El Menorca Doc Fest es un festival que combina fotografía y cine documental que ya va por su cuarta edición con la sensibilización, educación y divulgación como objetivos en un entorno de cambio social y cultural. Roberto Villalón, que ha participado en esta edición, nos hace su crónica del festival.

Uno puede estar en el centro de una isla y no ser consciente de ello. No ver que el mar la rodea, no saber hasta donde podrá llegar si se pone a caminar sin fin. Al igual que sucede con el tiempo, de niños tardamos en tener conciencia de dónde estamos, de lo lejos o cerca que están las cosas. Por eso la insistente pregunta de cuándo llegamos.

De la misma que uno puede ir a esa isla y, si no tienen zonas suficientemente altas, no ver que estás rodeado de agua. Puedes llegar hasta la costa, pero no sabes, con los pies en la tierra, donde están los límites. Para saber que es una isla necesitamos volar, o salir, o que alguien desde fuera nos lo muestre.

Eso es lo que hace el género documental. Darles perspectiva a nuestras realidades. Conseguir que veamos más allá de lo que alcanza nuestra vista. O ayudarnos a entender con otro punto de vista lo que nos sucede. En definitiva, conectarnos con lo que hay fuera.

El Menorca Doc Fest es un festival dedicado al documental tanto desde audiovisual como fotográfico. Largos y cortos documentales, conferencias, talleres, presentaciones, proyecciones y exposiciones, comprendidas principalmente en Es Mercadal, en el centro de la isla, y también en Maó (Mahón) y Ciutadella.

Se trata de una iniciativa de Es Far Cultural, un colectivo que promueve distintas acciones en la isla como becas residencia a la Casa d’Artistes, el intercambio entre artistas Baleares con Illes d’art o una emisora de radio cultural como Ràdio Far.

En la parte dedicada a la fotografía de este Menorca Doc Fest, hemos podido ver distintas exposiciones que abordan lo documental partiendo desde diversos puntos. Por un lado, una mirada más clásica, como son los Premios Luis Valtueña de Fotografía Humanitaria. Si bien es verdad que en las últimas ediciones se están acercando a una forma más actual de entender el documentalismo, alejándose del estereotipo de “mirada oenegé”.

© Jędrzej Nowicki

La 25ª edición de estos premios recoge ‘Las cicatrices’, de Jędrzej Nowicki, (Polonia), quien documenta con un estilo muy personal las protestas masivas que empezaron el agosto de 2020 en contra del régimen de Lukashenko en Bielorrusia.

También se pueden ver los proyectos que fueron finalistas: ‘Los dos muros’, de Alejandro Cegarra, que muestra los estragos de la minería en comunidades bolivianas, y ‘Doctor Peyo y Míster Hassen’ de Jérémy Lempin, en el que vemos cómo un caballo acompaña a pacientes de cuidados intensivos en un hospital francés, y ‘Perú, un Estado tóxico’, de Alessandro Cinque, que visibiliza el periplo de miles de personas en busca de refugio en América. Todo ello se puede visitar en Mahón hasta el 5 de noviembre.

Rosa Sala © Roberto Villalón

Por otro lado, en Ca N’Ángel, en Es Mercadal, vemos tres trabajos que parten de la experiencia personal en la búsqueda de lo universal. Rosa Sala y su ‘Ai, Mare’, en el que parte de la experiencia del cuidado de su madre en el declive de su vida, del dolor, de la pérdida, pero también de la ternura y el amor.

Por su parte Vanessa Roca habla de una nueva edad que comienza a darse en las nuevas generaciones. ‘Never Neverland’. Si la adolescencia es un fenómeno que se empieza a generar en hace unas décadas, el proceso de transición a la edad adulta parece alargarse cada vez más en las nuevas generaciones poseídas por el espíritu de Peter Pan. Precariedad, sexo plural, eterno retorno a la casilla de salida, desesperanza en el futuro, disfrute del presente… Un trabajo, emparentado con gente como Helena Goñi en lo cercano o con Nan Goldin en su descaro, que documentan cómo hacerse mayor en un mundo en el que el siguiente paso ya no está claro.

