‘Y tú, ¿por qué eres negro?’ de Rubén H. Bermúdez forma parte de la exposición que se puede ver actualmente en el Caixaforum de Barcelona titulada ‘La nueva imagen documental’, que reúne a los ganadores de la 20 edición de Fotopress. El proyecto ha sido publicado en un fotolibro con el mismo nombre, en el que el autor habla de negritud y racismo desde su historia personal. Roberto Villalón entrevista al colaborador de Clavoardiendo.

Hace dos años conocí a Rubén H. Bermúdez en un visionado. Fue en el fugaz Alibaba de Murcia. Se sentó en la mesa y fue mostrándome las fotos que había recogido. Comenzaba contando cómo desde que era un niño había tenido que contestar a una pregunta de forma contínua: ¿Por qué eres negro?. Tenía fotos de su álbum familiar en las que él aparecía como un elemento extraño (su familia es blanca) y muchas, muchas imágenes en las que aparecían negros representados de mil maneras: el negro de los Conguitos, el negro disecado de Bañolas, imágenes del Cola-Cao…

Por un lado fue fácil identificarse con él. Tengo familia negra, mi cuñada y mis sobrinos. Además, yo soy gay, tengo claro que «pertenecer» a ciertos colectivos tiene sus peajes, sus salidas del armario. Y hablamos de ello, y de cómo se nos exige «perdonar» a los otros por sus «torpezas», aunque nos puedan hacer mucho daño.

No sé si en esa ocasión fui demasiado torpe, no soy negro y no puedo imaginar realmente lo que se vive siendo negro en España; pero yo vi humor en aquello que él me enseñaba. Me parecía una buena estrategia para hablar de un asunto que nos puede resultar desagradable. El proyecto no deja de ser un espejo que Rubén nos pone, y la imagen que nos devuelve no es bonita. Ahora que he visto el libro, creo que la risa hubiera convertido en homeopatía un mensaje que es brutal.

Y tú, ¿por qué eres negro? Era una pregunta que le hacían una y otra vez. Llegó un día en el que esa pregunta se la tuvo que hacer así mismo.

Rubén es un tío flaco, guapete, con una sonrisa encantadora. Es un arma que utiliza, es coqueto, aunque intenta pasar desapercibido. Prefiere parecer despistado y no mostrar sus cartas. Tiene un poso de gravedad, de responsabilidad, tal vez resultado de ser un hombre inteligente, de saber que la vida no es como sale en las series familiares de la tele. Una calle soleada de Lavapiés y unas cervezas sirven para tener esta larga conversación, una de mis «entrevistas jabonosas». Mi miedo es no conseguir transmitir lo que creo que se merece este trabajo.

Y tú, ¿por qué eres fotógrafo?

Siempre me ha gustado la imagen, los videoclubes me flipaban de pequeño. Cuando tenía veinte años estaba empezando como diseñador gráfico y al poco acabé en una multinacional donde el ambiente era terrible y me apunté en una escuela de fotografía, EFTI, como vía de escape. En EFTI hice el curso analógico y conseguí una beca para hacer su máster. Ahí estaban Ciuco, Bea, Oriola, un Valbuena rabiosamente joven, Momeñe, gente así. Y los compañeros. Imagínate, te mueven todo. Así que cuando acabé el máster dejé el curro e intenté ser fotógrafo. Y al final la foto está en todo, me relaciono con el mundo así. Me da acceso a cosas que no me atrevo a hacer.

¿Como cuáles?

Por ejemplo, ir a un desahucio me daba mucho miedo. Pero tener la excusa de ir a hacer un reportaje, o algo así, me servía para acudir. Luego allí no hacia fotos, ni sacaba la cámara. No entendía muy bien esa avalancha de fotógrafos centrando el foco en el sufrimiento.

No sé, la foto me sirve para opinar lo que opino.

¿Qué tipo de fotos te gusta hacer?

Siempre me ha gustado hacer retratos. En la escuela estaba flipado con August Sander, con esa distancia. También me gustaba mucho Katy Gannan, Alec Soth o Rineke Dijkstra. En la escuela tenía cerca a Alessia Rollo y aprendíamos juntos.

Ahora me gusta hacer pantallazos, la verdad. Cada vez me cuesta más hacer fotos. Con los móviles y todo esto es extraño que yo saque mi cámara a no ser que tenga que currar y el cliente necesite que el fotógrafo lleve una cámara buena o algo así. O bueno, para documentar al final la llevo a algunos eventos. Tengo una sin espejo, que no es muy aparatosa, pero definitivamente uso más el móvil. Ya no me apetece tanto el retrato.

