Atilio Doreste es un caminante, que busca por senderos no transitados, lo que le lleva a transitar entre diferentes disciplinas tan variadas como la fotografía y la música. Profesor, investigador, creador, es el protagonista de la nueva entrega de Foto Sauvage, la serie de Goyo Villasevil sobre artistas que han hecho de su vida un arte.
Llegué a Atilio Doreste (Las Palmas, 1964. Vive y trabaja en Santa Cruz de Tenerife) por Instagram cuando la red social comenzó allá por 2010. La impresión inicial fue que un aficionado al Trespass(colarse en lugares prohibidos y abandonados) se había hartado de ver y experimentar lo de siempre y de fotografiar lo de siempre, se había vuelto medio loco y había empezado a fotografiar rastrojos, desechos de constructos humanos abandonados, monolitos de la estupidez humana y la estupidez humana en sí misma concretada en personajes fuera de lugar. Como si el fotógrafo, de tanto fotografiar, se hubiera pasado de rosca y se hubiera especializado en captar comportamientos humanos disonantes.
Por supuesto, algo de eso había, pero al investigar resultó ser mucho más que eso. Encontré el trabajo artístico de un académico que crece en el terreno del arte sonoro y que se desenvuelve no solo en territorio abierto y salvaje, sino en espacios artísticos convencionales como salas de arte y festivales, en la documentación exhaustiva y la investigación en procesos, métodos y acciones tanto sonoras como fotográficas.
Resultó ser el trabajo artístico experiencial de un caminante incansable que se mueve a la deriva en el territorio, en los no lugares, entre la tradición compositiva y la ruptura espacial y que a veces complementa lo que le falta a la imagen sonora con la imagen fotográfica; o no. Atilio Doreste hace que los espacios resuenen y que el territorio brille más que los humanos. Se considera un artista sonoro y a la vez fotógrafo, y sabe discernir cuándo una fotografía lo es, y cuándo no llega a serlo.
A mí ambas posibilidades en su trabajo me atrapan, ya que se basan en la cotidianeidad, y eso las hace más grandes todavía.

Atilio, lo primero que necesitaríamos saber es cuál es el detonante que te motiva a andar y si podríamos definir tu trabajo como Land Art.
Supongo que te refieres a cual es mi motivación personal, y no es la de obtener las propias fotografías, sino introducirme en el campo de la deriva metodológica y la experiencia como una parte fundamental, aunque no la única, del proceso creativo. No es el producto vaciado del proceso, sino el camino en la plena vivencia del momento presente y abundante. El Land Art es un movimiento concreto entre los movimientos artísticos contemporáneos. Aunque reconozco esa referencia histórica, es una forma que me suele resultar altamente molesta, especialmente en actitudes frecuentemente pretenciosas, decorativas, impostadas, de mal gusto, superfluas… Es necesario desarrollar un sentido de la estética de menos apego y más abierta, donde se reconoce que ya la evolución natural de las cosas, los elementos, y el tiempo en sus ciclos, es difícilmente superables por cualquier instalación, incluidas aquellas de origen antropogénico que no traen voluntad de propuesta artística: las inconscientes que son exclusivamente atendidas por sus cualidades expresivas ante nuestros sentidos. No pretendo ser ejemplo ni imponer esta idea, es tan sólo la actitud personal.

¿Llegas a la fotografía como necesidad de documentación? ¿Es la foto un complemento del sonido?
La fotografía puede ser un reporte del momento, un complemento del registro de tal experiencia, y un objeto artístico resultante con su propia realidad. Como obra física, termina plasmándose en un cuerpo concreto e impreso con medidas y cualidades materiales, ya sea en el contexto de una colección seleccionada y ajustadas a fines, o como unidad. Este sería el destino final de la obra. El resto, en su realidad digital, entra en el campo de lo virtual, lo imaginario, lo eternamente provisional, o los tecnológico como un matriz virtual de potencia para lo anterior. Como herramienta que completa la experiencia sensorial cristaliza en imágenes que conforma esa “librería personal” en una manera multidisciplinar de entender tal proceso creativo. Es importante saber que, aunque este tiene una evolución lineal en el espacio y el tiempo en lo que podemos considerar como un espacio creativo, trasciende a un “no tiempo”. Un espacio. Una visión de tipo holográfica que pude ser leído en cualquier dirección y sentido. Lo que queda expuesto a un potencial público es la punta del iceberg, y es su capacidad de lectura (cultura visual) puede vislumbrar aquel fondo. También puede quedarse en la superficie, esto es lo común.

