La séptima edición de Revela-T, el festival dedicado a la fotografía analógica, ha tomado Vilassar de Dalt. Desde el 7 de junio, el municipio catalán padece una invasión de ultracuerpos fotográficos, que inundan sus calles, sus edificios y probablemente sus mentes. Timmerman, Gilden, Burnet, Freaza, Zottola, Hagikalfa, Cosba, Cruz, Baguette, Haidar, Viver, Requena, Maquieira, Alix… Nave. Fotografía que parece venida desde las estrellas en una edición inspirada en la ciencia ficción. Ferran Quevedo nos hace una crónica de este «Foto Attacks».
Fumamos un cigarrillo a escondidas con «A.G.A» y conversamos sobre la calma y el caos de Beirut, del Cairo, de la tinta en la piel, mientras Montse dispara un retrato con su teléfono y vuelven a nuestra memoria los retratos de sus heridas, de sus musas mostrándonos el coño, de los zapatos. Alberto ha venido a presentar el documental en el que él es protagonista.
Un rato de placer, un bonito encuentro en nuestro mes de los reencuentros. Siempre me reencuentro con la luz en Vilassar de Dalt. Las tres ediciones que la he visitado se han superado una tras otra, y sin duda ésta ha sido la mejor, pero las tres me han sorprendido, por su cantidad y por su calidad. Revela-T es mi sobredosis anual de fotografía, mucha y buena.
Esta vez el destino me ha llevado a estar muy cerca, viviendo en el mar y la he disfrutado día tras día, todos, saboreándola como nunca, como los buenos vicios. Moto, mar, amor y fotografía a fuego lento, como me gusta ahora, captando la dulzura retrato tras retrato, mirando también a fuego lento, concentrado solo en la esencia –y aquí hay mucha–, vomitando lo malo –invisible.

Me encuentro encerrado en un sueño psicodélico, colocón en la vieja casa del Rajoler (‘Alucinosi’), la capilla sixtina del Revela-T este año, con Ibrahim, Eduardo Nave y Javier Viver (banda de monstruos de la luz) y su autor, Fernando Maqueira (sentado frente a la puerta nos invita a entrar para inaugurarla en plan familiar) “on behalf”. No nos olvidemos del otro loco, el único e irrepetible Juanan Requena, que ya se ha ido a su pueblo. Un suspiro de lo que están preparando estos dos marcianos. Y es que, por tercer año consecutivo, ésta es la sala de las sorpresas. Juanan Requena y María Sola con el circo a cuestas como en otras ediciones. Hoy esto va de un viaje, como en las anteriores. ¿Será que la sala del Rajoler es la casa del chamán del pueblo? A mí me parece que algo hay ahí dentro, algo que es mágico.

Este año, Revela-T 2019 y Pep Mínguez, su director, han apostado por llenar la calle de tanta obra como sea posible, invirtiendo en el diseño de unas estructuras maravillosas que auguran un futuro del festival mucho más en simbiosis con el pueblo y su gente, si cabe. Las enormes copias de Alex Timmerman están tomadas con la técnica del colodión y nos transportan a la fantasía con personajes en el bosque y una huída en moto, mientras la parada es obligada en el bar de la plaza del pueblo donde puedes compartir mesa con caras conocidas y desconocidas, todos artistas, todos creadores.

Callejeando rumbo al mar, es obligada la entrada en la sala La Estrella, otra de las míticas de Vilassar, preciosa en continente, difícil de superar en contenido con dos de los grandes: La agresividad y el fogonazo de la Leica de Bruce Gilden atacando personajes, siempre en la calle, contrasta con la pared de enfrente, con los preciosos paisajes del horror del huracán Katrina de la mano de David Burnett, su personal visión del apocalipsis fotografiado para National Geographic.

