Ágora Fotolab se celebró hace unas semanas en Granada, unas jornadas en torno al fotolibro que congregaron a cientos de aficionados y de las que CLAVOARDIENDO era medio colaborador. Martin Parr, Horacio Fernández, Gonzalo Golpe, Sonia Berger, Jon Uriarte y Enrique Lista fueron los encargados de las conversaciones y conferencias, junto a Carmen Dalmau, que firma esta crónica en primera persona.

Ahora que otro barco cargado de fotolibros acaba de estar atracado a orillas del Sena, cerca del Grand Palais, recuerdo Granada. Polycopies reunió en París a 35 librerías y editoriales internacionales, entre las que figuran cuatro editoriales españolas: El Chaco, Ediciones Anómalas, Dalphine y PHre, una participación solo igualada en la feria por Alemania. Titánico esfuerzo por parte de estos intrépidos editores que están logrando cambiar, con tesón, el aprecio al fotolibro en nuestro país. Otra nave, Fiebre Photobook Festival 2016, desembarcará próximamente en Matadero Madrid. El primer navío partió de Granada.

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Carmen Dalmau © María Sainz Arandia

Granada sigue dominada por la magia inexpugnable del palacio amurallado de color rojo de la Alhambra, entre los cármenes de las colinas del Albaicín y el Realejo, pero también es una ciudad viva y estudiantil que ama la fotografía, con PA-TA-TA, el festival de fotografía social en la calle; una ciudad que adora los libros, como lo demuestra la impecable remodelación de un antiguo almacén eclecticista en la Alcaicería (convertido en el Centro José Guerrero), que además de albergar la colección del pintor, es también una hermosa sala de exposiciones., Ahora se muestra en ella ‘Nueva York en Fotolibros’, comisariada por Horacio Fernández e inaugurada el pasado 28 de octubre, y cuyo título se me antoja homenaje al poeta en Nueva York y al pintor que se deslumbró allí con el expresionismo abstracto.

Una exposición de libros siempre es difícil, y más cuando los libros contienen imágenes. Normalmente en este tipo de exposiciones sólo podemos ver la portada, lo que altera su significado al convertirse en un arrecife en el que queda encallado el prometedor viaje. Aquí se ha encontrado una forma casi performativa de mostrarlos, un auténtico hallazgo: una sala con sus muros pintados de negro en la que se han instalado una hilera de pantallas que proyectan videos en los que el visitante se puede detener y observar cómo se van pasando las páginas de los ejemplares seleccionados en las vitrinas, por unas manos enguantadas de blanco.

Coincidiendo con la inauguración de ‘Nueva York en Fotolibros’ se han organizado las I Jornadas Internacionales de la Imagen Fotográfica –Ágora Fotolab– dedicadas al fotolibro. En el catálogo de autor, como todos los cuidados catálogos de Horacio Fernández, colaboran con un texto tres participantes en las Jornadas: Gonzalo Golpe, Sonia Berger y Jon Uriarte.

Justo es reconocer que no estaban todos los que han generado en nuestro país este fuego encendido, que espero no sea cruzado, que ha surgido en los últimos años en torno a la aventura de los fotolibros, pero quienes participamos aportamos travesías y modos de abordar el tema llenas de escalas emocionantes.

Entre todos los participantes hubo referencias enlazadas, que acabaron estableciendo una suerte de carta de navegación sobre el mar de los fotolibros.

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Enrique Lista © María Sainz Arandia

Enrique Lista abrió las Jornadas Ágora Fotolab, joven artista y docente gallego dotado de un fino sentido del humor que habló del papel de la fotografía en el arte gallego y los libros de fotografía en Galicia, haciendo referencia al interesante fenómeno de Virxilio Viéitez, único fotógrafo histórico que se ha conseguido desplazar con éxito al terreno de la fotografía contemporánea. Las obras de Virxilio Viéitez hoy forman parte de la colección del Reina Sofía, pero a costa de descontextualizar y alterar el sentido originario de su trabajo. Terminó su discurso con una frase que otro fotógrafo gallego, Vari Caramés, pronuncia al finalizar sus conferencias: ¿Notáis mejoría?

Jon Uriarte con ‘Imprimir Internet: libros, fanzines y materiales a partir de la red’, intentó demostrar con eficacia, y a través de proyección de páginas y enlaces en Internet, sin que fallara ninguna conexión, que el nuevo espacio expandido de la red está modificando la estética de los fotolibros, los contenidos y los procesos de producción, advirtiendo como en el nuevo paradigma, que modifica las coordenadas espacio-temporales, empeñarse en mantener posiciones fetichistas en torno al objeto libro resulta anacrónico.