Entonces, ¿Cómo se complementan imagen sonora y fotográfica?
Dentro de esa realidad de múltiples facetas técnicas, lo visual es una parte que describe, expresa, o manifiesta, según su realidad limitada frente a un pack audiovisual o foto-fonográfico. Lo interesante de la fotografía es lo que “no es”. Deja un espacio, o vacío, que se sincroniza con esa realidad creativa que aporta el espectador. Es una especie de reflejo dispuesto a ser completado, de la misma manera que lo interesante de la fonografía es lo contrario. Todo se tiende a completar y a armonizar. Incluir el aspecto visual, en este caso, lo encierra y limita. Cada una de las vertientes tiene su propia manera y lenguaje según una eterna dialéctica, suponiendo esta, una verdadera herramienta para la creación. El peligro es confundir la función de cada formato expresivo como aporte para una total verosimilitud, que fuera inmersiva y descriptiva, o meramente virtuosa y efectista.
Háblanos de cómo te sitúas durante tus derivas por el territorio en relación con los ocupantes humanos que vas encontrando.
Lo difícil para un artista es introducirse en los espacios, dejarse afectar por aquellas manifestaciones estéticas encontradas (no buscadas), y al mismo tiempo que tener la distancia analítica para identificar “la escena”. Al final siempre estamos solos, lo otro es pura ilusión.

En contra de lo que se parece animar en instituciones públicas dedicadas al Arte, lo social entra en conflicto con la obra original, ya que me parece que es un trabajo que tiene que tener la mayor independencia y el mayor esfuerzo consecuente. Salirse del grupo es una obligación, pero eso no significa distancia física. La fotografía, como los otros formatos, es un camino relacionado con la intimidad, la soledad y el trabajo. Esto curre, por lo menos, hasta que concluya cierta cristalización de la obra.
Lo que encuentras en esas derivas siempre es un reflejo de ti mismo, y habrás de moverte, componer, y decidir el clic, desde la distancia justa que te lleve esa resonancia. La pulsión y afección te lleva a determinados temas recurrentes, pero las lecturas siempre son posteriores. Ir al paisaje con pretensiones intelectuales es de lo más pretencioso a la vez que frustrante. Lo interesante de esas figuras que fagocitan el terreno son las escenas que producen, y como complementan el lugar en sus poses, gestos y posturas inconscientes. Ciertamente me molesta lo gregario, pero no es la mía una actitud el enfoque icónico, sino la de atender a relaciones resonantes entre las partes que configuran el paisaje. La música muda que escucho en la imágenes tal como la imagen ciega de los sonidos.

A menudo en tus fotos los seres humanos aparecen en lugares donde no se les espera. ¿Hemos llegado más lejos de lo que deberíamos?
No me planteo esas cosas. Pero sí te puedo decir que entender las limitaciones físicas es el primer paso para empezar a entender las leyes creativas. No se trata de descubrir el último territorio, desarrollar la técnica más avanzada o la más costosa cámara, sino el juego interior y suficiente de las partes del formato. Puesto que todo tiene “de todo”, solo necesitamos una parte para reflexionar sobre el todo. El autor es condicionado por el hábito, así que busca el contraste de lo nuevo en un falso sentido de evolución.
El fotógrafo, normalmente, tiende a complacer a un supuesto “público” deslumbrado por lo novedoso. Viaja en busca de paisajes exóticos y supuestamente inaccesibles. Pero deja de distinguir el valor de lo que tiene delante de manera habitual, de la misma manera que, mientras duermes, dejas de escuchar el tic tac del despertador, o el del tráfico habitual tu calle. Yo tengo un enorme gallo en mi huerta que sólo despierta a mis invitados.
¿Crees que el hombre es un parásito o simplemente lo que ocurre es que destruye por placer o aburrimiento?.
Es una probabilidad. La masa es como un animal con mente de colmena, inconsciente, devastador e insensible. Lo interesante son las personas reales.

