Sema D’Acosta será nuevo comisario de la sección Talent Laten del Scan de Tarragona, como se acaba de anunciar hoy mismo. También es colaborador habitual de Joan Fontcuberta o encargado de dinamizar el Premio Pilar Citoler, desde su última edición, por elegir algunas de sus responsabilidades. Además es crítico de arte, profesor, ensayista… Alguien con una visión muy amplia del actual panorama fotográfico y que no tiene miedo a mojarse en esta entrevista de Roberto Villalón.

Sema D’Acosta (Sevilla, 1975) es otro de esos casos de gente que ha ido acumulando un curriculum importante granito a granito. Licenciado en Periodismo e Historia del Arte por la Universidad de Sevilla, es conocido, sobre todo, por ser crítico de arte y comisario independiente. Precisamente, crítico e independiente. Dos cualidades que quedan patentes en esta entrevista.

También es profesor de Comunicación, Realización y Producción, ensayista con varios títulos de su mano (‘Las trampas del espejo. Pensamientos sobre arte contemporáneo para todos los públicos’ o ‘Stand By_012. Guía de fotografía andaluza actual’), colaborador en medios como El Cultural de El Mundo, jurado, conferenciante y todo un sin fin de multitareas como le toca a los de su generación. También es conocido por comisariar algunas exposiciones de Joan Fontcuberta, ser miembro del Consejo de Críticos de Artes Visuales de España, del Instituto de Arte Contemporáneo (IAC) y ahora nuevo comisario del Talent Lanten del SCAN de Tarragona o del Premio Bienal Internacional de Fotografía Contemporánea Pilar Citoler.

Sema es un tío franco. Ejerce de andaluz, y tiene un toque camelón. Pero cuando se habla de trabajo, va al grano. Es resolutivo, despierto y buen conversador. Con esa pinta de haber sido delegado de clase en la facultad, con cierto aire retro, como salido de un anuncio de El Corte Inglés de los 80 y estar afiliado a la Mutua Madrileña, por lo bien vestido y aseado que va siempre. Aunque a él le gustaría que lo llamara el Javier Bardem de la fotografía española (esa nariz, ese porte). Eso sí, lo blanco es blanco y lo negro es negro. Y lo gris, gris, que no olvida que las cosas tienen matices.

¿Quién es Sema D’Acosta?

Pues depende de cada contexto. Estudié Periodismo e Historia del Arte. Empecé siendo docente, me encanta la enseñanza y me encanta transmitir, sobre todo a la gente más joven. Lo primero que hice fue, precisamente, dar clases de fotografía en Almería, en el año 2001. Ahí comenzó todo. Después he ido creciendo, he pasado por distintas etapas, cada una muy intensa, cada periodo me ha servido para aprender algo más. Se han ido sumando responsabilidades que han ido ampliando mis horizontes, nunca de forma excluyente. Cada cosa me permite aportar diferente puntos de vista.

Empecé escribiendo como periodista cultural en El Correo de Andalucía en 2003. A la crítica de arte me dedico desde 2005 y todavía hoy sigo colaborando con El Cultural de El Mundo. En 2006 llevé a cabo mi primer comisariado, en Huelva.

El territorio natural en mis comienzos fue Andalucía y luego he ido ampliado el radio de acción, nunca mirando atrás y tratando de ser mejor en cada proyecto. Procuro aprender, no conformarme y exigirme más en cada momento. Siempre quiero ir un poquito más adelante, siempre quiero llegar un poquito más lejos con cada nueva responsabilidad.

Exposición ‘Aroud’ de Dionisio González (Canal Isabel II, septiembre 2013)

También he aprendido mucho viajando y conociendo de primera mano todo lo que estudiaba. Me gusta escribir y pensar sobre las cosas que están ocurriendo, analizar las cosas cotidianas que pasan a nuestro alrededor. Creo que mi evolución será hacia el ensayo, sobre todo en lo relacionado con la imagen de nuestro tiempo o el lenguaje. En unos años me dedicaré más a los libros y menos a las exposiciones, eso es seguro.

¿Cómo eres? ¿Por qué te dedicas al arte contemporáneo?