Curiosamente la fotografía te sirvió para acercarte al mundo y es como si ahora fotografiar te alejara o te separara de él.

No. Tampoco es que me separe. Es que igual no me divierte tanto. Ahora me imagino llevando el trípode, la cámara y haciendo todo el ritual y no me apetece. Hasta en las entrevistas que hago con Clavoardiendo acabo pidiendo el móvil al entrevistado. Y sale bien.

También es cierto que este año trabajando con la presión de una beca, y de hacerte público, he estado muy obsesionado y no he podido disfrutar del hecho de hacer fotos en sí mismo, porque sentía un “tienes que hacer las fotos que tienes que hacer, Rubén”. Últimamente paso el rato mirando Olympus y Konicas viejas y pequeñas de segunda mano.

¿En qué momento te planteas que vas a hacer un proyecto personal?

En el profesional de EFTI te enseñan a revelar, positivar, a mirar, pero no dejo de hacer fotos callejeras casuales hasta que Ciuco me come la cabeza sobre el proyecto personal, el yo, y el no sé qué. El año del máster de EFTI me cambia la vida. Es una implicación total, la foto es la vida y la vida es la foto. Y es cuando empiezo a coquetear con proyectos personales.

¿Cuándo comienzas ‘YTPQEN’?

Fue un fin de semana. El sábado tuve un taller de fotolibros donde estaban Ana Zaragoza, Andrés Medina, Elisa Miralles, Oscar Cánovas, Gustavo Alemán, y gente así, todos con unos proyectos de fotolibros estupendos. Yo ni sabía lo que era eso. El domingo fui al Vicente Calderón después de mucho tiempo y además para ganar la liga. No pasó, claro, y volví andando desde el Paseo de los Melancólicos hasta Lavapiés. Es allí donde otro negro, Abuy, un activista panafricanista, me saluda y pregunta de dónde soy y que por qué soy negro. La pregunta, que viene a ser el lema de mi vida, es la primera vez que me la hace otra persona negra de manera tan directa. Hablamos de esclavitud, de España, de mis apellidos, y había orgullo y reconocimiento en ello. Esto me agita brutalmente y esa misma noche abro un blog que se llama ‘Y tú, ¿por qué eres negro?’, con la idea de hacer un fotolibro como los que había visto en el taller, algo que veía bastante lejano.

¿Y aquello qué genera?

A todo el mundo, cuando se lo cuento, le parece un proyecto interesante. Lo empiezan a ver negros y negras y me escriben. Gente que no conozco de nada me da información de sus vidas, de experiencias. Es muy bien acogido, parece que el blog es un buzón de todo lo que tenga que ver con la negritud y la gente me inunda a cosas.

La buena acogida del blog me hace creer en el proyecto y me convence de que tengo que trabajar en ello sí o sí. Y además, convocatoria que mando, convocatoria en la que al menos soy finalista. Los pasos vienen y pierdo el control pronto.

El blog me servía como una especie de apuntes visuales, aunque al principio trataba de que fuera útil para alguien. Y aunque lo mantengo, pronto se ve sustituido por Instagram.

¿Qué aporta Instagram diferente del blog?

La comunicación con otras personas. El blog es un Tumblr y no genera interacción. No puedes medir qué comunica, qué nos divierte, ni tampoco te pueden llamar guapo ni que te digan que lo que haces mola. Ni crea lazos.

Además, en el blog me sentía algo rígido, sentía como que había que hacer las cosas bien, sobre todo al principio. En Instagram me siento bastante libre y me da un poco igual todo. Esto genera apuntes de cosas que me interesan, fotografiadas de manera no tradicional, y que están ordenadas cronológicamente. Con todo lo que fotografiamos, esto es mucho.

¿El trabajo te lleva a una investigación visual y una investigación histórica?

No lo sé. Nunca he tenido un plan establecido, sino que el viaje ha sido bastante caótico y tampoco he hecho nada por evitarlo. En un primer momento me interesaba más la parte biológica, de dónde vienen mis rasgos, lo que si mis padres son blancos y todo esto. Pero no me da mucho recorrido, no tiene demasiado valor. Sólo se queda en una anécdota familiar. Y, además, ¿quién soy yo para hacer pública a mi familia?