También retratas tradiciones populares. Semana Santa, esta cosa de meter a las cabras en el mar, mercados de ganado, fiestas populares… ¿Tu trabajo tiene un objetivo antropológico, o por el contrario hay algo de crítica en él?
Entre las otras “realidades” de la fotografía está la patrimonial. No hay ninguna crítica, tan sólo reflejar los diversos instantes. El aspecto de la memoria y el cultural inmaterial tiene que ver mucho con eso, y comprende la vertiente investigadora de mi trabajo. Muchas veces la fotografía es tan sólo el complemento de un paisaje sonoro, una referencia visual que construye el hecho foto-fonográfico del que hablaba.
Te interesa la periferia en el aspecto territorial y de acción. ¿También en el sentido del circuito del Arte Contemporáneo? ¿Te parece el circuito del Arte Contemporáneo gregario?
Me interesa el “no lugar”, lo que escapa a lo definido, y el intersticio. Allí en donde se acumula el residuo necesario y agreste que llama mi atención. Yo llevo la acción al territorio y hago la reflexión haciendo resonar cosas, tal que pudiera activar su valor y presencia. También, si tenemos en cuenta que sólo existe lo que se nombre, hacer visible lo invisible. Pero para hacer extensivo el resultado plástico de aquella intervención, es necesaria la documentación. La fotografía retrata, en parte, la situación, pero también puede ser obra en si misma. Una cara más de aquel hecho holográfico que expresé más arriba.

El circuito Arte Contemporáneo es la realidad contextual en el fenómeno expositivo, la propuesta final si lo consideramos en la evolución lineal. Pero ahí empiezan ya mis propios conflictos en cuanto a la eterna dificultad de integrarme en esos espacios. Ten en cuenta de que mis fotografías parecen no tener un especial interés local, pues la preferencia es buscar aquello que denominaba exótico, novedoso, y esperado dentro de actitudes dentro de lo que se considera contemporaneidad. La sociedad está tan impregnada de la imagen, que difícilmente se entiende su trascendencia, al mismo tiempo que todo el mundo parece entender de esto, aunque todo sea un mero espejismo. Hace falta un mínimo de cultura visual y una experiencia crítico-histórica para poder considerar aquello que se muestra “más atrás” de la superficie, así como para tener cierto grado de empatía al proceso y no tanto los efectos.
Y sí, me parece que los espacios públicos para el Arte contemporáneos están dejándose caer en actitudes que buscan la aceptación y el éxito popular más “gregario”, ya que parece que han de funcionar como una empresa que refleje visitas y participación popular.
Salir de lo gregario en lo sonoro, evitar y retorcer la normatividad musical y los utensilios/instrumentos musicales normativos, usar para tus performances sonoras desechos y chatarra de objetos abandonados y no naturales al ser humano (aviones, barcos, coches…) que lo que intentan es suplir las carencias innatas de la especie es mucha lucha. ¿Todo esto es un grito de rebeldía?
Puede ser. Probablemente un tipo de rebeldía necesaria, pero no de una con voluntad inicial, sino con la pulsión de originalidad. Partir de un centro que no puede ser otra cosa mas que tu mismo. Tal espacio creativo como una cartografía que reconfigure tu manera de ver e interpretar el mundo, y muchos de los nodos que la constituyan pueden ser fotografías. Por supuesto que lo estúpido, y lo que tu llamas gregario tiende a ser lo más común. Es necesario huir de aquello que resulta vulgar para abrazar la experiencia del “aquí ahora consciente” por encima de lo estandarizado. Pero esto no es algo nuevo, ya hace tiempo que algunas músicas se ha fundido con el arte sonoro, y han sabido explorar los territorios hacia lo brillantemente inhóspito y abierto frente a otras concepciones reduccionistas.
¿El arte sonoro es la música en libertad?
No. El arte sonoro tiene su propia procedencia, realidad histórica, y sentido, aunque se encuentre y funda con las propias manifestaciones de los músicos. Yo sé de qué mundo y qué formación vengo, y es de las artes plásticas. No puedo llamarme músico, ni compositor, aunque haga composiciones y realice piezas de música experimental. Todo tiene un camino, origen, y tradición, aunque las barreras y fronteras estén más en terrenos de la mente que en la realidad objetiva. De la misma manera no me gusta la palabra “fotógrafo”, parece más relativo a profesiones de reportaje y reproducción comerciales que han degradado el término. Sí como artista sonoro, aunque, dado que mi concepción es más interdisciplinar, me quedo en la justa definición de caminante antes que con otra.
¿Hay en tu trabajo una necesidad de perderte, de salir de la sociedad?
En ningún momento. Eso sería un autoengaño. Mis pequeños “viajes” parten siempre de una atractiva ocurrencia o juego bastante absurdo e inútil, aunque luego recobre el sentido y esté dispuesto al serio análisis de los objetos y experiencias resultantes que son el formato en sus múltiples aspectos y realidades.

