Oriol Miñarro es uno de los «nuevos nombres» de la fotografía española por sus tomas inquietantes y mirada directa. Autodidacta, en continua evolución, un fotógrafo-ventana que no quiere definir –ni lo necesita– el tipo de fotografía que hace. Un perfil de Magdalena Ramírez.
Un par de veces al año, si no media algo excepcional, tengo el placer de encontrarme con Oriol Miñarro (Barcelona, 1974) en Segovia. Algo que empezó de modo casual ya se ha convertido en costumbre, hasta el punto de seguir una ruta de bares establecida. El peso de la tradición de la que luego hablaremos.

Oriol Miñarro © Joan Teixidor
Antes de comentar sobre su fotografía y su mirada especial, he de hacer mención a la persona que nos puso en contacto y que sobrevuela en cada uno de nuestros encuentros como un ángel apocalíptico: Joan Teixidor, el autor de la foto de Oriol que acompaña este texto. Joan es, además de colega y amigo, una especie de mentor para nosotros y no puedo evitar hacer desde aquí un reconocimiento a su labor subterránea.
Y ya puestos, mencionar a otras personas igualmente importantes en nuestro círculo: Reimi Gómez y… sí, Gabriela Cendoya, imprescindible en saraos fotográficos y tan subterránea (ya menos con la Gabriela Cendoya Bergareche Collection en San Telmo) como Reimi y Joan.
Me he tomado la libertad de coger las palabras de Rafa Badía cuando se encontraron Oriol y él –»el niño de mirada clara y fotografía inquietante»– porque reflejan de manera exacta (no podía ser menos) la distancia entre la persona y la “idea” que nos hacemos de él con sus fotos. Y es que, en el caso de Oriol, es un choque tan potente que no sabes si realmente es la persona exquisita que te habla, te pregunta, y agradece tu atención, o una se trata de una especie de psicópata que, tras esa apariencia cándida, busca en rincones oscuros la violencia de su fotografía. ¿Se parece ésta a su vida? ¿Esa mirada azul claro es todo menos turbia? Rafa lo explica mejor que yo, porque mi amistad me impide ser imparcial: Sí, es un “pedazo de pan” que hace fotos desgarradoras.
A un fotógrafo autodidacta, que ha expuesto en SCAN 2016, y ha sido dos años finalista de NEXOFOTO -2016 y 2017- o ha presentado su trabajo en ART BCN 2017; lo que siempre le preguntas es sobre su evolución, si ha notado cambio de técnica, estas cosas. Los que le seguimos de cerca quizá vemos algo, pero desde que empezó a fotografiar en 2007 y de un modo consciente desde 2010, no hay cambio de técnica sino más tirar de “entraña”, me comenta. Es, a pesar de todo, un hombre de mirada educada, puesto que por familia viene de un entorno pictórico que cubre casi todo… Aunque no tanto: a él le han motivado más sus vivencias y el moldear el carácter que lo aprendido y/o comprendido en pintura.
Anda liado con varios proyectos: un nuevo libro de ‘Welcome to the Barrio’, su trabajo más publicitado, sobre las personas que se ha encontrado en el Raval; ‘Lóbulo occipital’, un viaje al universo mental de las imágenes e ‘Ínsula’, sobre Menorca, estos dos últimos en fases menos acabadas. Poco a poco fuimos desgranando cada proyecto para tratar de comprender qué hay detrás de su mirada.

‘Welcome to the Barrio’ © Oriol Miñarro
‘Welcome to the Barrio’ retrata el antiguo Barrio Chino; ya hizo una edición que no era más que una secuenciación de imágenes sin más contexto. Me enseña la nueva maqueta y… me quedo con las ganas de “despistarla” en mi mochila. Imposible, no le quita ojo de encima. Pregunto el porqué de la repetición y me contesta que no deja de ser el aprendizaje del autodidacta, el pulir aristas de un proyecto al que se le puede dar múltiples interpretaciones: social, económica, política, la condición del ser humano.
Comenta que la gente suele contactar con el Raval manera más general, superficial…, no profundiza; eso no le gusta y no en vano se ha pasado día tras días durante casi cuatro años yendo allí; y, mención obligada a nuestro mentor, Joan, que le hizo ver que en realidad es un barrio de su mente. No es un simple barrio sino todos aquellos aspectos que aglutina y es capaz de explicar en esta nueva edición.
Hablando de la teoría de Szarkowski del fotógrafo-ventana y el fotógrafo-espejo, se define de manera absoluta como un espejo. Para Oriol es importante reflejar la cultura de los 80’s, el posfranquismo, el pop-art…, la repetición del cliché de la “España cañí” o de la “forma de ser latina”, que seguimos portando y que no son “post“ sino tal y como somos. Nos seguimos comportando así. Y concluyendo el repaso a ‘Welcome…’, le pregunto si piensa en su fotografía como política, a lo que responde veloz que lo es sin lugar a dudas y que cada vez lo aprecia con mayor intencionalidad.

