¿Qué tienen en común las Kardasian, el Che, los Beatles, Eisenstein y Blancanieves? Que de todo ello se ha hablado en el Panoràmic 2018, que se celebra en Granollers. Esta segunda edición ha estado dedicada a las revueltas del 68 y todos los cambios que generaron en el uso político de la imagen.

El Panoràmic, festival dedicado a explorar la relación entre el cine y la fotografía, ha vivido una segunda edición muy revolucionaria. Tomando como excusa para vertebrar su programación el 50 aniversario del Mayo del 68, ha puesto el foco en la relación de las revueltas que se originaron durante aquel año, con sus diferentes ecos en varios lugares del mundo, y las imágenes resultantes de todos aquellos acontecimientos.

La primera revolución televisada y la conciencia de que eso iba a suceder, dieron lugar, precisamente, a la frase que ha servido de lema a esta edición: “El mundo nos está mirando” (the whole world is watching), eslogan que se utilizó durante las protestas que hubo en la convención demócrata de Chicago de aquel año.

Un año convulso en el que, junto al mayo francés, se dio un punto de inflexión respecto a la guerra de Vietnam y la lucha de los derechos civiles, la violenta represión en México, la primavera de Praga, los asesinatos de Martin Luther King y Robert Kennedy… Un año que generó la sensación de que un mundo nuevo se estaba creando, un cambio respecto a las antiguas estructuras, en el que la imagen y la representación del cambio formaba parte de esa modernidad. El estallido de la contracultura, el movimiento hippie, el ecologismo, el pacifismo… Todo ello en el desarrollo de la política internacional de bloques, comunismos y capitalismo, en pleno esplendor de los medios de comunicación de masas del s. XX y la integración de éstos en el sistema capitalista, la mundialización de los mensajes y el desarrollo de la aldea global.

Las posibilidades para desarrollar este festival eran inmensas. Y las elecciones han sido, a mi parecer, muy acertadas. Sobre el papel la cosa no pintaba tan bien, unos títulos a ponencias y exposiciones que hacían poco atractivo coger un tren desde Barcelona, (desde donde acudía la mayoría del público). Pero la programación, con las diferentes líneas que ha abordado, han sido más que interesantes, aportando una visión global sobre conceptos que relacionan la imagen con términos como revolución, control, censura, iconografía, propaganda… Y, encima, divertido.

© Camila Marinone

El Panoràmic 2018 ha sido un repaso, desde diferentes frentes, de cómo la imagen forma parte de un discurso político, social y económico de una manera más que relevante, con capacidad de influir en el presente y en la historia. Y de cómo, a lo largo del pasado siglo, tanto los actores políticos, como los protagonistas, anónimos o no, de revueltas, manifestaciones y acotamientos sociales de todo tipo, han ido tomando conciencia de que las imágenes que se legan son un elemento fundamental en el relato de los hechos. Hasta el punto de que, en ocasiones, son tan importantes los hechos como la representación de los mismos. Algo que hemos heredado, e incluso potenciado, con las redes sociales. Los que nos dedicamos profesionalmente a esto –pero también cualquiera que comparte imágenes en sus redes sociales– tenemos que ser muy conscientes de todo ello.

Con todo lo vivido estos días, varias han sido las ideas que me han surgido. No he podido dejar de pensar en Leni Riefenstahl, la creadora de ‘Triumph des Willes’, el documental sobre la Convención del Partido Nacionalsocialista en 1934, que se planificó para generar un documento de propaganda que ensalzara el nazismo. La realidad al servicio de la imagen y la fuerza de ésta para generar un discurso político. Riefenstahl sabía que el mundo los miraba, y por ello crearon una realidad que vieran tanto en su país como en el resto del mundo.

Por otro, como periodista que ha trabajado durante muchos años en diferentes medios de comunicación, y en lugares y épocas donde vivíamos asuntos tan graves como el terrorismo, no podía dejar de recordar en todo momento el uso de las fotografías para afianzar discursos políticos, para generar bloques, identificaciones y justificaciones, y de cómo los hechos eran muchas veces sustituidos por esas representaciones.

© Roberto Villalón

Tampoco podía dejar de pensar en el ‘Submarino Amarillo’. Casualmente, también se cumplen 50 años de la mítica, libérrima, transgresora (al menos para la época) y lisérgica película de los Beatles, que ha sido exhibida en el festival. Un sumergible que, casualmente, era amarillo. Un color que ha perdido su inocente significado en la Cataluña actual. Ni las botellas de agua se libran de su alto grado de mineralización política. Un amarillo que ha servido para ilustrar el programa de este año junto a una imagen de represión policial en la Barcelona de los 70 de Manel Armengol.

