La séptima edición del festival del fotolibro Fiebre Photobook se celebró en Madrid a finales del mes de octubre. Un nuevo espacio y nuevos apoyos institucionales nos permitieron comprobar que la feria se ha consolidado y se ha convertido en una cita fija a la que hay que acudir, incluso para comprar fotolibros. Clavoardiendo, medio colaborador, estuvo allí.

…Volando vengo. Una vez fui a un festival de fotografía y me encontré con que el lugar donde se celebraban las charlas se compartía con aficionados a las maquetas en una exposición de “modelismo estático”. Se podían contemplar miniaturas, creo recordar que de temática bélica, como tanques, aviones, puentes, etc. Y la verdad es que estaba bastante lleno. Y, por supuesto, había gente venida de muy lejos sólo para ver aquellas creaciones. ¿Alguien me puede explicar qué lleva a la gente a apasionarse por el modelismo estático? ¿Por qué la gente se gasta el dinero en eso? ¿Qué aporta todo esto a la sociedad? ¿Tal vez existe una burbuja del modelismo y ellos no lo saben?

Hace un par de semanas se celebró en Madrid Fiebre Photobook. Ésta ha sido su séptima edición. Afortunadamente, este año se respiraba cierta alegría, un espíritu positivo. Supongo que se debe a que parece que el festival ya está consolidado. No ha sido fácil y en algún momento se temió por su continuidad. Pero el equipo capitaneado por Miren Pastor y Olmo González ha logrado que se siga celebrando esta feria, y que incluso, desde la pasada primavera, tenga su réplica en Barcelona de la mano de Art Photo BCN.

Este año se estrenaba sede, El Águila, gracias a que el festival ha contado con el apoyo de Comunidad de Madrid y de Acción Cultural Española del Ministerio de Cultura. Lejos quedan ya aquellos inicios en las pequeñas habitaciones de la Escuela Blank Paper. La propuesta esta vez trataba de ser una especie de medicina. Tras el resurgir del fotolibro y gracias a ciertos éxitos cosechados, la producción de fotolibros ha crecido exponencialmente. Y debido a que cantidad y calidad no siempre van de la mano y que, según parece, muchos jóvenes (y no tan jóvenes) fotógrafos y fotógrafas entienden que no eres nadie si no has publicado un fotolibro, se ha llegado a hablar de la burbuja del fotolibro. Los de Fiebre lo han llamado mal de altura. Y con mucho humor han hecho de ello el lema de esta edición. 

Renovaron su imagen de la mano de Tres Tipos Gráficos y se convirtieron en píldora para curar todos estos males. Su programa era de hecho un prospecto medicinal en el que recomendaban el festival para curar el mencionado mal de altura o “detener la ansiedad por conocer las últimas tendencias en publicaciones”. También como “cuidado paliativo ante la soledad y sensación de falta de comunidad fotográfica”. Y es precisamente esta la mayor virtud de esta medicina. 

© La famosa productora

El viernes hubo un precalenmiento con los visionados de maquetas, donde los «expertos» pudimos conocer y comentar trabajos que probablemente veamos en próximas ediciones. Había nivel. Oficialmente el festival comenzó con una visita guiada por la feria, sus actividades y exposiciones. Una reunión informal en el exterior, donde se recordó a todos aquellos que habían hecho posible llegar hasta allí. Lo cierto es que la mayoría de los asistentes nos conocíamos.

Además de la feria, se pudo disfrutar de la conferencia de Javier Cortés, embajador de Canon (patrocinador) conocido sobre todo por su trabajo como fotógrafo de retrato editorial y moda. En cierta manera, un elemento extraño en el mundo del fotolibro (que yo sepa no tiene ninguno), pero que relató sus inicios, sus estrategias y sus apuestas para poder llegar a ser un fotógrafo profesional al que no le falta el trabajo. Su apuesta está basada en tener una mirada personal, un sello y tratar de ser fiel a sí mismo. Hacer lo que te pide el cliente pero siempre tratar también de hacer lo que te gustaría hacer a ti, y finalmente te buscarán por lo que tú sabes hacer.

© La famosa productora

También se puedo disfrutar de un trepidante ‘bookjockey’ (ese sorpendente formato que nos ayuda a relacionar libros y referencias de manera tan amena) en el que Juan Cires y Gabriela Cendoya repasaron algunos de los libros japoneses de su colección. Por cierto, habría que pensar en crear un premio de fotolibros con el nombre de Gabriela, porque creo que no hay otra persona más fiel (o más adicta) a estos en todo el estado. Ahí lo dejo.

