SCAN Tarragona, junto al Seminario de Albarracín, sigue siendo uno de los encuentros fotográficos más importantes de cuantos se celebran en nuestro país. Precisamente, la semana inaugural del SCAN ha coincidido con las jornadas que organiza Gervasio Sánchez. Clavoardiendo ha estado en ambos festivales. Hoy publicamos la primera entrega, la crónica del festival tarraconense de la mano de Roberto Villalón.
Esta semana hemos estado en el SCAN Tarragona, que cumplía 10 años, pero celebraba su 7º edición, ya que ahora es bienal. SCAN sigue siendo un festival que toma el pulso a las tendencias fotográficas más actuales y a los fotógrafos aún emergentes. Pese a los problemas de presupuesto, que también se mantienen, gracias al entusiasmo del equipo capitaneado por Chantal Grande y Jesús Vilamajó, el festival es uno de los puntos de encuentro más importantes del panorama fotográfico nacional.
Tres pilares básicos forman su programación: las exposiciones que se reparten por la ciudad; el Full Contact, los particulares visionados, referencia en el mundo de la fotografía; y el Talent Laten, la muestra-selección de las tendencias de la fotografía actual.

© Roberto Villalón
¿Cómo explicar sin hacer una simple enumeración de nombres y datos lo que allí vivimos? La clave me la han dado las conversaciones de bar. Y las reacciones en redes a un artículo que El País dedicó a esta edición. Es curioso ver cómo ante las inseguridades que nos crea la fotografía, al sentir que se difuminan sus fronteras y que aquello que creíamos valores seguros son cuestionados, nos metemos en nuestras trincheras y defendemos nuestras posiciones. Yo el primero.
En realidad, lo que ha pasado es que un tornado (gota fría en el Levante) nos ha sacado de nuestra casita de Kansas y nos ha llevado a un mundo nuevo. Unos vivían en un fotoperiodismo con tejado de dos aguas, otros en la fotografía conceptual con porche, aquella en una caravana de postfotografía, éste en el nuevo documentalismo adosado, ésa de ahí en una corrala de documentación performántica, y éste en un archivo encontrado sin calefacción… Y todos hemos acabado, sin saber bien cómo, tras el vendaval en el reino de SCAN-Oz.
Al llegar, nos recibió la Bruja Buena del Norte, aka Chantal Grande (en verdad es un hada), que nos animó a seguir por el camino de baldosas doradas hasta llegar al puerto de Tarragona. Allí habita el Mago de Oz, un emisario de la Diosa Fotografía y al que todos van buscando para pedir sus propios deseos. Yo mismo me calcé mis zapas rojas (a juego con el pelo de Chantal) y me hice pasar por visionador del Full Contact con el fin de no levantar sospechas.
Curiosamente, durante el viaje, personas de todo tipo me hablaron de las peligrosísimas burbujas que me iba a encontrar por el camino. Burbujas que, al parecer, hay que pinchar a toda costa. Unos me advirtieron de la ya famosa burbuja del fotolibro, un galerista me previno de la burbuja de la línea de curriculum y de la burbuja de lo emergente, un fotógrafo emergente muy postfotográfico conceptual me habló de la burbuja de Middel, y un comisario, de la burbuja Cases.
No quedó ahí la cosa y fueron surgiendo todo tipo de terroríficas burbujas, la de las escuelas, la de los visionados, la de los concursos, la del concepto, la de los premios, la de las galerías, la de la fotografía escultórica, la de la reinterpretación del archivo, la de la foto vernácula… Hubo un momento en el que creí que el camino me había llevado a San Sandurní de Noya.
El caso es que yo soy muy de la necesidad virtud, y me pareció que estar rodeado de burbujas siempre es algo divertido, sean de cava o en un jacuzzi. Por ello brindé porque la imagen ahora sea, más que líquida, gaseosa.

© Roberto Villalón
Intenté hacer el baile que se marca Judy Garland en la película para continuar mi trayecto, pero soy malísimo siguiendo córeos, por lo que avancé hasta donde el sendero me llevara. Sin darme cuenta, ya estaba en la inauguración del Talent Latent.
Entre todos los presentes, que eran muchos, había uno al que los demás llamaban comisario. No llevaba uniforme, pero me acerqué a él para ver si sabía un atajo para llegar al Mago de Oz.
Sema D’Acosta, que así se llamaba la autoridad (y al que hicimos una entrevista hace unos meses) me explicó que las fronteras del reino fotográfico eran difusas, que ahora eran de paso libre, que hay una especie de tratado de Espacio Schengen de circulación con otras artes. También me aclaró que, desde que las imágenes circulan fácilmente por la red, desde que no necesitan un soporte para distribuirse y desde que son técnicamente accesibles para cualquiera, la moneda de cambio en el reino ya no es lo documental, sino que ahora cotizan más las ideas. No significa que no puedas hacer la compra con una imagen documento de la realidad, yo diría que en realidad es el tipo de imagen que usamos más frecuentemente y que son las que guardamos bajo el colchón, pero que, en realidad, la tendencia actual es invertir en concepto. Es el mercado, amigo.