Sonia Berger, cofundadora de Dalpine junto a José Manuel Suárez, librería on-line desde el 2010, y hoy mucho más, dibujó el mapa nacional e internacional de las publicaciones independientes y los instrumentos de difusión y distribución. Sin hacer demasiado hincapié en los números, sus números son reveladores, evidenciando el empeño y esfuerzo personal, por sacar adelante fotolibros independientes. Mostró el mundo de esos raros editores románticos que apuestan por los libros raros, ya sean de poesía o de fotografía.

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Gonzalo Golpe © Alejandro del Olmo

Gonzalo Golpe materializó los arduos pasos que van ‘De la propuesta a la maqueta, y de la maqueta al fotolibro’, sin mostrar en sus imágenes ningún fotolibro, y casi ningún libro, salvo para diseccionar los nombres del objeto de estudio –lomo, portada, contraportada, tejuelo, guarda, cabeza, pie… porque sólo al ir inventando nombres para las cosas nos vamos apropiando de ellas. Conceptualizó todo el arco que va desde la idea a la función final.

En cuanto a mi intervención, elegí como título ‘Un viaje sentimental’, tomado prestado del brillante y desconcertante libro de Laurence Sterne, porque en su viaje errático y guiado por los hilos del azar, a través de Francia e Italia, no aparecen iglesias, ni grandes ciudades, ni hombres importantes, sólo destellos sentimentales de encuentros fortuitos. Mi aproximación al fotolibro es la de una lectora emocionada.

Hay una selva de fotolibros, un mar embravecido que en cada golpe trae a la orilla del lector una joya más deslumbrante que la anterior. Frente a la amenaza de disolución del libro en su soporte tradicional, los fotolibros son objetos que piden ocupar un lugar, difíciles de almacenar, y de catalogar.

El lector del fotolibro escoge atesorar unos y no otros por el azar del encuentro o por los hilos del destino entretejidos con las emociones. Pretendí trazar, describir y descubrir mi viaje sentimental por el mundo de los fotolibros, donde lo importante no fueran los libros establecidos como canónicos, sino las pequeñas aventuras interiores asociadas a algunos de ellos.

El título elegido no sólo ha sido por el método de Sterne al narrar su viaje, sino por ser también un homenaje a otro libro de este autor, ‘Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy’. Este libro de 1760 anticipa, para mí, la emoción de encontrar no sólo palabras en un texto. La sorpresa que surge de encontrar de pronto una página negra, porque el personaje tiene la losa de su sepultura encima, las páginas emborronadas por efecto del estornudo en su nariz.

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Jon Uriaerte © María Sainz Arandia

El uso de los silencios y del tiempo, dejando párrafos en blanco, o acelerando las líneas, es en mi universo privado el punto de partida de este viaje, donde caben títulos desde ‘Infinito’, considerado como fundacional, hasta el último libro que me ha llegado desde la Kursala, ‘Vera y Victoria’ de Mar Sáez.

Durante todas las Jornadas se completó el aforo del inmenso salón de actos del Centro Federico García Lorca, en el corazón de la ciudad, a espaldas de la catedral. El broche final en Ágora lo constituyó una conversación distendida y relajada entre Martin Parr y Horacio Fernández. Parr no defraudó con el imaginario creado de un británico entusiasmado con Torremolinos y Benidorm y la locura de la ciudad de Granada, divertido y en sandalias (sin calcetines blancos) se prestaba a que sus entusiastas seguidores se hicieran selfies junto a él.

Con su libro ‘The Photobook: a History’, escrito junto a Gerry Badger, y que ya lleva publicados tres voluminosos volúmenes, pretende construir una historia canónica del fotolibro. Todos sabemos que los libros tocados por su varita mágica se ven afectados por lo que yo llamé “efecto tulipán” recordando el efecto de la crisis que produjo la especulación con estos bulbos en el mercado de flores que llevo a Holanda a una terrible bancarrota.

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Sonia Berger © María Sainz Arandia

Los tulipanes se compraban a futuro en el mercado, antes de que florecieran, creándose en Ámsterdam una bolsa en la que se podía apostar por los colores de los nuevos bulbos, hasta un día en que un lote no se vendió. En sólo seis días se hundió el mercado y se colapsó la economía. No creo que los fotolibros constituyan un objeto de especulación aunque a veces se produzcan movimientos en torno a algunos fotolibros que se asemejan a lo sucedido en Holanda con los tulipanes.

El libro, cuidado con mimo, desde el principio hasta el final, es un soporte ideal, a veces una obra de carácter escultórico mediante la cual el artista crea un universo entero a través de imágenes. Su edición limitada acaba convirtiéndolo en objetos de deseo, en ocasiones fetiches de coleccionista, por más que Jon Uriarte nos lance el interrogante necesario de cómo podrían evitarse estos fenómenos.