El sábado tuvo como plato fuerte el Encuentro Profesional sobre las buenas prácticas en el sector de la fotografía. Daniel Mayrit fue el encargado de animar una charla que contó con las intervenciones de Semíramis González, que mostró con datos la desigualdad que sufren las mujeres en el mundo del arte (y en la fotografía en general) e instó a combatirla activamente; Cristóbal Hara, que dio una visión histórica de los males que acechan a los fotógrafos; y Marta Dehesa, abogada experta en asuntos relacionados con la creación audiovisual, que evidenció la falta de conocimientos mínimos que tenemos en el sector por todas aquellas cuestiones legales que os atañen y, además, la nula movilización colectiva para tratar de mejorar nuestra situación. 

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Quedó patente la precariedad e inseguridad del sector, que, además, reconoce en muchos casos no lograr los ingresos mínimos para que su actividad sea viable económicamente. También se cuestionó que el hecho de considerarse autor o autora, de ser artistas, no debería ser incompatible con el afán de lucro. De este encuentro ha salido una convocatoria para el martes 19, a las 19.30 en la cafetería de la Casa Encendida con el fin de crear un primer grupo de trabajo que trate de crear algún tipo estrategia que ayude a los fotógrafos a realizar una lucha colectiva. Por supuesto, la convocatoria es abierta.

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La tarde del sábado contó con la charla de la editora de Akina Books, Valentina Abenavoli, y sus interesantes estrategias visuales, para dar paso a uno de los momentos más emotivos del festival, el homenaje al diseñador Eloi Gimeno, al que también se le dedicó una exposición. Fue la presentación de la Asociación de Amigos en la que su recuerdo y las lágrimas estuvieron presentes. Él fue parte importante en libros como ‘Karma’ de Óscar Monzón, ‘Casa de Campo’, ‘Eden’ de Bernardita Morello, ‘Mediodía’, de David Hornillos, ‘Ama Lur’ de Jon Cazenave, o ‘Los últimos días del rey’ de Julián Barón.

El domingo no hubo pereza. Sol en el exterior y dentro Gonzalo Golpe y Ricardo Báez tuvieron una conversación desde la distancia sobre un libro que aún no se ha puesto a la venta, un ensayo visual sobre el fotolibro titulado ‘Curso y Discurso‘, en el que han utilizado libremente fotografías de Alejandro Marote para ilustrar sus tesis. Durante la charla Gonzalo nos riñó un poco a todos para que reflexionemos más sobre todo lo que está sucediendo al rededor de este formato. El sermón del domingo. Mientras, el mismo Marote jugaba con Ángela Losa y un público infantil con unas divertidas transparencias.

© La famosa productora

La despedida vino con la proclamación de los ganadores del Fiebre Dummy Award, el fotógrafo colombianon Juan Orrantia, por su maqueta ‘Like Stains of Red Dirt’, un trabajo de altura que será un fotolibro con una tirada de 500 ejemplares. El público se decantó por la norteamericana Lara Shipley por ‘Passersby’. Pero hay que destacar la gran calidad y variedad de las trece finalistas.

¿Y la feria? Pues la feria mucho calor, calor humano. Hemos tenido en nuestras manos todas las novedades que en los últimos meses han lanzado los fieles a esta cita como Ediciones Anómalas, Dalpine, Phree, Fracaso Books, RM, Kiwi, etc. con otras incorporaciones más recientes como Overlapse o Pequeño Pato Salvaje. Eso sí, hubo un lugar destacado para los autopulicados. Carmen Dalmau ha hecho un repaso de lo más destacado para nuestros compañeros Albedo Media.

© La famosa productora

Y sobre todo, nos ha servido para dedicarnos a saludar a los de aquí y los de allí, para lamernos las heridas, darnos ánimos, contarnos los miedos. Es que ya nos conocemos todos. No sé si se habrá vendido mucho, pero Fiebre cada año es, sobre todo, un encuentro para decirnos que no estamos solos. Que sí, que para ser fotógrafo, además de querer comunicar, es importante el afán de lucro. Pero a lo mejor también hay que permitirnos jugar. Que hay más criterios además del mercado.

¿Son necesarios nuestros discursos? ¿Acaso hacen falta nuestros fotolibros? Pues puede que no. Pero sí nuestro intento por hacer que cambie, al menos, nuestro mundo, puede que estén justificados todos nuestros males de altura. A lo mejor hay que flagelarse menos. ¿Será que incluso somos más frikis que los que coleccionan maquetas bélicas y se reúnen para enseñarse sus conquistas? Tal vez estemos en la ruina, pero, como decía el otro: “Volando voy, volando vengo. Por el camino, yo me entretengo”.