El 15 de enero se cierra la IX edición del Scan Tarragona, un festival de referencia por su programación y su filosofía de respeto a los y las artistas participantes. Una edición dedicada a la guerra, con la que regresa para iniciar una nueva etapa.
Scan Tarragona ha vuelto. Y ya solo eso es una buena noticia. ¿Por qué? Pues porque probablemente estamos hablando de uno de los mejores festivales que se celebran en el territorio nacional.
Esta 9ª edición ha sido la del resurgir de las cenizas. Cuando ya no lo esperábamos, el Scan ha vuelto con energías renovadas.
En realidad, es un festival acostumbrado a reinventarse, a reponerse. Como explican ellos mismos en su página web, Scan nació en 2008 bajo la dirección de Mariona Fernández “y el acompañamiento de un numeroso grupo de expertos. La voluntad era ofrecer un espacio de pensamiento y creación en torno a la fotografía más emergente y, en este sentido, actividades como la exposición Talent Latent, que se erigía dentro del festival como programa preferente para divulgar la obra de los artistas más jóvenes, así como las II Jornadas Catalanas de Fotografía y el simposio Instantànies de la Teoria de la Fotografia, se convertían en relevantes en aquellos primeros años”.

Posteriormente, en 2010 evoluciona a un encuentro bienal bajo la dirección de David Balsells y Chantal Grande (Fundación Forvm) y la incorporación en 2012 de Jesús Vilamajó y su Full Contact.
2022 fue el año de la edición pandémica, que parecía su canto de cisne. Y ha sido dos años después cuando ha regresado con ánimos renovados. Por un lado, se mantienen los pilares fundamentales que han dado fama al festival: exposiciones, Talent Latent y Full Contact, manteniendo su visión expandida de la fotografía y buscando el máximo respeto a los autores y autoras invitadas.
Pero, además, vuelve a ser anual y con intención de ser sensible y estar alerta a los acontecimientos de la sociedad y los tiempos que le rodean, “como cultura activa y responsable que somos, en el marco de una sociedad convulsionada por la realidad: la guerra en Ucrania, la pandemia, las crisis económicas, el incremento de la desigualdad, la destrucción del medio ambiente… Evidentemente, no podemos permanecer indiferentes a todo esto. Y más cuando sabemos a ciencia cierta que el saber que adquirimos como individuos y como colectivo lo conseguimos de forma ineludible mediante la intermediación de las imágenes (siempre interesadas) emitidas y publicitadas por los medios de comunicación y las redes sociales”.

A mediados de noviembre tuvimos la oportunidad de acudir a la semana inaugural del festival, momento en el que se abrieron varias de las exposiciones, con la presencia de algunos de los y las fotógrafas que participan.
Hristina Tasheva fue la ganadora del Full Contact del 2018 con un trabajo sobre identidad y migración. Ahora ha regresado a Tarragona con ‘Far away from home: the voices, the body and the periphery’. Nacida en Bulgaria, pero residente en Países Bajos, ha vivido en primera persona lo que es ser emigrante ilegal “en el corazón de la Europa democrática”.
Su nuevo trabajo la ha llevado a investigar, partiendo de su propia historia y la percepción que tiene la sociedad europea sobre las ideologías del pasado y presente (nacionalsocialismo, comunismo y capitalismo), de las cuales deriva la Europa que conocemos, viajando hasta los campos de concentración y trabajo nazis de Alemania, Francia o Polonia (donde muchos comunistas holandeses fueron ejecutados). También ha investigado en Bulgaria, su país, donde se desconocen las ubicaciones exactas de los campos comunistas.

