El Festival Internacional de Fotografía Contemporánea Emotiva se celebra en Terrassa desde el pasado 11 de noviembre hasta el 11 de diciembre. Exposiciones, talleres, conferencias, visitas guiadas, etc., en un festival que en muy pocas ediciones se ha situado como uno de los más interesantes del panorama nacional. Clavoardiendo ha estado allí y te lo cuenta.

Festivales de fotografía, hay muchos. Bueno, en realidad no tantos. Si los comparas con los de cine, puede que en un mes haya más sobre películas que de foto en todo el año; y de presupuestos, ni hablamos.

Bueno, pues festivales de fotografía hay unos cuantos. Unos grandes, otros pequeños, algunos sociales, otros de calle, aquel vinculado a una técnica, el otro a un tema, ese con el foco en lo local, en lo internacional aquel, con entidad propia o creados a golpe de talón. Unos innovadores, otros de mirada clásica.

Ante toda esa oferta, y en un mundo donde la imagen no escasea precisamente, lo que le podemos pedir a un festival es que tenga un objetivo, que sirva de faro, sean cuales sean sus inquietudes, para que nos sirva de referencia en un océano de imágenes en el que nos podríamos ahogar.

Porque no necesitamos más fotografía. Necesitamos mejor fotografía. Sobre en qué consiste esto, podemos debatir largo y tendido.

Emotiva es un festival que lleva unos años celebrándose en la ciudad de Terrassa. En las dos últimas ediciones bajo la dirección artística de Paulo Cacais. Preguntado sobre cuál es la seña del festival, nos dice: “Nosotros intentamos ofrecer la mejor oferta con los medios que tenemos. La línea acabará definiéndose sola”.

En la práctica, la programación se ha ido definiendo buscando espacios en la ciudad en los que poder realizar exposiciones, no necesariamente previstos anteriormente para ese fin, para luego buscar aquellos proyectos que mejor puedan adaptarse a esa localización, seleccionando trabajos en el extenso abanico de las formas de entender la fotografía. Fotografías que, además, vayan más allá del mero disfrute estético, conectando con realidades, vivencias e inquietudes más o menos cercanas, más prosaicas o más poéticas, seleccionadas entre los trabajos de la creación actual.

© Yolanda Domínguez

Así podemos encontrarnos, en el Centro de Documentación y Museo Textil, una selección entre los trabajos de Yolanda Domínguez, que incluye su ‘Little Black Dress’, que pone el foco en cómo la sociedad en general y la industria de la moda en particular, rechaza y oculta los cuerpos y a las personas que se salen de unos moldes específicos muy concretos. Cuerpos “normales” (que no normativos) que ni se muestran en sus publicidades y para los que ni siquiera se fabrican, en muchos casos, la ropa que necesitan. 

También se puede disfrutar del proyecto ‘niños versus moda’ o de la parodia de la representación de la mujer en el mundo de la moda ‘Poses’, con mujeres de la calle como protagonistas. Por si fuera poco, Domínguez ha pasado por el festival para ofrecer una charla para entender el mundo en el que vivimos, llenos de estereotipos y comportamientos aprendidos que nos limitan, dañan y condicionan, muchas veces sin darnos cuenta, especialmente a las mujeres. También para cuestionar la representación de la violencia de género, con una sobrerrepresentación de las víctimas, recreándose en su dolor, pero no representando a los culpables.

© Deboo Barreiro

En la Factoría Cultural de Terrassa encontramos dos exposiciones que tratan también de mostrarnos otras realidades invisibilizadas. Por un lado, ‘Postepisteme’, comisariada por Vítor Nieves con una selección de trabajos que pretende mostrar, partiendo desde la experiencia personal, un conjunto de discursos y prácticas artísticas “con una fuerte vinculación a las luchas de liberación, superación o aceptación personal, atravesadas por estigmas identitarios distintos, pero con experiencias y resoluciones similares”. En ella participan artistas de Galicia y Portugal, y le dedicaremos un artículo propio en unos días.