Por tanto, es imposible no buscar constantes paralelismos entre las exposiciones y conferencias sobre imagen, revolución y revuelta, y no pensar en su translación al momento actual. Pocos de los asistentes tienen recuerdos directos del 68, pero todos hemos visto en los diferentes informativos, y usadas con distintos enfoques, las imágenes del 1 de octubre de 2017.

Es curioso cómo en los tiempos de la postverdad, de la postfotografía, en un festival apadrinado por Joan Fontcuberta, podemos ver la importancia que sigue teniendo la imagen a la hora de construir una idea del mundo, sea en un telediario o en un meme subido a Twitter.

Las exposiciones

Las exposiciones han sido una de las grandes bazas de esta edición. Este año han contado con tres ejes diferentes. Por un lado, en el lugar que servía de lugar de encuentro en Roca Umbert, se podía disfrutar de la muestra resultante del taller de infografía popular coordinado por Félix Pérez-Hita en el que, mediante una distribución cronológica, se repasaba una serie de pósteres que recorren la historia de las imágenes usadas en el cartelismo popular desde la Comuna de París en 1871 hasta nuestros días. Un repaso por las estrategias comunicativas en las revueltas populares, el uso de repetitivo a lo largo del tiempo de símbolos y consignas en la comunicación política de masas y su evolución desde los muros de ladrillo del s. XIX a los muros virtuales del s. XXI. Junto a esta pieza, se pasaba un documental sobre la creación de la celebérrima imagen del Che, de como la iconografía religiosa y las técnicas de mercado hicieron de su imagen un símbolo de la revolución (a la venta).

© Camila Marinone

En la pared de enfrente, pudimos ver la exposición ‘El Gran Río’, un proyecto audiovisual producido por el Círculo de Bellas Artes de Madrid, comisariada por David Sánchez y Lucía Jalón, sobre las diferentes formas de entender la resistencia, la rebeldía o la revolución. Según la explicación de Jalón, se trata de un extenso atlas que relaciona textos, imágenes y vídeos de las múltiples caras de estos conceptos, tanto a lo largo de la historia como en diferentes ámbitos como pueden ser la imaginación, la infancia, la política, el feminismo… Tal vez un exceso de información realmente difícil de descifrar por el visitante. Como ver un cielo estrellado en el que el espectador casual sólo puede relacionar algunos puntos creando sus propias constelaciones.

© Camila Marinone

En ese mismo espacio, de la mano de Fiebre, el festival de fotolibros que se celebra en Madrid, se exponía una ‘Biblioteca de la revuelta’, una selección de títulos que desde distintos enfoques han tratado el tema de la revuelta cultural y política. Custodiando los ejemplares, se encontraba Olmo González, que también ha realizado una crónica de este festival y que seguro sirve para completar la visión del mismo.

La Térmica es un espacio del complejo fabril que compone Roca Umbert. Este lugar, con una gran entidad propia, es el reservado al lado más experimental del Panoràmic. Comisariada por Jesús Vilamajó, ha contado con diferentes trabajos con un carácter más experimental. Cabe destacar, entre los varios trabajos que pudimos ver, la instalación que Joan Pallé y Helena Vinent presentaban, una pieza audiovisual que reflexionaba sobre los tiempos de la explosión social, de cómo algunas violencias se van cocinando a fuego lento pero que muchas veces tienen una expresión rápida e imprevista porque pequeñas chispas prenden la llama.

También disfrutamos de la videoinstalación ‘La violencia buena’ de Alexandra García Pascual, en la que se buscaba la reflexión sobre qué violencias se nos trasmite mediante diferentes vías (educación, legislación, medios…), cuáles son buenas o permisibles y cuáles son intolerables, tanto en el ámbito publico como en el privado.

© David Molero

En el mismo espacio, pudimos comparar las dos visiones que del tratamiento de la violencia reflejada en las “notas rojas”, prensa amarillista con imágenes de violencia muy explícita, se hacía en función de la procedencia del autor. Por un lado, Arnau Blanch realizó una instalación, ‘Sin muertos no hay emoción’, destacando precisamente lo explícito de ese tipo de prensa, acumulando imágenes de muerte o cosificación de las mujeres en un tipo de prensa dedicada a las clases bajas y en las que éstas sólo aparecen como víctimas. Una reflexión sobre si la naturalidad de la violencia que se refleja en estos medios la normaliza o es sencillamente consecuencia de una realidad de por sí violenta.

