La XII edición de los Encuentros de Bamako está a punto de finalizar. Creados en 1994, la capital de Malí acoge esta bienal de fotografía pionera en el continente, que este año ha tenido como lema “Corrientes de Conciencia”. Incluyendo a más de ochenta propuestas llegadas de todo el mundo, trata de ser un reflejo de las diferentes formas de entender la “africanidad”, sobre todo como resultado de la “diaspora” vivida en ese continente. Ángela Rodríguez Perea, coordinadora en Afribuku, revista sobre arte y cultura de este continente, ha seleccionado una muestra de cinco artistas que nos ayude a conocer la riqueza de miradas que se han podido disfrutar en este festival.
Desde finales de noviembre de 2019 y durante todo este mes de enero, se celebran en Malí los ‘Rencontres de Photographie’ de Bamako, primera bienal en África dedicada a la fotografía. La presente edición que ahora termina es especial, pues marca los 25 años de existencia de una cita que resiste, a pesar de las vicisitudes, con una aparente vocación de renovarse además, tanto en el nivel organizativo como en cuanto a contenidos y propuestas.
En los últimos años, una serie de bienales en el Sur global intentan responder a los desafíos de nuestro tiempo desde espacios teóricos muy críticos con la perspectiva eurocéntrica, en un mundo en plena evolución donde los centros del pensamiento se van (muy poco a poco) extendiendo fuera de Occidente.
El papel de un evento mayor como esta bienal es crucial, tenioendo en cuenta el poder de la fotografía como herramienta de (re)escritura de la historia. Y es que las imágenes más conocidas del continente han sido hasta ahora, principalmente, realizadas por occidentales, constituyendo transcripciones desviadas la realidad. A pesar del esfuerzo de un buen número de iniciativas africanas en el campo de la fotografía, desde hace ya un buen tiempo, siguen siendo necesarias plataformas para visibilizar el trabajo de artistas del continente.
Para el cuarto de siglo de la Bienal de Bamako, la organización ha elegido como director artístico a Bonaventure Soh Bejeng Ndikung, comisario camerunés independiente. Curador en citas como el Documenta o la Bienal de Venecia, el espacio de arte y pensamiento que fundó en Berlín, SAVVY Contemporary, se ha convertido hoy en una institución de referencia, altavoz de prácticas artísticas periféricas desde el corazón mismo de Europa. En Bamako, Ndikung se ha rodeado de un grupo de jóvenes comisarios del continente: Aziza Harmel (Túnez), Astrid Sokona Lepoultier (Malí) y Kwasi Ohene-Ayeh (Ghana). Su propuesta incluye un foco en el trabajo de mujeres fotógrafas y de colectivos.
El título de esta edición,“Corrientes de Conciencia”, pretende dar un giro de tuerca adicional a una temática que, en principio, ha sido agotada por la producción teórica del medio. Los comisarios reclaman una concepción dinámica de la práctica fotográfica, vista como resultado de un flujo de reflexiones e intenciones de los artistas, en interacción con los espectadores y, por extensión, con la sociedad. “Stream of Conciousness” es también el título de un álbum de Max Roach y Abdullah Ibrahim, un diálogo entre los músicos de jazz recuperado aquí para hacer referencia, en primer lugar, a las cualidades “sonoras” de la imagen fotográfica. Pero también para debatir una noción extensa de “africanidad”, transportada a través de los flujos que conectan y hacen conversar al continente con otras orillas, llegando a lugares en Ámerica, Europa y hasta Asia, como veremos en algunos de los trabajos aquí seleccionados.
En total, más de 80 artistas y colectivos, procedentes de casi todas partes del mundo, se exponen en la llamada Bienal de Fotografía Africana. De entre todos, hemos destacado una breve muestra para dar cuenta de la pluralidad de voces y perspectivas, prueba igualmente de la amplia noción de Diáspora que defienden los comisarios.

Cortesía de © Ibrahim Ahmed.
IBRAHIM AHMED
En ‘Burn what needs to be burned‘, el fotógrafo basado en el Cairo realiza en un primer tiempo un ejercicio de introspección y de deconstrucción del concepto de masculinidad. Ahmed desmonta o, más bien, despedaza el cuerpo del hombre, en este caso el suyo propio, caracterizado como una especie de boxeador, imagen asociada a la virilidad. A través de collages o fotografías tratadas digitalmente, trata de reconstruir el cuerpo sobre la base de virutas, en lo que parece un rompecabezas sin solución: cráneos o piernas y brazos, troncos en los que resalta el contraste de las líneas musculares y el vello, se entrelazan sin que las piezas terminen de encajar.
Llama la atención la ausencia de rostros completos. En lugar de una persona íntegra, estamos ante un montón de ruinas, depositadas en un escenario cuya solidez arquitectónica desentona con la amalgama de escombros en las que ha acabado convertido “El Hombre”. Percibimos angustia en esa figura, relegada a sombras y dudas, que el fotógrafo parece apelar a “quemar”, invitándonos a establecer nuevas fundaciones a partir de esas cenizas.