¿El azar es importante en tu trabajo? ¿Cómo ayuda el azar en tus encuentros en el entorno que te deciden a hacer una foto o realizar una performance sonora? ¿Repites paseos o grabaciones?.
El azar es un aspecto trascendental en la metodología de la deriva, o también en lo que en antropología podemos llamar la observación participante. Lo que ocurre es que puedes tener “encuentros felices”, o dar con temas habituales que están dispuestos a trasformaciones y cambios cíclicos estacionales. Generalmente la dedición del disparo fotográfico está animada por un hecho que podemos llamar de “búsqueda la rima” dentro de una poética que construye la cartografía que mencionaba. No sabes por qué quieres hacer esa foto, igual a priori no te parece de valor, pero reconoces las sensaciones que has tenido en las otras ocasiones que han producido otras de tus imágenes como eventos significativos o relevantes. Para ello has de trascender juicios de valor más intelectuales. También funciona, simplemente, fijarte en lo que te gusta y entra dentro de tus perfiles personales de lo bello.
Realizas muchas colaboraciones con otros artistas. Me gusta mucho cómo en ‘ESTANDO DE PASO‘ (buen título que habla de nuestra contingencia en este mundo) José Guillén usa 5 de tus fotos para crear 5 composiciones. Háblanos del trabajo en colectivo.
‘Estando de Paso’ es una iniciativa de José Guillén para asociar una serie de fotografías con sendos temas al sintetizador. La selección de tal imágenes ya supone parte de la propuesta. En este caso, son una serie de personajes que parecen estar de paso en lugares singulares, tal como si todo fuera una huella fugaz en que la experiencia en el sitio es siempre efímera. Al asociarla a ciertas composiciones musicales recobran un sentido renovado, y ya se acoplan inseparablemente en el resultado. Las imágenes se embeben en los sonidos y viceversa. Es un formato que es algo más que un vídeo, y algo más que una fotografía, es un feedback continuo en lo que duran la piezas cortas. Y la colaboración con otros artistas tiene ese ánimo potenciador. Generalmente he venido a dar con músicos que se aproximan naturalmente al arte sonoro y a otros formatos de expresión, especialmente en una intersección interesante de encuentro que es la improvisación registrada en audio. Creo que solo a partir de cierta madurez creativa puedes integrarte en el grupo sin problemas de disolución de identidad.

Tus retratos a personajes de tu entorno están llenos de admiración. Normalmente en poses hieráticas como si de esculturas preclásicas se tratase. ¿Por qué?
Forman parte de un juego interno que llamamos “foresgamización”, que consiste en una actitud semejante a la famosa película Forest Gump en su fotograma típico en el asiento con la caja de bombones. Pero al final todo, parte de una intención proselitista de tal “religión”. Nace de la definición de la relevancia surrealista de un lugar. Yo soy el formato y la pieza. Con la sola presencia tu conviertes la escena en obra de arte tal que fuera instalación. Es la sola presencia fluxus, vacía de signo y gesto que se salga de esa hierática pose.
¿Qué opinas del selfie?
Nada. Es el tema ese del “postureo” ¿no?. Ah bueno, más adelante explico que me gusta fotografiar gente haciendo ejerciendo ese “acto”.

