La artista vasca afincada en Alemania, Edurne Herrán, expone hasta el 16 abril, en Montehermoso de Vitoria-Gasteiz, ‘Social (T)issues’, un trabajo que, con el sentido del humor que caracteriza su obra, se fija en nuestra relación con nuestra apariencia, con la ropa, con la forma que elegimos de mostrarnos al mundo. Y también nuestra relación con la autopercepción y cómo ha cambiado en la sociedad actual. Precisamente, una obra que encontramos en esta exposición, titulada ‘Mirror, Mirror on The Web’, es un tratamiento postfotográfico sobre este asunto, que a continuación nos explica su autora.

Los retoques estéticos y la cirugía plástica han experimentado un aumento en los cuatro últimos años; además, el teletrabajo y las videollamadas han aumentado un 35 % la demanda de cirugía facial en España en 2020, tras la cuarentena de la pandemia. 

Según un estudio de la Academia Estadounidense de Cirugía facial, plástica y reconstructiva, el 55% de los cirujanos plásticos faciales atendió, en 2017, a pacientes que querían operarse para verse mejor en los selfies. 

El estudio también halló que el 56% de los cirujanos encuestados notó un aumento de los clientes menores de 30 años. El dato coincide con la explosión de los ‘filtros de belleza’ en las Redes Sociales, esos falsos catalizadores de la felicidad.

Hace mucho tiempo, los clientes llegaban a las clínicas de los cirujanos plásticos con fotos de las celebridades a las que se querían parecer; ahora traen fotos de sí mismos. 

Cada vez hay más jóvenes que piden a sus cirujanos un resultado similar al de su propio filtro en Redes Sociales; el problema es que, muchos de esos filtros, alteran las facciones, lo que podría ocasionar una deformación corporal facial.

La obsesión por parecerse a la propia imagen alterada con estos filtros se ha denominado Dismorfia de Snapchat, Dismorfia de Selfie (o de Zoom), y es un trastorno, del tipo ansioso u obsesivo compulsivo, que ocurre cuando una persona cree que tiene un defecto corporal y entra en unas pautas de conducta en las cuales intenta corregir ese defecto, imitar conductas sociales o llegar a ser ‘su versión mejorada’ mediante intervenciones quirúrgicas.

Algunos cirujanos están alertando sobre una gran cantidad pacientes que acuden a sus consultas con esa imagen que obtienen mediante su ‘tratamiento/retoque digital’. Labios más gruesos, ojos muy rasgados, nariz más estrecha y mentón más definido son los más demandados, lo que denota que tienen un sentido alterado de su físico; algunos filtros agrandan los ojos, algo que es imposible hacer con cirugía.

© Edurne Herrán

Las Redes Sociales modifican nuestra autopercepción y aumentan la comparación, haciéndonos más (auto)críticos, por lo tanto, se están creando unas expectativas irreales. En una consulta física, el límite debería ser fijado por el médico (cirujano), cuya labor es aconsejar al paciente, pero ¿quién pone el límite en Internet, en una sociedad de consumo digital voraz? ¿Hasta dónde va a llegar la enajenación tecnológica y la ansiedad de gustar y recopilar likes y seguidores?

Discernir lo que es real o no parece una utopía en un medio en el que, la comparación, con todas sus consecuencias, siempre gana la batalla.

Este fenómeno preocupa tanto a los cirujanos como a los trabajadores del sector de la salud mental y ha llamado mi atención recordándome a esa suerte de collage humano que ideó Mary Shelley en 1818. 

La serie postfotográfica ‘Mirror, Mirror on The Web’ está compuesta por 100 imágenes (sigue en proceso), extraídas de la web This person does not exist –creado con Inteligencia Artificial– y retocadas con Apps de belleza y filtros de RRSS hasta el límite (hasta que las aplicaciones no reconocen más los rostros).

Más información sobre la exposición aquí.