parásitos que suelen acompañar, en cualquier exposición, a las fotografías (sombras, reflejos, angulaciones, recortes, relaciones con el entorno, etc.), me sirven para proponer una relectura de otras fotografías, en general bastante conocidas. El trabajo va de la admiración a la revisión de imágenes que han llamado mi atención.

En otro orden de cosas, quiero publicar una serie de pequeños textos (cada uno de ellos desarrollado en cuatro breves párrafos), en los que vengo trabajando desde hace tiempo. Son reflexiones personales sobre el hecho fotográfico que quiero compartir o, mejor, proponer. Al fin y al cabo, todo el trabajo de un fotógrafo, de un artista, tiene el carácter de una propuesta. No más, ni menos. Hay otros proyectos, pero no quisiera cansar. Como todo lo que hago, tienen que ver más con el deseo de penetrar en mis propias obsesiones que con seguir la estela de la novedad. “Imos vendo”, dicen los gallegos. El hecho es que no me aburro.

© Carlos Cánovas