En cambio, en otra planta de La Térmica, la exposición comisariada por Verónica Fieiras (editorial Chaco) giraba sobre el tratamiento de la violencia de los mismos medios, generando piezas muy diferentes. Tal vez reflejaban una reflexión condicionada por la mirada, no de la mirada externa que constata un síntoma, sino la de aquellos que han vivido esa sociedad, donde la violencia policial, la delincuencia, los abusos a las mujeres, no sólo son noticias de prensa, sino una realidad cotidiana. Y cuestionaban el interés de que sean esas imágenes las que se consumen, y no otras.

© Roberto Villalón

Andrés Orjuela (Colombia) recupera e interviene el archivo fotográfico del periódico El Espacio, de Bogotá que, tras 50 años de historia, es tirado a la basura. Alejandro Luperca Morales (México) se centra en la narcoviolencia, el territorio y la pornomiseria a través del análisis de los medios de comunicación de Ciudad Juárez. Rosana Simonassi (Argentina) pone en evidencia el acto violento y desgarrador por parte de los medios de comunicación al arrojar al dominio público imágenes del cuerpo desnudo de una mujer muerta, sin olvidarse de señalar la responsabilidad de quienes las consumimos. Alejandro Cartagena (México) señala el deliberado uso de la mercadotecnia y la publicidad en las campañas presidenciales y de comunicación del gobierno mexicano para lograr un “acercamiento” del “publico”.

El navarro Fermín Diez de Ulzurrun, con ‘Metafotografía’ presentaba una pieza en la que unas cámaras retrataban las visitas a esta exposición, analizando las mismas, buscando patrones y generando una serie de ficheros que servirán al autor para concluir la obra una vez terminada la exposición. Las máquinas, de forma autónoma, son capaces de reconocer aquello que ven, de analizarlo, clasificarlo, generar patrones y juzgar en base a los mismos.

© Camila Marinone

Un proyecto que emparentaba con ‘Revolutionary Arkive’ de Pilar Rosado, una de las obras en otro de los espacios del festival. En este caso, mediante una programación previa, la inteligencia artificial es capaz de clasificar y ordenar imágenes basándose únicamente en la información visual de las mismas, generando patrones y relaciones de mayor o menos proximidad entre ellas, de manera que puede ordenar el archivo histórico de Granollers o las imágenes de una búsqueda realizada en Google.

Pero la pieza también nos alerta de la capacidad de las máquinas de automatizar el análisis de imagen para que puedan distinguir exactamente qué se representa en ellas (algo que ya vivimos en nuestras redes sociales, con la identificación de rostro o pezones) y si son motivo de censura o clasificables como potencialmente peligrosas.

Un alivio ante tanta visión distópica era participar en la instalación sonora del dúo CaboSanRoque, en la que se invitaba al público a apedrear un cuarteto de cuerda que “reproduce” una pieza de Haydn, que representa el máximo de una sociedad refinada, el sumun del progreso. Mediante la lapidación continuada se crean pequeñas variaciones que van destruyendo o alterando las normas y las jerarquías simbolizadas en esa pieza.

© Simon Menner

Y con buen humor podíamos acudir a ver ‘Surveillance Complex’, de Simon Menner en el Espai d’Arts de Roca Umbert . El alemán, que ha estado presente el Granollers y realizado visitas guiadas a su exposición, presentaba una muestra basada en varias de sus series. Por un lado, un trabajo sobre el archivo fotográfico que la policía secreta checoslovaca había recopilado para celebrar su 20 aniversario tras la Primavera de Praga. Unas imágenes que iban a servir para realizar un número conmemorativo de su aniversario en una revista institucional pero que nunca llegó a publicarse al producirse la caída del Muro de Berlín y la desintegración del sistema comunista. Menner interviene las imágenes aumentando el humor y extrañeza que pueden tener esas fotos por sí mismas.