© Roberto Villalón
D’Acosta recorrió el mágico Tinglado 2 del Puerto de Tarragona enseñándome las prodigiosas imágenes que allí surgían. Por un lado, las composiciones de la onubense Esther Morcillo, que mediante una serie de collages obtenidos de fotos de revistas y libros antiguos busca crear nuevas imágenes basadas en forma, color y textura, evitando la narración tras ellas.
A su lado, Andrés Galeano, que participó en el Full Contac de la pasada edición y del que ya publicamos en Clavoardiendo su trabajo, utiliza fotos de álbumes familiares compradas en mercadillos para, mediante la agrupación y yuxtaposición, generar nuevas imágenes que nos llevan, no ya a la constatación de la toma concreta, sino a mostrar juegos visuales que, además, nos hacen reflexionar sobre el uso repetitivo y social de la fotografía. Cielos y más cielos.

© Tatiana Abellán
También pude ver las fotos tomadas de otras fotos en la que la eslovena Vanja Bucan introduce sus manos con objetos que se confunden con la toma original, un trampantojo que cuestiona hasta qué punto las imágenes que consumimos representan el mundo, la naturaleza, o la idea preconcebida que tenemos de él.
La artista plástica Miren Doiz se exilia de la pintura para viajar por lo fotográfico, pero añora el terruño y crea imágenes pictóricas fotografiando el resultado de limpiar sus pinceles. A su vera, Anabel Maldonado genera imágenes aleatorias en el ordenador que selecciona en función de su resultado cromático y compositivo.
Luego el Comisario me mostró otras imágenes que investigan cómo la fotografía se ha divorciado de conceptos como memoria y verdad. El joven catalán Diego Díez presenta un grupo de no-fotos obtenidas de la página web que se creó con el fin de rastrear un avión que desapareció en el mar sin dejar rastro de camino a Pekín proveniente de Kuala Lumpur. La materialización del mirar la nada, el deseo de querer ver y no poder.
Tatiana Abellán también materializa, en este caso, la memoria en liquido. Trata químicamente imágenes compradas en rastros, fotos destinadas a ser recuerdo pero que para nosotros sólo son olvido al no conocer a sus protagonistas, las borra casi en su totalidad y guarda el líquido resultante en una botella junto a la imagen. Memoria embotellada.
El gaditano Martínez Bellido decide añadir, en lugar de quitar, un manto de olvido sobre unas fotos de recuerdo. En este caso compra un archivo fotográfico y hace desaparecer las figuras humanas que contiene, pintando al oleo sobre las mismas.

© Roberto Villalón
La zaragozana Celicila de Val toma unas fotografías del Monte Perdido de los Pirineos, las trata quicamente y muestra el resultado, incluyendo una especie de acuario donde la fotografía alcanza la tridimensionalidad.
También la madrileña Cristina Garrido salta de la pared y busca la dimensión escultórica de la fotografía mediante un rollup, un cubo y fotografía exenta. Ella comisaría imágenes tomadas por otros “grandes comisarios” del mundo fotográfico en sus viajes en avión. Reciclaje y reivindicación.
Avanzamos hasta una zona en la que las imágenes se tornan más reconocibles. La mirada sevillana de un México extrañado de Sonia Espigares, los templos desplazados de Egipto que, aún siendo reales, se convierten en decorados para el turismo y que Pedro J. Barbácho documenta, los retratos antropológicos de los diablos mexicanos de la bonaerense Luján Agustí, en la misma línea de los marroquíes fotografiados por la fallecida Leila Alaoui. El documentalismo nunca muere.