Por su parte, Julián Barón nos acerca el recuerdo de la Guerra Civil española recogiendo a través de diferentes técnicas las pintadas y rastros que los milicianos dejaron en una antigua fábrica abandonada del bajo Aragón, “sus inquietudes, miedos, deseos y ocurrencias”.
Y la guerra vuelve a ser el eje fundamental que vertebra el Full Contact, la exposición que ha vuelto a comisariar Sema D’Acosta, resultado de una convocatoria internacional abierta con ese tema como reclamo.
‘Wartime!’ recoge nueve trabajos muy diferentes, pero evitando mostrar de forma directa la crudeza de los campos de batalla.
“Si cualquiera desde el lugar más recóndito publica una imagen de interés con la máxima inmediatez, los códigos del fotoperiodismo que antes eran imprescindibles para comprender realidades lejanas como los conflictos armados, ya no tienen esa misma vigencia. Quizás en este instante lo adecuado sea la pausa. Los tiempos rápidos que habitamos, absorbidos por la aceleración y la prisa, requieren respuestas lentas, madurar los temas de otro modo, variar el posicionamiento de los autores. El objetivo debe ser contar de otra manera, huir de lo consabido, colocarse fuera del estereotipo. Sencillamente, procurar encontrar perspectivas inéditas poco o nada tenidas en cuenta antes”.
“La guerra no son solo tanques, bombas y militares de uniforme portando armas. Hay que detenerse a pensar desde actitudes más reflexivas, recurrir más a la poética y menos a la denuncia, destapar asuntos novedosos desde la investigación visual para descubrir aspectos soterrados que trascienden la esfera política, económica, social, ideológica e informativa de un conflicto bélico”, explica D’Acosta.
La guerra tiene consecuencias directas en la sociedad, incluso lejos del frente. María María Acha-Kutscher muestra a través de sus collages en ‘Machine/Womankind’ la adopción de “roles masculinos” por las mujeres en la Segunda Guerra Mundial: imágenes de archivo de carteles de propaganda y pinturas de guerra. Sólo una década después la iconografía en medios, publicidad o cine volvía a mostrar a las mujeres como buenas amas de casa, lo que nos tiene que hacer recordar cómo de fácil es revertir los derechos y cómo estos avanzan o retroceden según las necesidades del mercado. Y cómo las imágenes acompañan y moldean formas de vivir la vida.

Las corrientes migratorias son también una consecuencia directa de los conflictos bélicos. ‘Mayrig’, de Madelaine Ekserciyan, parte del reencuentro familiar, en el territorio de origen, de una familia de raíces armenias, comunidad que ha sufrido un genocidio desde principios del siglo XX por parte de Turquía, provocando una diáspora de la que sus abuelos forman parte.
La vivencia personal también impregna el trabajo de Konrad Dobrucki, ‘Layewrs’. Se trata de imágenes de monumentos ucranianos siendo protegidos por los y las ciudadanas, una vez comenzada la reciente invasión rusa. Blanco y negro, distancia e incluso cierto humor para mostrar uno de los valores que se tratan de proteger en cualquier guerra, la identidad y los símbolos que la reflejan.
Casi en oposición, incluso formal, la mirada poética de Lluc Queralt sobre los efectos de la guerra, en este caso en el lado ruso tras la Segunda Guerra Mundial.
El archivo es el elemento del que se nutren otros trabajos de este Full Contact. ‘Pasado y Presente’ forman parte de una colección de casi trescientos negativos de cristal, adquiridos por Laura Zorrilla en El Rastro de Madrid, que parecen ser de una comunidad polaca que se asentó en el noroeste de Francia tras la Primera Guerra Mundial desplazada para ser mano de obra barata en las minas de carbón.

