Casa África, en Las Palmas de Gran Canaria, acoge desde el 14 de febrero y hasta el 30 de abril una exposición dedicada al fotógrafo ghanés James Barnor. Titulada ‘Ever Young,’ nos acerca la obra de este creador de 90 años, inédito en España, que, con más de seis décadas de oficio en todos los géneros de la fotografía, desarrolló una carrera que se desarrolló en varios continentes. Ángela Rodríguez Perea nos acerca esta figura que ahora obtiene un merecido reconocimiento.
Fue el primero en introducir la fotografía en color en Ghana y, también, puntero en abrir un estudio allí. James Barnor registró con su cámara el paso de su país a la independencia y la vida de la diáspora africana en el Londres de los 60. En Las Palmas de Gran Canaria, Casa África alberga hasta finales de abril la exposición itinerante ‘Ever Young’, una retrospectiva del trabajo de este pionero de 90 años, cuyo reciente reconocimiento le ha regalado una nueva juventud al final de su vida.
Como una premonición de lo que llegaría a ser su recorrido vital, James Barnor bautizó a su primer estudio Ever Young, “eternamente joven”, inspirado por una leyenda nórdica, según ha contado. Lo abrió en 1953 en el distrito de Jamestown, Acra, donde él mismo había nacido 23 años antes. No imaginaba que cumplidos los 60 estaría mudándose a Inglaterra, por segunda vez además, para trabajar en la limpieza dentro del aeropuerto de Heathrow. En las casi cuatro décadas que separan esos dos momentos, entre sus inicios como fotógrafo profesional y su empleo de limpiador, Barnor fue fotoperiodista, introdujo la fotografía en color en Ghana, dio imagen a carátulas de músicos famosos y llegó incluso a inmortalizar a figuras como las del boxeador Mohamed Ali o el legendario presidente panafricanista Kwame Nkrumah.
Tampoco se figuraba entonces que alcanzaría reconocimiento internacional con más de ochenta años. Ese momento le ha llegado, no hace mucho, igual que a otros fotógrafos africanos de su generación, y hoy los miles de negativos que guardó durante tantísimo tiempo están siendo repertoriados y catalogados. De entre ellos, 62 clichés componen esta exhibición itinerante de Autograph, comisariada por Renée Musai, y bajo dirección artística de Sandra Maunac para la sede de Casa África en Las Palmas de Gran Canaria. Es la primera exposición de James Barnor en nuestro país, dividida en tres salas y tres temporalidades: Acra, años 50; Londres, años 60 y Acra, años 70. Toda una ocasión para sumergirse en esos ambientes llenos de vitalidad y optimismo que captó el fotógrafo.
A los osados, la suerte les sonríe
La suya es una biografía de idas y vueltas, marcada en buena medida por el azar y, sobre todo, por el carácter de alguien que no dudó en arriesgar y subirse al tren de las oportunidades. Los encuentros fortuitos pueden ser puertas que se abren hacia fértiles futuros desconocidos. Es probable que eso pensase Barnor cuando se cruzó con Dennis Kemp, fotógrafo y formador para Kodak, y este le propuso que lo acompañase hasta Londres. Era 1959, y Ghana ya era oficialmente un país sin dueños externos. “Lucky Jim”, como lo conocían en su barrio natal de Jamestown, se dejó seducir por la oferta de Kemp y lo dejó todo para embarcarse, literalmente, en un viaje hacia la capital británica que se alargaría diez años. Allí siguió su formación en fotografía, a la que ya se dedicaba plenamente en Acra.
El joven James había aprendido de un primo las nociones básicas para realizar retratos, el encargo más demandado de la época. Más tarde heredaría de un tío un material fotográfico completo, con el que abrió a principios de los 50 su propio estudio, uno de los primeros del país. El Ever Young de Jamestown era un espacio de convivialidad, animado por la música y por el que transitaban día y noche clientes, amigos y curiosos. Fuera de su laboratorio, también capturó eventos sociales y llegó a ser fotoperiodista a tiempo completo para el Daily Graph, diario fundado por el británico Daily Mirror en la Costa de Oro, nombre de Ghana antes de su independecia. Por aquel entonces comenzó a contribuir en la mítica revista sudafricana Drum, que tendría un papel determinante posteriormente, durante su primera estancia londinense.