Y en la parte alta del edificio, ‘Arrelada’, Patricia Coll Marquès, que trata de docuementar desde el álbum familiar y la fotografía más clásica la pérdida de una tipo de vida que desaparece, tratando de conservar unas tradiciones que desaparecen y que se idealizan a través de una mirada nostálgica.

El festival también ha mirado hacia el futuro (incierto) de las tecnologías (no tan nuevas) aplicadas al arte. Celeste Senés nos introdujo en el mundo de los NFTs abriéndonos todo un mundo de posibilidades (y de dudas). También yo mismo participé intentando dar algunas claves sobre comunicación para artistas como parte de la programación del festival.

© David Arribas

De la misma manera, David Arribas presentó su fotolibro ‘Ansia’, un recorrido visual por los supervivientes del punk madrileño. También participó en la sección Panorama, donde se proyectaban trabajos comentados por sus autores, como ‘Las flores mueren dos veces’, un trabajo que conecta álbum familiar y nuevas tecnologías de Cristóbal Ascencio, la actividad de rescate en alta mar de migrantes africanos del Aita Mari recogida por el joven fotógrafo catalán Pau de la Calle, la no ciudadanía dentro de la unión europea de los lituanos de origen ruso documentada por Ire Lenes, la personal mirada que el turismo genera en las Baleares según Tomeu Coll (cuyo trabajo ha sido imagen del festival y también se puede ver en Ciutadella en formato expositivo), o la técnica de la piedra seca que está a punto de extinguirse recogida por Anna Lofi.

Precisamente, Anna Lofi también es la autora de la muestra que, en las calles de Es Mercadal, recoge oficios a punto de extinguirse en la isla de Menorca, mediante retratos de artesanos sin relevo generacional. En frente, el trabajo de Arnau Rovira que documenta una serie de excentricidades arquitectónicas que esconden realidades sociales menos vistosas en distintos países del mundo, con ‘Trilogía de arquitecturas poco comunes’.

© Anna Lofi

Poco común es la historia familiar de Raquel Bravo, lo que le sirve para valerse del álbum familiar, explorarlo y darle una nuevo significado. Por ello, ha sido la encargada de dar un taller que parte de los “secretos de familia”. Porque es curioso hasta que punto creemos que el álbum familiar documenta nuestras vidas, pero ¿acaso hay algo que mienta más que unas fotos que nunca muestras los momentos tristes y sólo recoge los felices perfectamente teatralizados?. 

Precisamente esa frontera entre lo real y lo ficticio se rompe en ‘Magaluf Ghost town’, un filme en el que se ficcionan realidades o se documentan acciones que parecen mentira, creando un cruce entre los documentales dedicados a los rituales de apareamiento (solo que con guiris en lugar de cebras), el ‘Carmina o revienta’ de Paco León o los diálogos entre las hermanas de ‘El espíritu de la colmena’, de Erice. Por supuesto el resultado no tiene casilla donde encajar.

Y precisamente de eso habló su director Miguel Ángel Blanca en la presentación. De cómo algunos se cuestionan que sea un documental por incluir ficción, obviando que todo el cine documental, desde su origen es ficcionado. Algo que a la fotografía le cuesta reconocer, como ya te contamos en Clavoardiendo hace tiempo. Por cierto, pudimos reconocer el trabajo del fotógrafo Javier Izquierdo.

Además, Menorca Doc Fest tiene una programación de cine entre largos y cortos documentales, con diferentes secciones, que no hemos podido disfrutar porque no podemos quedarnos hasta mediados de noviembre, que es cuando esta edición termina. Pero sí hemos sido testigos del buen trato que los organizadores dan a los participantes, que han podido convivir e intercambiar experiencias lúdicas, profesionales y gastronómicas. Solo dos palabras bastan: pomada y sobrasada.

Por eso, nada mejor que viajar hasta Menorca para comprender que la “verdad” es una isla de la que no vemos los límites. Y que los mapas siempre cambian cuando cambia el punto de vista. Que necesitamos trabajos documetales (en el amplio sentido de la palabra) que nos traigan otras realidades, lejanas o no, y otros puntos de vista, divergentes o no, para tener más claro el “usted está aquí” y perdernos menos.