© Ana Linhares
Fue el trabajo de la portuguesa Ana Linhares el que más me hizo pensar, que es de lo que se trataba. Un proyecto en el que investiga sobre nuestra relación con la fotografía colonial realizada tanto por portugueses como por españoles, y su manera de condicionar nuestro imaginario. También se recrea en el modo en el que, mediante ordenador, accedemos actualmente a esos archivos. Linhares documenta el proceso, la exploración del archivo, la visualización de imágenes sin contexto ni sentido crítico y lo relaciona con las palmeras desubicadas y envueltas en una red, para preservarlas, del Jardín Botánico de Madrid.
La exposición me dejó mucho para rumiar por el camino, que ahora discurría junto al mar. Allí había unos extraños palacios flotantes iluminados por luces de neón denominados yates katarís. Según parece, sólo con lo que cuesta el amarre de unos días de una de esas naves, tendría mi proyecto personal financiado para el resto de mi vida (y no hablo de fotografía).
Al final del día, Chantal, La Bruja del Norte, francesa para más señas, invitó a cenar a los quince participantes en la exposición y la organización. Porque pensar sobre fotografía con el estómago vacío está desaconsejado por los médicos. Y no hay nada más logrado en el mundo de las ideas, ni que remita mejor al concepto, que la máxima “al pan, pan, y al vino, vino”. Y, como por encantamiento, acabamos en una cueva resguardados de la noche bailando ‘Malamente’. Si es que, amigos, el concepto no está reñido con el baile. Tra, tra.

© Roberto Villalón
La siguiente jornada, silbado por la Vía Augusta ‘We’re off to see the Wizard, the wonderful Wizard of Oz’, llegamos a un pequeño espacio, La Grey, donde los parroquianos contemplaban las estampas de Roger Grasas sobre el fenómeno del turismo en los lugares santos, en los que confluyen las principales religiones monoteístas. Y mira por donde, creo que Roger tiene un cierto aire al Hombre de hojalata. ¿Casualidad? No lo creo.
El empedrado me llevó al Museu d’Art Modem, donde pude ver muros con mensajes que ya no están, pintadas borradas y escaparates “intervenidos” fotografiados por Anna Malagrida. Una reflexión sobre lo público y lo privado, lo político y lo personal. Desgraciadamente ella no estaba allí. Tampoco vimos ningún Espantapájaros.
Casi mejor, así no echaron a volar las palomas de Ricardo Cases que se encontraban en la Fundació Forvm per a la Fotografia. Allí estaba su autor presentando la adaptación para ese espacio de ‘Estudio elemental del Levante’. Ricardo, en el papel de tímido León, explicó el recorrido emocional de esta muestra, arropado por Horacio Fernández y la propia Chantal, que agradeció los esfuerzos a toda su familia para que la magia siga surgiendo en el SCAN cada año.
Esa noche, sabiendo que, la mañana siguiente, gentes llegadas de muy diversos lugares íbamos a encontrarnos con el Mago, nos juntamos unos cuantos en un bar para acordar una estrategia y concretar nuestras peticiones. La carta del local estaba hecha con fotos compradas de mercadillo. Y esto no es cuento. Tras arreglar un poco el mundo, un lugareño, Gerard Boyer, habitante de La Cala, nos dio la clave del éxito de los visionados. “Lo importante es que termines con la frase te lo digo desde el cariño”.

© Roberto Villalón
Las dos siguientes jornadas se celebraba el Full Contact, donde 21 fotógrafos traen sus sueños para enseñarlos en esta particular Ciudad Esmeralda. A los demás, comisarios, galeristas, directores de museos, editores, autores, periodistas, críticos, directores de escuelas, fotolibreros, e incluso una conseguidora y un poeta, nos identificaron como followers.
El Mago no aparecía, por lo que empezamos los visionados y a descubrir los proyectos que allí se presentaban. Desde el Reino de lo Documental llegaron la murciana Mar Sáez con su proyecto ‘A los que viajan’, sobre la relación de los que comparten coche con desconocidos; el sevillano Manuel Ibáñez, que se fija en ‘Islantilla’ en los espacios vacacionales y las rutinas del verano; y el polaco Humbert Humka, que se acerca al mundo de la prostitución femenina, en un proyecto, y a la muerte violenta, en otro. Yo prefiero quedarme lejos de ambos temas.

© Anna Ehrenstein
Por su parte, la albanesa Anna Ehrenstein investiga sobre el lujo de plástico, el dorado y la extrema sexualización de las mujeres como forma de éxito social. Un trabajo que me guardo en mi carpeta de favoritos.
Desde la Ciudad Autónoma del Ensayo Visual, la mallorquina Marta Pujades se pregunta también por la imposición de roles sexuales y el concepto de masculinidad usando la danza como excusa.
De la República de la Exploración Personal, Dani Pujalte se trajo su incipiente trabajo de exploración sobre su relación personal con Nigeria, mientras que Arnau Blanch mostró sus exhaustivas pesquisas respecto al linchamiento hasta la muerte de su abuelo, un caso personal con implicaciones sociales.