Desde que empecé, intento absorber e ir creciendo con humildad. En el territorio del arte contemporáneo, procuro trabajar como profesional remunerado que se dedica a conceptualizar proyectos, escribir, investigar, asesorar, enseñar u opinar. Soy muy exigente, primero conmigo mismo y luego con los demás. Lo fundamental para mí es tener criterio y acumular bagaje, eso te da perspectiva y credibilidad.

Mucho de lo que hago no tiene que ver con ganar dinero, otras cuestiones me reportan igualmente satisfacciones personales que me compensan más que las labores profesionales. Me interesan más las personas de la calle que los grandes directores de museos. A veces doy consejos, otras recomiendo autores para un centro de arte, una galería, una feria, un libro o un coleccionista. Trato de decir las cosas claras y no tomar pose de intelectual, procuro ser franco y cariñoso. También sugiero nombres para una exposición o un texto, pongo en contacto personas. Disfruto mucho creando combustiones y que ocurran cosas a partir de esa primera llama que yo enciendo.

También compro obra en galerías cuando tengo ocasión, sobre todo de gente joven. Compré mi primera obra con 21 años con lo que ganaba jugando al fútbol. Ayudar a los demás es un modo de expandir un mensaje de complementariedad, de apoyo mutuo. Si todos nos ayudáramos más, habría más y mejor tejido, una estructura más solida que sin duda beneficiaria a los que pertenecemos a determinados ámbitos pequeños y endebles como la fotografía española o las artes visuales. No entiendo la competencia, el individualismo, las envidias ni el amiguismo.

Exposición colectiva AFTERPOST (Espacio Iniciarte de Sevilla, mayo 2010)

Deberíamos ser más gregarios, apostar por los demás sabiendo que esa energía que damos sirve para reforzar un andamiaje, para invertir en crear un soporte invisible que nos sostiene a todos. Yo me siento responsable de ayudar a crear ese tejido, de apostar por la estructura. Me siento comprometido con el contexto en el que desarrollo mi actividad profesional. Debemos entender que si no cuidamos ciertas cosas, las demás no tendrán importancia porque acabarán cayéndose, desinflándose.

Procuro ser buena persona y estar cerca de la gente, ayudar a todo el mundo en lo que me sea posible, da igual si es un alumno o un artista incipiente. Es fundamental facilitar el camino a los que están llegando, darles oportunidades como en su día nos la dieron a nosotros, abrirles puertas…

Bueno, también hay que decir que provengo de una familia numerosa y tengo un hermano gemelo que también se dedica a esto, eso hace que mi sentido de la realidad sea muy poco individual. Mi hermano Eduardo y yo somos intensos y muy perseverantes. Pase lo que pase, seguiremos luchando por mejorar en lo posible la fotografía de nuestro entorno, que por ahora es Andalucía en particular y España en general.

¿Qué es un comisario?

El término es claro pero de forma interesada se ha depreciado en los últimos años, sobre todo por gente que se ha preocupado más de aparentar ante los demás que hacía cosas para difundirlas en redes sociales que de trabajar de verdad o ser un buen profesional. Eso es peligrosísimo, porque se acaba precarizando un sector ya de por sí muy endeble, además de confundir al público sobre una labor muy seria que requiere preparación, conocimiento y experiencia.

Cuaderno editado con motivo de la exposición ‘Conceptual Andalusia’, PhotoEspaña 2016

Cualquier no puede hacer un comisariado; reunir un grupo de obras sin ton ni son y colgarlas en cualquier sitio no es un comisariado. El peligro que veo es que en la sociedad ubicua que tenemos ahora, donde los móviles y los ordenadores han cobrado el máximo protagonismo, donde las relaciones son en su mayoría virtuales. Esas estrategias de posicionamiento e inmediatez crean un espejismo virtual que acaba sustituyendo a la misma realidad, algo que explica en detalle Remedios Zafra en ‘El entusiasmo’, su último libro. Estas ficciones de la era digital, que además deben parecer positivas y exaltadas, potencian el individualismo y una estúpida competitividad que, a medio y largo plazo, se vuelve contra quien las genera, en el fondo pobres desubicados que venden su alma al diablo por algunos comentarios o unos pocos likes.

Uno de los problemas del comisariado hoy es precisamente esa pérdida de escala y sentido de la realidad. Cualquiera hace una exposición en un garaje, un co-working o una sala de su pueblo le pone un nombre en inglés para aparentar ser moderno, lo difunde en redes y ya se piensa que ha hecho algo. Los currículums se están inflando de absurdas exposiciones sin sentido ni interés, eso es alimentar una mentira que hace crecer una simiente huera.