Cortesía de © Ketaki Sheth & PHOTOINK
KETAKI SHETH
Repartidos principalmente por tres regiones de India, los Sidi son una comunidad afrodescendiente de alrededor de 70.000 personas, y su primera presencia en el país remonta a casi mil años, con la llegada de soldados africanos a los que, con los siglos, se sumarían personas esclavizadas o sirvientes. Antes de Ketaki Sheth, algunos fotógrafos habían documentado la vida de este grupo, con el objetivo de “estudiarlos”, ayudando a explicar su cultura. Pero la serie de Sheth no está condicionada por ninguna intención antropológica o etnográfica. En ‘A Certain Grace‘, la única preocupación de la fotógrafa es capturar la vida contemporánea de los Sidi, un trabajo que ha realizado durante varios años al cabo de una serie de visitas no programadas.
La serie de retratos está principalmente habitada por las mujeres, interlocutoras naturales en un contexto de encuentros espontáneos. Y es que, a pesar de todo, la posición de Sheth es la de una extraña, una outsider frente al grupo, algo que se refleja en un grado de distancia mesurada entre retratados y fotógrafa. Una lejanía relativa, que no impide la atmósfera de distensión y amabilidad, espejo del lugar que ocupan en la sociedad India los propios Sidi: en el dilema identitario entre su condición de indios por su forma de vestir, la lengua que hablan o las costumbres, pero también de “africanos”, como los categorizan desde fuera, marcados sobre todo por su propio cuerpo.

EUSTÁQUIO NEVES
Mientras buscaba entre documentos de la época colonial en Brasil, Eustáquio Neves se topó con anuncios sobre esclavos huidos en los que se les describía por su “buena apariencia”. Surgió en ese momento la idea de enfrentar visualmente el término con su uso como requisito de los anuncios de empleo. ‘Boa aparência‘ es una serie en la que Neves ubica su propia imagen, sacada de los días en los que llegó, de joven, a la ciudad de Belo Horizonte, donde desarrolló su carrera de fotógrafo mientras realizaba algunos trabajos para subsistir. Utilizar su retrato es una excusa, no para hablar de sí mismo, sino para personificar una genealogía. Él es, al mismo tiempo, receptáculo y representación de una historia profundamente dolorosa e inhumana, la trata transatlántica de personas esclavizadas. Pero es también el enfrentamiento, anacrónico, entre esa historia y las profundas raíces de la situación social en la que se encuentran hoy las personas negras en Brasil.
Neves ha continuado explorando esta vía narrativa en su trabajo posterior, que se asemeja a un archivo, íntimo y poético, a la vez que desgarrador. Usando principalmente técnicas analógicas y artesanales, sus fotografías están conformadas por diversas capas que sirven como artificio para contar historias, superando la bidimensionalidad del medio.

YVON NGASSAM
En Benín, como en otros países de la zona, la precariedad y la falta de empleos arroja a un enorme número de jóvenes a las carreteras y calles de las principales ciudades para ganarse la vida a bordo de los taxi-motos. Son los conocidos “zemidjan”, motoristas mal pagados, que trabajan en condiciones de gran inseguridad por la necesidad de hacer frente al día a día.
El camerunés Yvon Ngassam encuentra a un grupo de estos jóvenes, presentando unos perfiles definidos por la resiliencia. En entrevistas individuales en vídeo, en los que se contraponen personajes con paisajes urbanos en movimiento, los zemidjan se confían y relatan tanto su pasado como sus sueños, a los que se resisten a renunciar. Ngassam realiza paralelamente sus retratos, introduciendo un elemento totémico: el casco de la moto, junto al que posan cada uno de los jóvenes. El casco ha sido transformado, se han añadido piezas de metal soldadas, en una simbiosis que aúna su utilidad primaria con las funciones mágicas de las tradicionales máscaras Guedelé, originarias de la cultura yoruba.
Convertidos así en artefactos únicos y personales, estos cascos evocan el mayor sueño de cada uno de los jóvenes. ‘I have a dream’ es de hecho el título de esta serie presentada en Bamako, coproducida por el centro CIPCA y el Instituto Francés, ambos en Camerún. Ngassam invita a sublimar y exorcisar las frustraciones, explorando así la noción de terapia psicológica en buena parte de África, donde está relacionada con prácticas y rituales religiosos.

NICÈNE KOSSENTINI
Tratando de reconstruir recuerdos de su propia infancia, la tunecina Nicène Kossentini analiza en esta instalación la naturaleza misma de la memoria. Subjetiva y sujeta a reescritura, su materia se compone a partir de fragmentos, imágenes fugaces e instantáneas, en ese estrecho vínculo que existe entre la memoria y la fotografía. Pero esas evocaciones visuales no significarían nada sin los retazos de pensamiento o palabras que asociamos a las mismas. Escritas en árabe, en blanco sobre negro, estas frases recuperadas del recuerdo son como ecos en la noche de nuestro pensamiento, que la artista contrapone a las fotografías. Las imágenes corresponden, sin embargo, a paisajes tomados del presente, revisitados en el intento de despertar reminiscencias pasadas, y son exhibidas en un tête-à-tête horizonal junto a la escritura, estableciéndose una tensión de temporalidad entre ambas.
La disposición nos hace pensar en un fotograma, invitándonos a observar y leer cada secuencia como en el caso de una película muda. En los instersticios de esta búsqueda del pasado, pesan más las lagunas, como si Kossentini, al examinar el recuerdo, nos hablase en realidad de la ausencia y la nostalgia.