Empecé a investigar el imaginario que hay en España relacionado con lo negro. O eso creía, ahora Olmo dice que yo trabajo con el imaginario que me ha afectado a mí, que estaba manejando un grupo de imágenes creciente que habla de mi biografía. Y lo acepto, creo que es así. Me ha costado mucho, pero mucho, verlo durante el proceso. La sensación de fraude siempre me rondaba. También hay una cuestión estética, siempre pensaba en términos de que esto al final tenía que ser un fotolibro. Te imaginas dobles páginas y cosas así.

Tu trabajo habla de la negritud, pero también de cómo se construye la imagen. No somos conscientes de la carga que hay en cómo se muestra a los negros en nuestra sociedad.

Las imágenes son ideología. Desde mi punto de vista, la sociedad occidental, entro otras cosas, se basa en el racismo. Y claro, el imaginario que produce esa sociedad es absolutamente racista, el racismo es estructural. Es así desde hace cinco siglos. Es fácil seguir la pista de dónde viene el negro del whatsapp o el término negrito.

Las imágenes nos construyen, es evidente. Como lo es el relato que se ha hecho de las personas negras, que es terrible. En la sociedad en la que yo vivo todo está hecho por y para blancos, Chimamanda lo explica muy bien. Eso se ve en las imágenes que veo y vivo todos los días.

En este libro optas por no hacer fotos y eliges dos líneas que, a grandes rasgos, son cómo se presentan los negros en nuestra sociedad, dividido en diferentes capítulos, y otra en la que recurres a fotos del álbum familiar, en las que apareces tú . Y en ambos casos hay una apuesta. Dentro del diógenes que has generado has hecho una selección. ¿Cómo describirías esas imágenes?

Ha sido muy complicado encontrar un hilo conductor que pudiera aglutinar mi discurso, que además no tenía claro. Y tenía una fecha límite. Me generaba mucho agobio. En un momento determinado hablo con Verónica Fieiras, que siempre ayuda, y me recomendó hablar con los Koln Studio, que son diseñadores. Con ellos tengo una química muy buena, y trabajan de manera muy intensa conmigo. Sobre todo hay un curro de hablar mucho, y de pensar en término de expo. Que con la beca tienes que hacer una expo también, un lío.

Con el nivel de agobio muy alto decidí alquilar una casa y encerrarme para escribir. Son cuatro días. Los dos primeros los paso releyendo y transcribiendo lo que había estado subrayando durante años. Me pregunto mucho qué tipo de autor quiero ser. Releo casi del tirón ‘Como escribir claro’ de Jordi Colomé y ‘Entre el mundo y yo’ de Ta-Nehisi Coates. Con todo esto voy generando bloques de ideas, que después voy asociando a mis anécdotas personales. No sé cómo, salió algo con lo que estaba cómodo y es cuando podemos hacer la edición fotográfica.

Entonces comienza un ping-pong con los chicos de Koln St. hasta que encontramos el tono adecuado, los ritmos. el tipo, las imágenes definitivas. Su implicación es total, pero total e incondicional, mucho, aunque al final era yo el que tenía que tomar las decisiones como autor.

¿Cuáles fueron?

Me marqué varias líneas rojas. En aquella casa sentía a mis amigos negros a mi alrededor. El texto de Ta-Nehisi Coates, una carta de un padre a un hijo afroamericano, me hizo ver que ese era el tono. Las personas negras no necesitamos otra historia de sufrimiento y allí estaban mis amigos para recordármelo. Entendí que me dirigía a ellos. Eso fue clave. Y las decisiones, todas, venían desde ahí.

En un sentido más formal me interesaba la sencillez y la austeridad, huir de la espectacularidad todo lo posible.

La historia personal es muy importante, desde el título, el texto y muchas de las imágenes. ¿Contándolo desde la primera persona el mensaje llega más lejos?

Al principio, incluso cuando me dan la beca, mi historia tenía algunos puntos en común con Raíces, la serie sobre la historia de un descendiente de Kunta Kinte. La idea de que desde lo personal pudieras hablar de cosas más complejas me gustaba y sabía que comunicaba. Aunque siempre había un punto de miedo del poco interés que podrían tener mis anécdotas, pero, ¿acaso tengo legitimidad para hablar de otra cosa?

