El diccionario nos dice que evolucionar significa lo mismo que progresar y, a su vez, el científico y escritor Jorge Wagensberg afirma que “progresar es ganar conocimiento”. Digamos que en fotografía no evolucionamos tanto por hacer mejores fotos (que también), sino por entender más cosas. Cosas relacionadas con los métodos de captación y edición de la imagen, pero sobre todo con nuestro proceso creativo. Entender, por ejemplo, por qué elegimos la fotografía y no el baile. Entender de qué huimos y hacia dónde vamos. Entender, por supuesto, qué significa mostrar nuestras obras a los demás. Y entender, faltaría más, que la crítica es inevitable.
Cuando se habla de “ganar conocimiento”, es necesario fijarse en que hay una referencia explícita a la persona, al autor, a su cerebro. No se habla de la herramienta, aunque nos ayude a saber más cosas, porque los destinatarios finales del conocimiento somos nosotros. Las herramientas son medios para lograr ese supuesto progreso, pero su utilización no asegura per se la ganancia en sabiduría. Progresamos cuando, al margen de los utensilios usados, extraemos conclusiones de la experiencia, integramos los fallos dentro del proceso de creación, asumimos las referencias que pueblan nuestra obra, intuimos hacia dónde podemos dirigirnos y, entre otras, somos conscientes de que hay partes de nuestra alma que aparecen en las fotos y otras que no. Todo esto supone, sin duda alguna, ganar conocimiento.
Evolucionamos cuando la obra creada surge desde ese conocimiento adquirido más que desde las herramientas utilizadas, iluminando un camino que inevitablemente siempre desemboca en uno mismo.