En el mismo espacio, Alex Domènech nos trae con ‘Skin Fields’, partiendo también de la vivencia personal, una mirada sobre las violencias que aún sufre la comunidad LGTBIQ+, con imágenes obtenidas en lugares tan distintos como Kirguizistán, Siria, Líbano, Colombia y España. Domènech usa y mezcla sin prejuicio referencias de grandes autores y autoras de la fotografía más intimista, donde lo sexual se mezcla con lo violento, lo sutil, el paisaje, la calma, ofreciendo una mirada nada estereotipada del mundo gay. Además, muestra en un “cuarto oscuro” testimonios sobre lo que aún supone ser miembro de esta comunidad, evidenciando el camino que queda por recorrer para conseguir las libertades a las que tiene derecho este colectivo.

En una línea similar, Raúl Hidalgo reivindica y visualiza lo diverso, buscando romper el manto de silencio y ocultación que se pretende extender por realidades existentes pero que son expulsadas a los márgenes en esta sociedad. La exposición combina, como en un juego de espejos, las fotografías de miembros de la comunidad LGTBIQ+ y los retratos de personas de otras épocas.

‘La casa de la portera’ de Raúl Hidalgo © Alex Domènech

Sorprende ver cómo aún puede escandalizar un retrato, tomado con la delicadeza y respeto que aplica Hidalgo, de una persona que no encaja en los modelos binarios de género, junto a pinturas con una mirada “clásica” (es decir, heteropatriarcal) de desnudos femeninos que se encuentran en la Casa Museu Alegre de Sagrera. El prejuicio queda así en evidencia.

Por su parte, Lorena Ros nos muestra en el Alberg Vallparadís las historias de mujeres víctimas de la trata de mujeres. Mujeres nigerianas que son engañadas para ser convertidas en esclavas sexuales. Una realidad que se da en locales y clubs en toda la geografía española y que, una vez más, no nos remueve por formar ya parte de nuestro paisaje. 

Judith Prat también pone el foco en las mujeres de ‘Matria’, un trabajo documental que recoge diferentes historias en cinco países para ilustrar los brutales efectos que tiene sobre la población campesina la explotación indiscriminada de los recursos naturales por parte de la agroindustria y la minería. Prat es un ejemplo de la búsqueda de un periodismo menos amarillo, no revictimizante, tratando de evitar tópicos, buscando historias de retaguardia, en las que las mujeres tienen un papel activo y dignificador. No es un camino fácil y no siempre se consigue. Una gran exposición en gran formato en la Sala Muncunill.

© Cecilia Coca

El trabajo de Santos Montes ‘Ensayo (visual) sobre la ceguera’ encuentra su espacio en la Sala de las Carboneras del MNACTEC, un trabajo que mira al pasado para tratar de verlo de manera crítica, pero devolviendo una lectura poética, con el fin de no repetir los mismos errores una y otra vez.

Cecilia Coca Peña en cambio mira a los elementos cotidianos que nos rodean en ‘Una casa sin sol’, pero aportándoles una capa de extrañeza, como desvinculándolas de la realidad. Un juego que se puede ver en la Sala Paüls Espai de D’Art.

El festival también tiene cabida para proyectos más personales como pueden ser ‘+’ de David Salcedo, adaptándose al espacio de Amics de les Arts i Joventuts Musicals.

Y son de visita obligada las dos exposiciones en la Seu d’Ègara, un conjunto histórico candidato a ser Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Por un lado, el diálogo que se establece entre las tablas del retablo del siglo XV de Lluís Borrassà y el trabajo ‘Nudos’ de Paula Anta.

‘Translatio’ de Gabriel Verderi © Roberto Villalón

Y, por otro, la pieza que ha realizado Gabriel Verderi para integrarse en la Iglesia de Sant Miquel titulada ‘Translatio’, una pieza en la que la fotografía queda integrada en lo escultórico y que nos habla de lo que se encuentra entre la vida y la muerte, lo evidente, lo latente y lo aparente. Una auténtica experiencia sensorial que merece la pena disfrutar.

Los espacios condicionan aquello que vemos en Emotiva. Pero, en lugar de enclaustrar los discursos, acaban expandiendo sus significados mirando al exterior. Unas realidades que no vemos en el día a día o en las redes sociales. Se trata de una cuidada selección que nos aporta aquello que nos resulta oculto entre tanta imagen. De esta manera, Emotiva hace de la necesidad virtud. Una virtud del todo necesaria.