‘La memoria traidora’, de Fernando Bayona, utiliza los fondos fotográficos del diario ABC para generar nuevas imágenes por superposición en las que difícilmente se distingue nada, generando una especie de recuerdo borroso.
A su vez, ‘Truth is Stranger than Fiction’, de Masha Wysocka, juega a generar un divertimento mezclando fotografías anónimas de la década de los ochenta descartadas por razones técnicas o políticas por la empresa estatal de revelado fotográfico, Fötofó, con entrevistas a personas de Radio Liberty que durante los años cincuenta venían de la Hungría comunista o viajaban a ella. Con ello crea una especie de ficción partiendo de documentos reales.
El suizo de origen japones David Favrod dedica su trabajo ‘Hiraki’ a ficcionar los escaos recuerdos trasmitidos por sus abuelos sobre la Segunda Guerra Mundial, creando imágenes que tratan de reconstruir hechos o sensaciones que forman parte de la memoria familiar.
Y si de guerra estamos hablando, no podía falta el trabajo de Roberto Aguirrezabala. D’Acosta ha seleccionado una parte en ‘In wartime’ que se centra en los objetos de la Segunda Guerra Mundial que colecciona y fotografía el fotógrafo vasco. Un aperitivo de lo que sabemos que puede crear este autor y que ya disfrutamos hace unos años en una muestra en Vitoria.
Roberto ha podido dar a conocer su trabajo a través de una serie de libros con relativo éxito, pero desde aquí no perdemos la esperanza de que Aguirrezabala encuentre quien financie, patrocine y gire la exposición que su trabajo merece y que estamos seguros de que será impresionante.
El festival ha contado también con otras exposiciones como ‘Maquis’ de Jesús Monterde, ‘Siria, la palabra del exilio’ de David González, ‘Get Ready’ de MNarcel Pey, entre otras, pero que no tuvimos tiempo de disfrutar.

Otro de los pilares del Scan es el Full Contact. ¿Qué es eso? Unos encuentros profesionales. Vamos, unos visionados, pero probablemente, los mejores en los que he participado. Comisarios y comisarias, directores y directoras de galerías, festivales, fundaciones, docentes, editores y editoras, gestores y gestoras culturales, o yo mismo, acudimos a conocer los trabajos seleccionados por Semíramis González y Frederic Montornés. Sin tiempo límite, sin obligaciones ni restricciones. Se trata de intercambiar opiniones, hacer agenda, buscar colaboraciones… De compartir una fideuá junto al puerto y una cerveza en el casco antiguo. Los y las protagoinistas son los y las visionadas, que son invitados por el festival.
La temática de la convocatoria para el Full Contact también era la guerra, pero, como era de esperar, en este caso ha habido manga ancha. Este año ha sido una versión más reducida que en anteriores ediciones en cuanto a artistas invitados y agentes visionando, pero estoy seguro de que el año que viene volverán por sus fueros.

Los trabajos, muy variados. Personalmente ya tenía noticia de la mayoría, pero este encuentro me ha servido para volver a dialogar con sus autores o autoras, con la comodidad de este formato y conocer mejor sus motivaciones, intenciones, miedos, derivas y soluciones.
Volver a visionar el ‘Skin Fields’ de Alex Domènech, que ya disfrutamos en Fnac o en Emotiva; de las fotonovelas y el humor de Manuela Lorente que seguimos desde el Fiebre 2021; seguir las evoluciones de ‘Firma’, de Paula Artés, que ya nos avanzó su atora en aquel festival y de la que me declaro fan; debatir con Cristóbal Ascencio sobre ‘Las flores mueren dos veces’, trabajo seleccionado en Art Photo BCN, Encontros da Braga o Menorca Doc Festival; conocer mejor ‘En el momento exacto, o muy cerca de lo que se indica como final’ de Laura Voskian, que fue preseleccionado en el último Baffest; conocer la extensión de ‘Muséum’ de Mendia Echeverria, que estuvo en los Premios Enaire; ver lo nuevo de Alfonso Almendros, ‘Estudio sobre la construcción de un jardín’; o de Julie Delabarre, ‘Mettre dans mon cercueil ou à brûler’ tras su delicioso ‘Los deberes’; o los trabajos neorrurales de Maru Reigal o Virginia Villacisla; la investigación y el misterio del documentalismo mágico de ‘Un hilo de piedras’, de Joel Jiménez; o la mirada de respeto al gallo de pelea, de Antonio González Caro con ‘Gallero’.

El Scan 2022 termina ahora en enero y durante cerca de dos meses ha vuelto hacer de Tarragona un lugar de referencia cultural. Con talleres, visitas guiadas, proyecciones, presentaciones de libros, diálogos… Una programación para los locales y para los visitantes. Para los y las aficionadas y público en general y para los y las fotógrafas emergentes. El nuevo Scan, con Jesús Vilamajó y su equipo, vuelve para quedarse. Porque, como decía Groucho Marx: ¡Más madera, esto es la guerra!.