Si sus instantáneas de los años de preindependencia y cambio político constituyen un archivo esencial de esos momentos históricos, además de captar la joie-de-vivre de esa juventud que circulaba por el Ever Young, las imágenes en Londres son igualmente valiosas como testimonio de la vida de la diáspora africana en la capital. Se trata de documentos de un episodio compartido por África y Europa, concretamente Gran Bretaña. Como extranjero, africano y negro, su lente fue testigo de la rutina y de las efemérides de esa comunidad. Es muy célebre, por ejemplo, la fotografía en Picadilly Circus de Mike Eghan, primer DJ negro de Londres. Pero las imágenes de Barnor están habitadas por personas de todo tipo de origen étnico y social. Su firma más reconocible de esta época, sin embargo, son las fotografías de moda para Drum, la publicación antiapartheid dirigida a un público negro, aún hoy existente y que fue una referencia en cuanto que poderosa fuente de imaginario estético. El de Jamestown había aprendido en Londres la técnica en color, que introduciría a su vuelta a Ghana en su segundo estudio, el X23, y fue uno de los pocos fotógrafos negros en poder dedicarse a hacer imágenes de moda.
El último pionero
James Barnor no es el primer fotógrafo africano en recibir reconocimiento a final de su vida, aunque puede que sí sea unos de los últimos de la que llaman “Edad de Oro de la fotografía africana”. Desde el declive de los estudios y la relativa democratización del medio, que afectó entre los años 80 y 90 al continente, y coincidiendo con un interés de galeristas y coleccionistas europeos por África, los archivos de estos precursores han sido objeto de una verdadera caza y captura. Abrir sus cofres llenos de negativos supuso destapar una caja de pandora. Hasta entonces, las imágenes conocidas de la época colonial y de las doradas independencias habían sido las realizadas por occidentales. De los pioneros, casi no se sospechaba la existencia, al menos fuera del continente. La mayoría se había reciclado y realizaba algún otro trabajo manual para mantenerse, como le ocurrió al propio Barnor.

Los malienses Seydou Keïta y Malick Sidibé, el senegalés Oumar Ly o, en Niamey, el togolés Philippe Koudjina tenían en común la práctica privada, como retratistas, o pública en cuanto que reporteros o cronistas de la vida social, a menudo alternando las dos. La fotografía artística, en su definición más extendida y llana, está ausente de esa época, lo que ha dado lugar a especulaciones teóricas de lo más osadas y generalistas. La idiosincrasia de una supuesta tradición fotográfica africana giraría en torno al retrato, han llegado a afirmar algunos, sin tener en cuenta las limitaciones materiales o las urgencias del contexto. Como bien dijo el mismo Barnor, “si hubiera tomado fotos de flores, nadie las hubiera comprado”. En su caso, no obstante, las razones parecen ser algo menos prosaicas que la pura necesidad económica.
Dennis Kemp lo había convencido para viajar diciéndole aquello de “las personas son más importantes que los lugares”, y de hecho son las personas el foco absoluto del interés del ghanés. Tanto en encargos como en imágenes particulares, el escenario geográfico queda en un plano irrelevante desde el punto de vista narrativo, la mayoría de las veces. De hecho, es difícil no olvidar todo contexto, temporal o político, y rendirse ante el encanto de las figuras hechizantes que pueblan sus fotografías, sobre todo mujeres. Son presencias fuertes pero desprovistas de agresividad, que seducen por su ligereza y hasta por una superficialidad atrayente. En las fotos en color, es patente una armónica sintonía entre la calma que reflejan rostros y cuerpos y las tonalidades tenues y homogéneas del revelado.

Quizás los múltiples traslados y otras iniciativas personales de Barnor fueron decididos con esa levedad y frescura que transmiten sus imágenes. No reparó en consideraciones ajenas, como la edad o el hecho de no mantener el estatus profesional. Movido por la esperanza de una vida mejor, por la nostalgia de lo que quedó atrás o porque, simplemente, cuando partimos nunca volvemos a ser quienes antes fuimos, el fotógrafo parece haber perseguido a tientas su propia sombra, palpando por los muros y recantos del destino. Al final de su camino, ha acabado topándose con una versión luminosa de sí mismo. Declarando que nunca es tarde si la dicha es buena, a sus 90 años y medio pide 5 más, para poder terminar de organizar su legado pero también, lo creemos, para saborear el éxito de esta nueva juventud.
‘Ever Young” una exposición itinerante de Autograph comisariada por Renée Mussai.
Desarrollada con el apoyo del Arts Council England. Investigación y desarrollo originales con el apoyo de la Heritage Lottery Fund
Exposición presentada y organizada por Casa África bajo la dirección artística de Sandra Maunac.
Del 14 de febrero al 30 de abril de 2020, entrada gratuita en horario ininterrumpido de lunes a viernes de 9 a 18h. Sede de Casa África en Las Palmas de Gran Canaria.