Entonces, ¿cuál es el papel del comisario?

Un comisario es alguien que construye un mensaje a través de una propuesta expositiva. Igual que otros eligen contar algo a través de un libro –un escritor, un ensayista– o de una película –un director–, en este caso el medio de conexión con el público es un espacio que sirve de plataforma para plantear ideas e implicar al espectador. Lo fundamental, lo esencial, es descubrir al público algo nuevo que antes no conocía, hacerlo pensar sobre determinados temas o llevarlo a sentir algo propio vinculado a su experiencia.

Un comisario es como un entrenador, el máximo responsable de que los conceptos se lleven a buen fin, el artífice máximo de que la idea cobre importancia para que todo vaya en una misma dirección. Hay que saber entender la obra y entender a las personas que crean esa obra. Un buen comisario tiene que estar pendiente de todo sin que se note, los detalles marcan la diferencia.

Mi trabajo se basa en poner mucha pasión e ir siempre de verdad. Los compadreos existen y hacen mucho daño; para superar esos modos de actuación en Andalucía, hay que trabajar el doble o el triple. Aquí existe un triunfo de la mediocridad y el localismo que es difícil combatir, sobre todo porque esos mediocres se protegen mucho entre ellos y atacan al que, con trabajo y criterio, puede dejarlos en evidencia. Al que no comulga con sus modos de actuar y no entra en su juego, se le excluye o evita. Por eso digo que ser independiente de verdad es muy meritorio. Mucha gente se autoimpone el título de artista, fotógrafo o comisario sin el más mínimo rubor, porque ellos dicen que lo son. Y si tú le intentas decir que hace falta criterio y perseverancia, que esto es una carrera de fondo que se mide por el trabajo… No te escuchan, creen que vas contra ellos y prefieren atender a otros que le dicen que son maravillosos.

‘Imago, ergo sum’ de Fontcuberta en la Sala Canal de Isabel II (Madrid, diciembre 2015)

¿Se valora vuestra labor?

Quien entiende, y sabe lo difícil que es hacer bien este trabajo, sí lo valora, por supuesto. Es una cuestión cualitativa, no cuantitativa. Siempre ha ocurrido que quien huye de hacer algo fácil, quien busca tener criterio y no contentar a todo el mundo, quien se esfuerza por construir un discurso serio y riguroso, quien no se alinea con los que mandan y no cae en el amiguismo, lo ha tenido más difícil. Lo acepto, me gusta estar ahí por méritos y no por favores, no condiciono mi plan para que todo el mundo esté contento con lo que hago, eso sería una mala señal.

El problema principal es que los tiempos están muy populistas y politizados, ahora más que nunca; eso perjudica a los profesionales serios y preparados, a gente que exige por su trabajo y quiere hacer las cosas bien. Me gustaría tener, y creo que lo tengo, el respeto del sector y, sobre todo, de los que se dedican a la creación, los autores. Si ellos, que son los verdaderos protagonistas, confían en ti, eso es buena señal. Me siento valorado tanto por aquellos que llegan como por los que tienen ya más recorrido, me dan mi sitio y me consideran. Mi medida es el trabajo, no hay otro modo de crecer.

Periodista e historiador del arte. Pero te estás especializando en la fotografía. Con un buen ramillete de autores, desde consagrados hasta otros más emergentes. ¿Qué te gusta de este mundo?

Lo mejor de este trabajo es, sin duda, la gente que me encuentro por el camino, las experiencias que voy acumulando y la posibilidad de estar siempre aprendiendo. Eso es algo impagable. Estudié periodismo porque me gustaba leer y escribir. Al mismo tiempo, hice Historia del Arte por que me interesaba saber sobre la expresión humana, sobre cómo podemos entender cada época a través de sus fundamentos estéticos. Es verdad que ya he trabajado con bastantes autores, me gusta moverme con gente de mucha trayectoria y con otra que apenas está empezando. Esa bipolaridad te da perspectiva y te ayuda a tener los pies en el suelo, te permite estar cerca de la base y también moverte en las alturas. Es entender que somos un eslabón dentro de una cadena, que aprendemos de aquellos que tienen más experiencia para luego compartir eso con los demás.