Esto se acompañaba con otra serie de miembros de la Stasi de la República Democrática Alemana (la comunista) caracterizados con diferentes roles, o imágenes sobre cómo fabricar una bomba, o vídeos recreando acciones policiales. Todo esto enfrentado a una pared donde el contenido son imágenes totalmente intrascendentes del archivo de la otra Alemania, la “democrática” que sigue manteniendo bajo secreto la mayoría de su archivo, y que sólo ha dejado fotografiar a Simon objetos sin valor alguno. Toda una reflexión sobre la paradoja del control de la información, la imagen proyectada, la búsqueda de la adecuación a la imagen preestablecida, sea ésta real o no…

Las conferencias

La gran baza de esta edición del Panoràmic han sido las diferentes conferencias. Ya en la inauguración, Fontcuberta hizo un repaso de cómo en 1968 se produjo una inflexión en el uso de las imágenes y su efecto en la opinión pública. El impacto que supuso la imagen de Eddie Adams de la ejecución de un miembro de Vietcom, junto a las imágenes de masacres de civiles de Simon Herst provocan un cambio en el apoyo de la opinión pública a la participación de EE.UU. en la guerra de Vietnam. Desde ese momento, las guerras son más que nunca guerras de propaganda. Y los reporteros gráficos dejaron de tener libertad de movimiento a la hora de cubrir los conflictos bélicos. De hecho, hemos llegado a la recreación en 3D para ilustrar relatos oficiales como la supuesta ejecución de Bin Laden.

Andrés Hispano nos contó cómo en el 68, no sólo el poder aprendió a utilizar las imágenes, sino también los grupos que buscaban cambiar el sistema. Desde mediados de los 60, las causas como las de derechos humanos, los antirracistas, los movimientos estudiantiles, aprendieron que salir era importante incluso cuando fuera para ser denostados. Si no sales, no existes. La sociedad del espectáculo ya está en marcha. Poner una flor en un cañón es una acción que desde el 65, se ha repetido decenas de veces. Hasta la publicidad se ha aprovechado del gesto en varias ocasiones. La última, un anuncio de Pepsi con una Kardashian en plena manifestación.

© Erick Suárez

Todos tenían claro que el mundo entero estába mirando. Como rezaba la frase que se popularizó en las revueltas durante la convención demócrata del 68 en Chicago, que Haskell Wexler filma. Todo ello queda reflejado en la película ‘Medium Cool’ (1969), donde el equipo rodaje se integra en una manifestación. Cuando comienzan las cargas policiales, alguien del equipo grita: “Esto es real”. Curiosamente, esa frase fue metida en el montaje. Ya todos sabían que todo era manipulable.

La jornada teórica contó la introducción de Fontcuberta y el director del CBA de Madrid, Juan Barja, que reflexionaron sobre el reflejo de la violencia y la revuelta en nuestra cultura y cuáles son las violencias permitidas en sociedad.

Andrés Hispano moderó la mesa de Lucía Jalón Oyarzun, comisaria, y Jorge Luis Marzo, crítico de arte, sobre la necesidad de las diferentes revueltas de controlar su imagen y de dejar un legado visual, de parecerse a los clichés de lo que esperamos de una revuelta, hasta el punto de llegar a repetir fusilamientos para que fueran documentados correctamente.

© Erick Suárez

Manuel Delgado, antropólogo, y del que me declaro desde ya fan, y Félix Pérez-Hita, historiador, realizador y guionista, tuvieron una encendida y muy divertida charla sobre la fascinación de los revolucionarios y el cine más comercial de Hollywood, desvelando la admiración de Eisenstein por la ‘Blancanieves’ de Walt Disney, por ejemplo. Y debatieron sobre quiénes son los buenos y los malos, usando ‘Los gremlins’ como inspiración.

La jornada concluyó con la mesa redonda con Verónica Fieiras, Simon Menner y el fotoperiodista catalán Jordi Borràs, que se ha convertido en un símbolo de la represión a los medios en la situación catalana actual, y que vino a enlazar con las diferentes revueltas del 68.

Las películas

‘El submarino amarillo’ era una de las películas que se exhibían en este festival. No hay que olvidar que el cine es otro de sus pilares. Varias películas de aquel año, como la mencionada ‘Mediun Cool’, ‘Nocturno 29’ de Pere Portabella, u ‘Ocaña’ de Ventura Pons, que refleja esa época de transgresión que llegó antes a Cataluña que la gran celebrada movida de Madrid, pero que es menos reivindicada pues no fue apoyada por las instituciones. Y por supuesto, cortos, que siguen siendo, muchas veces, un canto al inconformismo por seguir estando fuera del mercado. En este Panoràmic se pudo ver ‘Hard Times’ de Hanna Jarzabek o ‘Vervena’ de Fernando Bernal.

El festival amarillo ha demostrado que tiene ganas de generar conexiones, de pensar en fotografía e imagen, de ser, aunque sea un poco, revolucionario. En un mundo donde las imágenes explotan por todas partes, conocer su funcionamiento puede ser una buena forma de desactivarlas o de usarlas a nuestro favor. Algo de lo que los profesionales deberíamos ser conscientes.