¿Cómo sentiste la llegada de Instagram? Muchas fotos cuadradas en tu feed de las RRSS. Es Instagram un buen disco duro o te interesa por otras cuestiones?
Me interesa porque soy muy desmemoriado. Me funciona a modo de diario y como herramienta para fijar imágenes. Una obsesión compulsiva obsesiva de reunirlas, dando lugar a una biblioteca que se alimenta de manera sencilla y cotidiana por tener el móvil muy a mano. También de compartirlas.
Me da la sensación de que tu fotografía comenzó en formato analógico incluso en medio formato. ¿Sigues usando las cámaras analógicas?
La sigo usando, aunque últimamente menos. Tengo una gran colección de cámara antiguas que he ido probando. Algunas reflexiones sobre ese trabajo están en mi libro ‘Revelos del Paisaje’ en la Colección Cuadernos de Bellas Artes. Mi primer contacto con la fotografía fue cuando descubrí que en mi instituto de bachiller había un laboratorio fotográfico al que podía acceder. Tomaba “prestada” la Canonet QL de mi padre y me ponía a explorar los contextos de mi ciudad natal, de principios de los ochenta, que es Las Palmas de Gran Canaria. Luego, muchas horas “muertas” en el cuarto oscuro.
¿Te interesa el graffiti? ¿Actúas de forma fortuita o premeditada en lugares donde no tienes permiso?
No me gusta el grafiti, que es lo primero que infecta el patrimonio olvidado. Sí las expresiones consolidadas y en formatos definidos. Al final soy artista de “sala” y bastante doméstico. La confrontación con el dominio público y sus agentes es parte de mi reflexión y entra dentro de algunos de mis discursos. Se busca la resonancia que nace de la fricción de esos límites, así como cierta “llamada de atención”.

Comprueba algunos de mis trabajo como ‘Dog in the Cave’ en el sello Green Field Recording, ‘Shifting Boundaries’ en el sello Audiotalaia, etc. El culmen de esta situación fue en el festival Eufònic 2016, cuando en el trascurso de una performance pública, los dueños de la máquinas de agricultura abandonadas y percutidas en los márgenes de su propiedad, acudieron alarmados y agresivos a detenerme sin demasiado éxito. Los gritos y gestos de aquellos complementaron exitosamente la actuación. Fue un resultado perfecto de aquel proyecto de residencia en el Delta del Ebro.
¿Pides fotos a otros fotógrafos para las portadas de tus composiciones / performances sonoras?
No.
¿Cuál es la última foto que has hecho? Explícala un poco, por favor.
Para ello debería explicarte que considero “fotos” aquellas que se integran en la colección significativa de nodos y eventos cartográficos creativos. Por eso mi última foto no es la última. Seguramente la más reciente imagen puede ser la más nueva en la biblioteca no descargada del móvil… a ver… ¡Ah, si! Dos mujeres bañistas flotan lentamente en la superficie de la piscina-charco seminatural de El Pri, la costa más cercana a mi vecindario. Las dos hacen un juego de ondas circulares en el agua de tal manera que se cruzan y extienden tal que fueran sonoras. Muy descriptiva la situación.

Sin embargo esta imagen tiene más un destino de red social y creo que nunca la llevaría a impresión. Para mi no tiene el nivel de definición suficiente. La última fotografía sería la que sí incluiría en mi colección de obra para mi teórico destino en papel. Es uno de mis temas obsesivos: personas haciendo fotografía en un paisaje para ellos es idílico, e, imagino, con una intención de fardar en las redes sociales. En esta, se ven unas chicas vestidas a la moda con modelos deportivos muy llamativos. Se disponen a posar convenientemente ante las espectaculares vistas de una colina de Erjos, en el norte de mi isla. Como siempre, mi visión es desde fuera, y captando el instante en la mejor composición objetiva posible: una especie de acto metafotográfico personal.