Con lo de Fotopres tienes reuniones y, en una de ellas, Nicolas Combarro, también becado, me dice que el proyecto es potente, pero que lo es a partir de mí, que me entere ya. E Iñaki Domingo también me insistía por ahí como tutor. Lo sumas todo y estaba claro que sólo podía hablar desde el yo, además ya no había tiempo para hacer otra cosa. Y desde el yo te sientes bastante libre, puedes ser honesto y opinar.

¿Dirías que el resultado es político?

Lo político es personal y lo personal es político. Es un trabajo político desde el principio hasta el final. Qué es ser negro es una construcción política. El racismo no es una cuestión moral, es política. De poder.

¿Has tenido en cuenta otros trabajos?

Me marcó muchísimo, previo a la idea del proyecto, un libro. ‘The Disappeared’ de Verónica Fierias, me pareció un puñetazo en la cara. Demoledor, emocional, directo, austero. Brutal. Para mí es un antes y un después. Ser Sangre de Iñaki Domingo me sorprende, no es una gran voz ni cuenta nada especial, eso me mola y también me impacta. Sigo a Olmo Gonzalez en redes y veo lo que hace con Ruido Gris, mientras trabaja en un periódico y me flipa, también me explota en la cara. El posicionamiento de Daniela Ortiz en 97 Empleadas Domesticas y todo su trabajo en general me obliga a revisarme, me abre los ojos. Ahora los relaciono cuando veo mi libro.

Y me encuentro con Agnes Essonti, conectamos mucho y nos entendemos, lo afro está en el centro y nos caemos bien. Aprendemos el uno del otro y nos descubrimos cosas, Nakeya Brown, por ejemplo. La pregunta de qué pensaría Agnes de esto o lo otro está siempre presente durante todo el proyecto, me centra.

¿Qué necesidad hay de significarse como negro? Cuando cuento tu proyecto a blancos, muchos dicen: ¿por qué se define como negro? ¿No se está separando él mismo?

Eso es una trampa. Esa misma gente que te señala desde siempre, desde que eres niño, son los que te dicen: “Todos somos iguales”. Es una manera de evitar el debate sobre el racismo. A tus colegas les pondría el video de Aamer Rahman sobre racismo inverso, pero en realidad paso, no les tengo que dar muchas explicaciones.

¿Qué opinas de otros trabajos que sí igualan entre blancos y negros? Una de las grandes referencias, cuando hablamos de negritud en fotografía en estos momentos, es ‘Humanae’, de Angélica Dass. El tuyo tiene un enfoque completamente diferente.

A Angélica la contacto porque veo Desenredo en su web y me resulta muy emocionante, muy al principio del proyecto, me impacta, parecía que me hablaba a mí y eso es mucho. Desde un primer momento es generosa conmigo y me ayuda. Me hizo mucha ilusión que viniera a mi presentación y que ya tenga su libro.

‘Humanae’ © Angélica Dass

Yo creo que ‘Humanae’ es una herramienta. Y es cierto que se puede interpretar de una manera que a mí me parece peligrosa, lo del todos somos iguales del que hablábamos antes. No me mola nada cuando mis amigos comparten su trabajo en redes con ese tipo de discurso, de hecho L’Oreal lo pervierte colocándonos de colores más claros a más oscuros y bajo el lema «Because we are worth».

Pero, cuando me toca hablar de mi proyecto siempre uso ‘Humanae’ para introducir que ser negro es una construcción social y empiezo a contar mi película. No sé, creo que Angélica nos ha dado una herramienta brutal a todos y que su interpretación depende del texto que le pongas al lado.

Mi trabajo es más íntimo, me vuelvo más vulnerable, y así puedo opinar más alegremente. Al final el proyecto te domina.

Tu trabajo para mí tiene una clara conexión con trabajos como el de Daniel Mayrit ‘You Haven’t Seen Their Faces’ que abordan cuestiones sociales, junto a cómo se representa en los medios a diferentes colectivos. ¿Estás de acuerdo?

Sí. El trabajo de Mayrit es un flipe, ‘You Haven’t Seen Their Faces’ es brutal, y también estaba por ahí cerca dando consejos. Aunque igual mi primerísima persona distancia un poco nuestros trabajos. Dani trabaja con Veronica Fieiras, otra vez, y ella me enseñó ‘Becoming Simone’ de Alessia Bernardini al mes de abrir el blog. Se trata de un viaje de la vida de una persona hasta convertirse en lo que es. Ahora me doy cuenta de que eso ha estado ahí todo el tiempo.

