La Agencia Zoom nos trae este mes el trabajo ‘Inshalla’ del fotógrafo Roger Grasas, que seleccionado para la actual edición de Visa Pour L’Image. Un texto de Raúl Martínez.
Tendemos a pensar que las sociedades del Golfo Pérsico son todas iguales: ricas, injustas con las mujeres, absolutistas y con una relación entre la tradición y la modernidad mal resuelta. El Golfo Pérsico almacena más de la cuarta parte de las reservas mundiales de petróleo y los enormes beneficios que supone su extracción han transformado su vida y sus costumbres, convirtiendo a un país como Arabia Saudí en clave en el escenario geopolítico mundial.
Los recientes atentados acontecidos en Cataluña han vuelto a situar a la monarquía wahabita en el centro de las críticas por su financiación de algunas de las mezquitas más extremistas de las situadas en Europa. El trabajo del fotógrafo barcelonés Roger Grasas nos enseña las contradicciones de estos países en un trabajo que ha sido seleccionado para la actual edición del festival Visa Pour L’Image.
Roger Grasas sabe lo difícil que es poder retratar las sociedades del Golfo Pérsico. No en vano fue (con su compañero Oriol Vila) uno de los primeros occidentales en trabajar para la corte real saudita. Desde 2005, ha contado con los permisos y el apoyo de la familia real saudí para poder tratar de entender los países del Golfo, unas sociedades mutantes y herméticas hasta el punto de que hasta hace pocos años estaban prohibidas las fotos en el espacio público.
Es la primera vez que un trabajo así se publica en España y su autor recuerda sus primeras impresiones: “Sólo llegar, me impresionó comprobar cómo el oro negro que ha tardado millones de años en formarse, ha sido capaz de transformar en muy poco tiempo el aspecto y los hábitos de una sociedad ancestral basada en el nomadismo de los beduinos, los moradores del desierto», recuerda. “Aquí los jeques pasaron del camello al jet privado sin tener coche”.
Pero las contradicciones no se limitan a Arabia Saudita sino que se extienden por todas las naciones del golfo, una tierra donde el 90% es desierto y donde sin embargo han podido construir algunas de las ciudades más modernas del mundo como Dubai, Doha o Abu Dhabai.
“Cada país vive en su realidad histórica y por mucho que desde Occidente nos empeñemos en señalar con el dedo y en juzgar o injerir en otras sociedades que han experimentado una evolución diferente a la nuestra no podemos olvidar que hay un decalaje histórico importante. Lo más importante es velar por los derechos humanos en cualquier rincón del planeta, pero seamos conscientes también de la hipocresía de nuestra sociedad Occidental: Qatar fue protectorado británico hasta que ganó su independencia en 1971. En esa década todavía se utilizaba la guillotina en Francia y el garrote vil en España”.
Hoy el Golfo es una de las zonas de la tierra que más han cambiado a nivel socioeconómico en los últimos 50 años. Conscientes que la era de los hidrocarburos tiene fecha de caducidad, han empezado a introducir cambios: las universidades internacionales están llenas de árabes (y chinos), Qatar y los Emiratos Árabes Unidos se han posicionado muy bien entre los destinos turísticos de élite mundial; hay tímidos cambios a nivel político.
Sin embargo, la falta de perspectivas entre la población civil, la todavía gran influencia de los guardianes de la Ley islámica y el aplastante dominio del monocultivo petrolero hacen del Golfo Pérsico uno de los lugares de la tierra con un futuro más incierto, casi imposible de pronosticar. Si a todo ello le añadimos el avispero en el que se han convertido Siria, Iraq y Yemen, nos enfrentamos a una realidad con un futuro impredecible. “He sido testigo de los últimos coletazos de los beduinos del desierto y de la hipocresía geopolítica de Occidente hacia estas tierras por intereses económicos. En Arabia, pasado y futuro se funden. Hay días que creo que no entender nada. Necesitas tiempo para descifrar. Seguramente sea cuestión de perspectiva”, acaba.