‘Ocupar un corpo’, de la fotógrafa gallega Deebo Barreiro, llega a la a Sala Alterarte, en el Campus Universitario de Ourense, para jugar, junto al espectador, con las identidades y los cuerpos que las portan.

La Sala Alterarte (Ourense) ha reabierto sus puertas después del segundo confinamiento con una exposición en la que el o la espectadora podrá estar en la más absoluta intimidad frente a los cuerpos fotografiados por Deebo Barreiro o practicar el voyerismo como si estuviese en los baños de un club de Berlín.

 ‘Ocupar un corpo’ es una propuesta que más que una exposición, es una experiencia inmersiva. Artista y comisario, Vitor Nieves, (que firma este texto) han trabajado mano a mano, partiendo de las imágenes del proyecto ‘Ser un cuerpo’, llevando a la Sala arquitecturas poco frecuentes en espacios expositivos, para desgranar las identidades de género y sexuales que huyen al binarismo normativo.

La exposición, que forma parte de la cuarta edición del ciclo expositivo Estado Crítico. 12 Curador*s e 12 Artistas, que dirige Xosé Manuel Buxán Bran, podrá visitarse en la Sala Alterarte, en el Campus Universitario de Ourense hasta el 21 de mayo.

El significado de cuerpo ha cambiado en los últimos tiempos. Hoy es adecuado pensar en el cuerpo como una plataforma tecnoviva, como el resultado de una implosión irreversible de sujeto y objeto, de lo natural y lo artificial. La noción de ‘vida’ resulta arcaica para identificar los actores de esta nueva tecnoecología.

Como la filósofa feminista Donna Haraway, en esta exposición trabajamos lo que ella denominó como tecnobiopoder, la teoría que confrontó la idea foucaultiana de biopoder, en un momento en el que la geopolítica y el control ya no tratan del poder sobre la vida, del poder de gestionarla y maximizarla, como quería Foucault, si no de poder y control sobre un todo tecnovivo conectado.

Así, en cuanto desaprendemos para controlar el propio cuerpo como el último reducto que nos queda, del que aún podemos ser – de quererlo – propietaries, en la medida que performamos de forma consciente y salimos de espacios de confort para saborear privilegios ajenos o sufrir opresiones de las alteridades minorizadas; estaremos contribuyendo a la revolución que ya empezó. Seamos conscientes o no.

Ninguna dominación perdura sin el consentimiento pasivo de los dominados, que diría Gramsci. Después de la transición a lo que se llamó el Tercer Capitalismo, después de los regímenes esclavista e industrial, se empieza a instrumentar una suerte de nueva gubernamentalidad del ser vivo que se sitúa a menudo en torno a los años 70, y que emerge de las ruinas urbanas, corporales, psíquicas y ecológicas de las grandes guerras.

Esa mutación del capitalismo va más allá de la transformación del sexo en objeto de gestión política de la vida, como ya había pronosticado Foucault en las tesis de la biopolítica sobre los nuevos sistemas de control social. Este control es ahora realizado a través de las nuevas dinámicas del tecnocapitalismo avanzado, definido por Paul B. Preciado en su ‘Testo Yonki’.

No es por casualidad la emergencia de un momento, anterior a la Primeira Guerra Mundial, de visibilidad sin precedentes de las mujeres en el espacio público o un imponente florecimiento de formas visibles y politizadas de homosexualidad.

En paralelo se dan movimientos en todo Occidente que marcarán el devenir de nuestras identidades y cuerpos en la actualidad. Los gobiernos empiezan a invertir en docenas de centros de investigación sobre la sexualidad enmarcados – y disfrazados – en programas de salud pública, nace la primera demografía de la ‘desviación sexual’, un estudio epistemológico llamado «Sex Variant» de los doctores Henry y Dickinson, el «Kinsey Report» sobre la sexualidad y los protocolos de Stoller sobre la feminidad y la masculinidad.

Y en este caldo de cultivo, irrumpen tímidas voces que desde el activismo, la filosofía y la ciencia teorizan esta gran transformación adelantándose a la revolución que venía. Hasta llegar a la década de los 80, en la que Eve Kosofsky Sedgwick escribe ‘Between men’ uno de los textos precursores de la Teoría Queer que atomizaría el sistema binario de consolidados géneros definidos desde la perspectiva cisheterocentrada en la que los genitales normativos acotan al cuerpo en una identidad unívoca que perpetúa la unidad de producción más pequeña del capitalismo: el propio cuerpo. Es decir, rechazando la idea de una ciudadanía definida a partir de la fuerza de producción o de la fuerza de reproducción para dejar de ser bio-operarios productores de óvulos, cavidades gestantes, o inseminadores espermáticos como Preciado explica en ‘Transfeminismos: Epistemes, fricciones y flujos’.

A pesar de que la Teoría Queer tiene múltiples lecturas y transporta una idea que puede variar dependiendo del contexto,  ‘ser queer’ es un oxímoron ya que no es una identidad. Es mantener una actitud crítica con respecto a los efectos normalizadores y excluyentes de toda identidad sexual, sea ésta vivida de forma consciente o estereotipada.