Leer ‘La Furia de las Imágenes’ de Fontcuberta o ‘Los condenados de la pantalla’ de Hito Steyerl me ayudaba a gestionar las dudas sobre el archivo que tenía que era, como lo que hace Dani, rollo imagen pobre.

De hecho, has recurrido a un autorretrato sin utilizar imágenes propias.

Me preocupaba todo el rato el no haber hecho fotos, tenía un archivo brutal pero no había hecho nada en ‘plan serio’. Tengo una lucha interna un poco rara con esto. Al final tengo una archivo descomunal, una experiencia personal, y una fecha de entrega que me hace tomar decisiones.

¿Tu libro es para negros?

Está dedicado a las personas negras, así lo pone en él. Es como la carta de Coates a su hijo, he tratado de hablarle a otra persona negra y de no hacer concesiones al ‘hombre blanco’. En plan, líneas rojas.

Es agradable cuando un profesor de filosofía blanco dice que se lo lleva a una clase para hablar de racismo, o cuando un amigo blanco dice que entiende algo, pero no puede competir con la sensación que tengo cuando una persona negra lo muestra con orgullo, como propio. Es así.

Una amiga a la que le regalé el libro me dijo que era de las pocas veces, o la única, que había sentido que un libro se dirigía a ella directamente. Lloré, claro. Es eso. Es pública, pero es una comunicación íntima.

Para mí, una de las virtudes de tu libro es que no es sólo un libro de fotografía. Es un proyecto que mira a su mundo y que, incluso antes de que llegara a solidificarse en un libro, están pasando cosas.

Como te decía antes, gracias a la fotografía me atrevo a ponerme el traje de superhéroe. El proyecto me sirve para cambiarme a mí, y de alguna manera es mi viaje para diluirme en lo colectivo. Que ya estaba ahí antes que yo. Estoy implicado en el Espacio Afroconciencia, que creo puede ser una buena herramienta para el encuentro de las diferentes comunidades de la comunidad. Si hay una forma de luchar contra el racismo es desde lo colectivo. Otra amiga decía que el libro es otra herramienta más para pensarnos, y me gustó la idea.

Este proyecto te lo ha becado una institución blanca. Lo vemos los blancos, hasta te lo compramos los blancos y lo alabamos en redes.

Incluso esa institución tiene pasado esclavista, ¿qué no lo tiene en Occidente? Al principio mi entorno blanco me decía: “Vas a hablar de esclavitud, qué guay”. Pero cuando empiezas a hablar del racismo estructural, enseguida su reacción es decir que: “yo no soy racista” y repetirlo hasta la extenuación. Es no entender nada, como si la opresión no fuera colectiva. Se te ponen 14 a 1 a decirte cómo te tienes que sentir o cosas así. Hay gente que no va a pasar de ahí nunca, y otra gente que empatiza y quiere entenderte. A veces algún fan blanco te dice que le flipa el proyecto y que le encantan los negros. Es que lo leéis desde otro sitio.

No voy a negar que me gusta que tenga buena acogida, que digan que es un buen libro gente que admiro como Julian Baron, Paco Gómez, o gente así, pero me preocupaba mucho más que iban a pensar Esther, Yeison o Agnes. También me preocupa que a nadie le moleste, o haber hecho una cosa demasiado domesticada. Pero bueno, el libro sale de imprenta y se pierde el control.

¿Tienes algún miedo en ser etiquetado como el fotógrafo de la negritud?

No. El trabajo por el que alguien me puede conocer es por Y tú, ¿por qué eres negro? que trata de mi negritud, tiene lógica. Me pueden relacionar con fotógrafos o con escritores como Paco Zamora y su Cómo ser negro y no morir en Aravaca, por ejemplo. Estaría bonito verlos juntos en una biblioteca.

¿Y cuál es tu futuro inmediato?

No lo sé. Me tengo que ganar la vida. Mi entorno me ayuda a sobrevivir de manera constante, es una ruina, y necesito generar dinero. La oficina me da pánico y me mola ser profe, creo que se me da bien. Ojalá pueda. Y de proyectos, no sé, ya vendrán, supongo.

¿Quién es Rubén ahora?

Con el libro hecho estoy más seguro. Cuando te dan una beca importante es más fácil decir que eres fotógrafo o artista sin que se rían en tu cara. También supongo que me conozco más y que esta exploración de mi negritud me hace ser más yo, con menos máscara.

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