Coleccionistas

El mercado del arte, el de la fotografía y el del fotolibro no se pueden entender sin algunos compradores incondicionales como Gabriela Cendoya, una de las mayores coleccionistas de Europa de fotolibros. Nuestra colaboradora de Clavoardiendo le sirve a Magdalena Ramírez para poner cara a estos recopiladores.

¿Los coleccionistas existen? ¿Por qué no se los conoce? ¿Dónde están? ¿Qué les impulsa a coleccionar y con qué criterio? Siempre quiero saber quién hay detrás de las cartelas esas de «colección privada» en piezas maravillosas que son objeto del deseo. Del mío al menos.

Los coleccionistas son la tercera pata del taburete del arte: artista-intermediarios-coleccionista. Advertencia: se ruega NO confundir con el inversor… Es tan necesario como el artista, porque no hay artista sin comprador ni coleccionista sin obra. Tengo curiosidad (y sana envidia) por ver y hablar con otros que coleccionan, que quizá hayan dado el paso a la creación, como hice yo, o que se queden «sólo» (el entrecomillado es irónico) en la labor de adquirir obra de artistas y difundir su conocimiento.

© Lu Lantana

La coleccionista que me es más cercana es una colaboradora de CLAVOARDIENDO, Gabriela Cendoya. He querido comenzar con ella por proximidad, porque es conocida en el entorno del libro fotográfico y porque fue la primera coleccionista de mis libros –sin conocerme–. Es muy habitual entre aquellos que coleccionan querer conocer a los artistas de los que compran obra, acercarse a su mundo o preguntarles qué les impulsa a hacer aquello que les ha interesado tanto como para adquirirlo. Muchos de estos encuentros luego desembocan en amistad, como es el caso.
Me fui a su casa para ver su colección y hablar de coleccionismo según ella lo entiende. Mientras desayunábamos y habiendo hablado de discos la noche anterior, me va poniendo sencillos de 45 rpm de su vida en Francia, recuerdos familiares, temas míticos o versiones extrañas. Un coleccionista lo es en tantas facetas como puede, es una obsesión, pero muy medida. No todo vale en una colección y, aunque quisiera, el coleccionista no puede abarcarlo todo. No se trata de acumular.
El coleccionismo de Gabriela viene de familia, de la idea de ir de «brocantes» (anticuarios) para comprar muebles, porcelanas, grabaditos, muestrarios de moda del siglo XIX en libritos hechos de marfil… Antigüedades de segunda mano con su propia historia, puesto que también hay fotos que estaban en piezas adquiridas y no las cambiaron por las de familiares. La colección de libros es, también, de origen familiar. Su amor por los libros se empieza a notar en la fabulosa colección de cómics que atesora, influencia de su hermano Manuel.
Viajamos hacia atrás en el tiempo, estamos en Burdeos. Gabriela estudió Historia del Arte y en especial le gusta el arte contemporáneo. Lleva desde los años 60 coleccionando las revistas que le llegaban con un rango muy amplio: todo LIFE, revistas underground y muchas de música. De la época dorada de las revistasBeaux Arts«) le viene el «ojo fotográfico», porque en ellas trabajaban muy buenos fotógrafos y excelentes articulistas. Punto y aparte las de música: rock & folk conforman su memoria musical y los «inrockuptibles»;  y en el desayuno vamos pasando de escuchar folclore y disidencia en euskera a Talking Heads.

Un coleccionista pertinaz, por pasión, no tiene que gastarse un pastón en obra. Una buena colección de discos o revistas se va revalorizando con el tiempo. Obsesión y fidelidad suelen ser el germen de una colección. «Y mucha curiosidad«, apunta Gabriela.

© Lu Lantana

La colección de libros de fotografía de Gabriela es, os lo podéis figurar, extensa e intensa. Extensa en sentido literal, y comenta que Internet ha facilitado muchísimo la dispersión y adquisición de libros, incluso los autoeditados. Intensa por latipología de libros, muy personal, donde abundan los libros japoneses, pequeños formatos, ediciones cuidadas con algo personal. Presta especial atención a la fotografía hecha por mujeres, autoediciones y todo trabajo que despierte su curiosidad o amplíe su horizonte visual. Esto no quita que Steidl, Mack y otras editoriales de tirada grande formen parte de su catálogo (en fase de sistematización). Están los imprescindibles y los raros e inencontrables.

Muchos libros bellos desde casi cualquier punto de vista que, pese al ansia de su dueña de mantenerlos ordenados por países, se acumulan, indefectiblemente, en «tsundokus«, la palabra japonesa que define la entropía de su universo.

¡Ay! Ahora que los libreros amigos le hacen embalajes personalizados, se le ha abierto un nuevo frente de colección… Aun y con todo, Gabriela me confiesa que la música es más importante en su vida que la fotografía.

© Lu Lantana