‘Lóbulo occipital’ © Oriol Miñarro
Es importante ver a Oriol fotografiar. Pregunta de manera educada y delicadísima si puede hacer una foto, intercambiando palabras de confianza con el retratado. Deduzco que casi nadie se niega. Le pregunto si lleva un orden establecido y admite que todo entra en el desorden ordenado de su cabeza, haciendo la edición posteriormente. Su interés por aquello que se sale de la norma es el del niño curioso que se mete en el sitio prohibido, no por la prohibición, sino por saber “qué pasa ahí dentro”. Del mismo modo, le pregunto si existen patrones de repetición en sus fotos y sí, los hay; de manera involuntaria dispara y aparecen ya en la edición, su “no metodología de trabajo”. Y no le parece mal, definiendo la repetición como “un cierto TOC interno”; sin esa obsesión, dice, enfermiza, no hubiera llegado a hacer nada. Es así que al fotografiar nos declaramos como personas.
‘Lóbulo occipital’ es un viaje a cómo se forman las imágenes en un cerebro enfermo. En ese trozo de cerebro modificamos la realidad visual y se fondea en nuestra memoria una nueva virtualidad.
Al igual que todos sus trabajos, requiere de un anclaje emocional o no podría fotografiar algo que no le induce a ello; eso me lleva al pedirle una definición del tipo de fotografía que hace y me responde lo que no es: no se siente un fotógrafo documental ni tampoco de diario íntimo. Para Oriol, el cerebro lo es todo, el resto es máquina; gráficamente lo describe como “El Espíritu Santo”. Dado que ‘Lóbulo’ trata de un cerebro enfermo, convenimos los dos en que todos somos disfuncionales; para él, «trata de la experiencia vital de nuestro cerebro al transformar pensamientos en imágenes, y el plantearse la veracidad de unas u otras según sea una mente declaradamente enferma o no, casi creo que es accesorio».
La veracidad de las imágenes del cerebro es, pues, la del propio individuo, de poco sirve cuestionarse si es en esa realidad en la que vive, similar a la del resto o propia, aunque porte dolor e incomprensión. Un trabajo en blanco y negro donde las experiencias se mezclan de manera fantasmagórica.

‘Ínsula’ © Oriol Miñarro
‘Ínsula’ es el último trabajo, en fase de desarrollo. Está en blanco y negro, quizá por la carga personal que tiene para Oriol. Es, para él, un “borrado de color”, la memoria profunda, el cerebro reptiliano. Trata del reencuentro con la infancia, un vínculo con el territorio, la isla de Menorca, que le resulta inefable ya que «no es tanto el terreno sino la actitud que te genera con lo que se ha vivido y los elementos inherentes a una zona insular: mar, viento, texturas… Un sentimiento».
Oriol me cuenta que hasta hace dos años no pudo empezar el proyecto, poder representarlo visualmente. Este trabajo tiene relación con su marcha abrupta de la isla cuando era pequeño y la posterior cicatrización de todo lo que fue su vida allí. Su manera de representar la ambigüedad de sentimientos se centra en la disposición de dípticos, que no es sólo un pasado y un presente sino la percepción de la huella humana y las huellas de la propia tierra.
Le pregunto si ‘Ínsula’ es su particular Ítaca…, tras pensarlo un instante me responde que sí, que si volviera allí se caería a pedazos ese mundo idealizado. Imposible no pensar en Kavafis o en Lluis Llach.