© Aurore Valade
La búsqueda de uno mismo también está presente en el trabajo de la argentina Dana Balajovsky, que se preguntaba qué es ser alguien. En cambio, la mexicana Liza Ambrossio tenia muy claro cuál es su personaje y lo representaba hasta las últimas consecuencias. Mostraba sus fotografías como si de una adivinadora se tratara, una echadora de cartas con un discurso aprendido que incluía frases como “yo me como a los hombres” o “soy una bruja”. Todos sabemos que en Oz hay más de una, pero es interesante ver cómo la fotografía no siempre se contamina de la pintura o la escultura. En este caso la deriva es hacia el teatro.
Desde la Comarca del Territorio, la francesa Aurore Valade, que se ha trasladado a Madrid recientemente, acudió llevando la protesta y las manifestaciones de la calle a la intimidad del hogar. Además realiza instalaciones fotográficas en espacios naturales transformados por los hombres y mujeres durante siglos.
El paisaje está también muy presente en el trabajo del zamorano Antonio Guerra, –que también pasó por nuestros Visionados–, espacios que altera e intervine para documentar su búsqueda. Con resultados visuales muy distintos, también investigan sobre la relación del tiempo con el territorio y nosotros mismos los granadinos Mar Martín y Pablo López. Aunque mientras una tiene una mirada distópica vinculada al cine de ciencia ficción, el otro se relaciona con un paisaje sereno y eterno.

© Camila Marinone
Desde los Estados Unidos de la Fotografía, la forma, la luz, el color, la bidimensionalidad, la reflexión sobre de qué están hechas las imágenes llenan las mochilas que llevaban Yurian Quintanas, la romana Sara Palmieri y la finlandesa Maiha Annikki. Blanca Viñas investigaba sobre las posibilidades expresivas de diferentes técnicas fotográficas en el momento de la toma mediante experimentos que duraban las 36 que contiene un carrete, mientras que Iñaki Domingo se preguntaba sobre cómo afecta a las imágenes aquello que esperamos de ellas, en este caso, cómo interpretamos una fotografía en color cuando lo fotografiado solo muestra grises. ‘Color vaciado’, un trabajo que muchos destacaron como sobresaliente.
Desde el Distrito Álbum Revisitado, llegó el proyecto de Pablo Lerma sobre qué representa y qué es lo que se deja fuera del plano la fotografía y cuales son los valores que destaca o muestra un archivo fotográfico.

© Hristina Tasheva
También se vale del archivo histórico la búlgara Hristina Tasheva, junto a sus propias fotografías o imágenes tomadas de internet. Tras haber sido ciudadana sin derechos en Holanda, descubre que, en su país, con más de dos millones de migrantes fuera de sus fronteras, se produce una exaltación patriótica en rechazo a la crisis de refugiados que Europa no quiere resolver.

© Camila Marinone
Con ‘In Belief Is Power’ investiga la situación de las comunidades que viven cerca de esas fronteras, el origen del sentimiento nacionalista, del rechazo violento del otro y qué es lo que, al final, si lo hay, qué nos iguala a todos. Tasheva se pregunta por cuál es la solución, y sólo encuentra una posible respuesta, las mujeres. Un trabajo que la ha hecho merecedora del Premio Full Contact 2018 por lo que expondrá en la ciudad (y esperamos que en más sitios) próximamente.
El caso es que por mucho que nos reuniéramos o debatiéramos, que cambiáramos impresiones y chascarrillos, allí no apareció ningún Mago de Oz. Lo más, el director técnico del festival y alma del Full Contact, Jesús Vilamajó, con una camisa de tonos verde esmeralda que, con sólo verla, daba unas ganas locas de vivir.
Es lo que tiene la fotografía. En realidad, cada uno busca en ella una cosa, como del Mago, y luego nunca nos da aquello que esperábamos. Eso sí, mientras vas más allá del arcoíris, conoces gente interesante –o gente a evitar–, tropiezas, te levantas, dudas, te vas dando cuenta de que “sólo hacemos estampitas”, que dice Cases, que no curamos el cáncer… Y por muchas vueltas que le demos, no acabamos de saber en qué consiste la magia que tiene la fotografía. Eso sí, con suerte, por el camino algunos ganan en inteligencia, otros en sentimiento y algún otro en valor.
Y comprendido esto, junté tres veces los talones de mis campers rojos y aparecí en el AVE, porque, aunque tengo muchas ganas de volver, there’s no place like home. Te lo digo desde el cariño.

© Camila Marinone