Dos personas del pueblo, una chica y un chico, voluntarios con discapacidad intelectual se ocupan de la sala recibiendo al visitante con una ilusión a la altura de su dulzura. Imposible no sentarse un buen rato para comentar la expo con ellos. Bravo Revela-T.
Si la Casa del Rajoler es la Capilla Sixtina del festival, la antigua fábrica de Can Garbat es mi particular paseo por las nubes. Con su patio soleado poblado de alienígenas funcionando a su rollo (de Urizen Freaza) ante la atenta mirada de Peeter, un holandés simpático que se ha comido 17 horas al volante y del tirón para hacerse unas cianotípias, que me cuenta que está lavando los cacharros después de revelar unas gelatinas en la furgo donde duerme, calor que te cagas, pero aquí está por tercera vez, y desde Holanda.

Desde el patio de los marcianos accedemos a la sala de creación, donde los residentes tiran de anarquía en el laboratorio, dejándote clavado al suelo metro a metro –otro bravo para el festival por el impulso. Contemplando la obra siempre poética y rebosante de melancolía de Irene Zottola o la piel convertida en fotografía de Fabienne Forel (‘La segunda piel’), otra búsqueda, otra mezcla de penas y alegrías, como decía Camarón, que es la vida.


Aquí todo es bueno, fino y bueno. La fábrica en sí, como digo, es un éxtasis para los amantes de la fotografía. Rafa Doctor tuneando fotos míticas (Ana Curra de Alix, etc.) por 30 pavos para un proyecto de protección animal. Buff, enorme y pegado a la pared donde Laurie Baguette congela paisajes imposibles de arena, recursos naturales amenazados por la perversidad humana.
Entrando y a la derecha dos paredes, dos mujeres trabajando con formatos exquisitos. Lorena Cosba crea desde las premisas del ‘Systema Naturae’ del sueco Carlos Linneo, donde el naturalista expone sus ideas para la clasificación jerárquica del mundo natural en sus divisiones, animal, vegetal y mineral. Según Lorena, merecemos ser destruidos, pero quizás queda algo de esperanza si somos capaces de mirar estos elementos y abrir los ojos ante la absoluta magia de la naturaleza.
Seguida de la griega Evagelia Hagikalfa, artista de collage y ensamblaje que utiliza materiales reciclados (viejas ópticas, diapositivas y cajas de madera) para crear mundos tridimensionales, llamando la atención, según ella, sobre la condición humana a través del detalle y el descubrimiento como un proceso simbólico para la introspección en su “microcosmos”.

Ramzi Haidar, nos ofrece una selección de unas 20 imágenes con ‘Civil War’ para resumir sus casi 30 años de infierno cubriendo la guerra civil de Líbano, su país. Sirva como homenaje a los fotógrafos locales que cubren conflictos desde las tripas, sufriendo una guerra que es la suya, porque se matan los suyos, los grandes olvidados son ellos, los grandes premiados siempre los visitantes.
Debo destacar dos trabajos impresionantes ya de camino a casa. Las dos salas pequeñas de la fábrica, una con el trabajo de Ivette Cruz, a oscuras, en un espacio que ya trató el postmortem hace dos años y que en esta edición busca la aceptación e integración del final de la vida como un símbolo de regreso a la Madre Tierra de nuestro cuerpo tanto físico como espiritual.

Justo al lado, el trabajo documental de Javier Viver me desmonta por completo con su ‘Archivo de lo inclasificable’, donde el autor propone una nueva lectura de la iconografía de La Salpêtrière, el famoso hospital de París a través de un buen puñado de documentos gráficos sometidos a estudio y catalogación.

Hay muchísimo más, unas cincuenta exposiciones, hasta el 16 de junio en Vilassar de Dalt, por lo que deberías venir a verlo. Además, el próximo sábado 15, en Barcelona habrá conferencias, talleres, exposiciones OFF… Y participa Clavoardiendo. Roberto Villalón, su director, y Pollobarba, estarán en una mesa redonda sobre redes y comunicación.
Si el lema del festival en esta edición era «Klaatu Barada Nikto», haciendo referencia al cine de ciencia ficción, y la invasión alienígena, uno se pregunta, ¿Ya están aquí? Pues si ésta es la fotografía que nos traen, por favor, ¡que se queden!