No obstante, los estereotipos afectan a la construcción de la identidad individual y colectiva hasta el punto de que no somos capaces de saber si los clichés sociales son alimentados por cada une de nosotres o son ellos los que nos formatean. Si entendemos el (/nuestro) cuerpo como si fuese un hardware, veremos cómo es viable instalar nuevos softwares que difieran de la socialización hegemónica cisheteronormativa.

El reformateado implica un aprendizaje que nos sitúa en un nuevo paradigma en el que, cuando se dice representación, oímos experimentación; donde se habla de identidad, entendemos multitud; cuando nos imponen una lengua estatal, hacemos traducción multicódigo; cuando practican la domesticación de los márgenes, respondemos mestizando el centro; los desahucios son contestados habitando lo común; el capital humano desaparece en favor de la alianza multiespecies; el diagnóstico clínico es la nueva capacitación colectiva; y la disforia, trastorno, incongruencia, deficiencia, síndrome, minusvalía es, por fin, la disidencia corporal.

La autora

Deebo Barreiro trabaja en esos márgenes, allí donde sabe que puede dinamitar las débiles bases en las que se asientan las convicciones que nos rigen, donde puede tantear el peso específico de los estereotipos y aprende a contraponerse a ellos. Allí, acude al cuerpo para documentar cómo es moldeado por los clichés, expuesto desde que nace, a un bombardeo ideológico constante y sibilino.

Captura con su cámara cuerpos que son en sí mismos la disidencia del sistema sexo-género, usando a veces iluminaciones y puntos de vista propios de deidades, pero sin perder el intimismo en cada uno de los retratos, lo que le imprime un carácter iconoclasta, característico de su obra que autodefine como punki.

A través de las identidades, fingiendo que son burbujas impenetrables, construye un glosario enciclopédico que reduce a la insignificancia el binormativismo de género, ese régimen dictatorial que excluye todo cuerpo diverso y, por lo tanto, divergente. 

Pero como sabemos, y de nuevo parafraseando a Paul B. Preciado, el género es ante todo protético, es decir, no se da excepto en la materialidad de los cuerpos. Es puramente construido y, al mismo tiempo, enteramente orgánico. Escapa a las falsas dicotomías metafísicas entre el cuerpo y el alma, la forma y la materia. El género se parece al dildo. Porque los dos pasan de la imitación. Su plasticidad carnal desestabiliza la distinción entre lo imitado y lo imitador, entre los órganos sexuales y las prácticas del sexo. En el género, como en la Fotografía, confluye y diverge la verdad y la representación de la verdad, la referencia y el referente, la naturaleza y el artificio.

La exposición

‘Ocupar un corpo’ ofrece una experiencia expositiva situada en ese nuevo paradigma mencionado anteriormente. La Sala Alterarte se convierte en el altavoz de los cuerpos silenciados y estos, a su vez, ocupan un espacio que se le ha negado, como tantos otros. No es casual que hayamos escogido lo que Deebo Barreiro llama ‘las identidades del medio’, aquellas que resultan indigestas para la otredad.

Partiendo de las imágenes del proyecto de Deebo ‘Ser un cuerpo’, creamos una instalación en Sala que, junto a las pequeñas excursiones al espacio virtual que proponemos a le espectadore, conforman una especie de Manifesto Contrasexual que conlleva a un análisis crítico de la diferencia de género y de sexo, que rompa con el contrato social cisheterocentrado, cuyas performatividades normativas fueron inscritas en los cuerpos como verdades biológicas.

Los itinerarios, el bombardeo de imágenes, la fragmentación de éstas, las grandes escalas, los olores, las dificultades, las arquitecturas propias de áreas sexualizadas y el factor sorpresa son piedras angulares de esta propuesta, que pretende desplazar, en un desequilibrado ejercicio empático, el centro hacia la marginalidad.

Deebo Barreiro (Vigo, 1993) Estudió Bellas Artes y posteriormente el Máster de Investigación y Creación en Arte Contemporáneo en la Facultad de Pontevedra. En 2016 estudió fotografía en la Escuela de Fotografía Blank Paper de Madrid. Fue ganadora de la Beca de Fotografía 2018 de la Escuela Lens de Artes Visuales, lo que le permitió cursar el Máster MAPA. Actualmente está doctorando en la Facultad de Bellas Artes de Cuenca (UCLM), con una tesis titulada «La influencia de la pornografía queer y feminista en el panorama artístico contemporáneo español». 

Fue seleccionada en el Visionado de Portfolios PhE Santander 2020 para participar en la próxima edición de Descubrimientos PhotoEspaña en Madrid. Entre sus exposiciones individuales destacan «¿Te gusta el rosa o el azul?» en Dispara (A Estrada, Pontevedra) y «Hola k tal?» en la galería Fuck This Studio (Vigo). También participó en colectivas como «Magical girls» comisariada por María Marco para la Casa das Artes de Vigo, «No me etiquetes 2017» comisariada por Adriana Berges para la Quinta del Sordo de Madrid, «Futuro Presente» comisariada por Semíramis González en el INJUVE de Madrid, «Galerías VII» en la Cárcel de Segovia; «Dar gusto al cuerpo» comisariada por Javier Guardiola para la Galería Visión Ultravioleta de Madrid, «Feminismo y Feminidad» en Can Basté de Barcelona y Le Mur Photo Gallery de Madrid. Además participó en las proyecciones del festival coruñés FFOCO 2020.