‘Stand By_012. Guía de fotografía andaluza actual’

Me gusta el compromiso, sentirme identificado con un contexto. Eso también me satisface mucho, sentir que formo parte de algo y, en lo posible, aporto mi granito de arena para que la fotografía en Andalucía tenga algo más de recorrido. Ese sentido de pertenencia me refuerza. Hago lo que puedo siendo independiente. Hay que dejar claro que tengo muchas limitaciones. Evito los grupitos que de forma interesada crean alianzas y estrategias, se les ve a la legua y fomentan una endogamia perjudicial. Yo voy por libre, a mi aire, haciendo lo que creo que debo hacer, sin fijarme en nadie.

Por ejemplo, por citar algunas actividades de los últimos meses: es fantástico impulsar un proyecto de alguien como Manolo Espaliú, que recientemente acaba de clausurar su exposición ‘Viaje a Persia’ en el CAF de Almería, ahora presentamos el libro. Ayudo y ayudaré en todo lo que pueda a Rafael Doctor; por primera vez en el CAF hay una persona con experiencia en la gestión cultural y con demostrada trayectoria.

Es también genial traer a Joan Fontcuberta a Huelva para que trabaje aquí con la gente de la provincia. Contribuyo en lo posible para que el Premio Pilar Citoler sea mejor, un esfuerzo que permite que Córdoba siga manteniendo una de sus referencias culturales; en breve, inauguramos en Sevilla la exposición más importante que ha concebido Gonzalo Puch en los últimos años. Apoyo a gente que está empezando como Sonia Espigares, Manuel Ibáñez, Laura Zorrilla, Martínez Bellido o Diego Diez, por mencionar sólo varios ejemplos vinculados a la fotografía… Confío en poder terminar en breve mi tesis doctoral, un trabajo de investigación que relata lo acontecido en el sur en relación con la imagen de autor desde los años cincuenta del siglo pasado hasta ahora.

El movimiento se demuestra andando, y yo intento que mis actuaciones la definan los hechos y el compromiso, trato de predicar con el ejemplo. He decidido apostar por mi lugar de origen y por un tiempo más será así, al menos hasta que edite en un par de años la revisión de la guía de fotografía andaluza actual.

Luego ya veremos. Sin mirar mucho hacia atrás, siempre pendiente de lo siguiente, voy sumando acciones en los últimos diez años que creo sirven para que la fotografía andaluza llegue algo más lejos y tenga un cimiento más sólido, basado sobre todo en la investigación y el criterio. Mi principal argumento tiene dos pilares: trabajo e implicación. Procuro también apostar mucho por la educación, aunque en eso me gana por goleada mi hermano Eduardo que hace un trabajo descomunal de base.

Explicando exposición ‘Viaje a Persia’ © Eduardo Maldonado

En los ultimas años, has llevado a cabo varios proyectos con Joan Fontcuberta. ¿Cómo se consigue trabajar con una de las referencias de la fotografía española actual?

Siendo serio y profesional, no hay otra manera. Las cosas han fluido con naturalidad, casi sin darme cuenta. Trabajar con Joan es algo que ni se me hubiera ocurrido pensar hace unos años. Nos entendemos y lo pasamos bien juntos. Hablamos, nos reímos, hay mucha sintonía, como cualquier otras dos personas que se conocen y van encontrando lugares comunes donde compartir experiencias y fijar una amistad. Joan escucha mucho y sabe delegar muy bien. Yo agradezco muchísimo que confíe en mí, es una responsabilidad inmensa; mientras trabajo con él, procuro aprender y y absorber todo lo que pueda.

Creo que nuestro modo de enfrentarnos a la fotografía es similar, abierto y desacomplejado. Ambos recelamos de las respuestas categóricas y los compartimentos estancos, la fotografía es como una tupida red de terminaciones nerviosas que ponen en funcionamiento mecanismos complejos difíciles de abarcar, digamos que es como el pensamiento y las sinapsis que activan las conexiones neuronales. Es algo que no se puede afrontar sólo desde una posición ni de una única manera. El cerebro no es sólo un órgano que se puede diseccionar con una autopsia. Implica aspectos inasibles como el pensamiento, los sentimientos, el recuerdo, el deseo, el habla. Igual ocurre con la imagen y eso que se ha considerado hasta ahora fotografía, pero de otra manera. La imagen es algo más que una simple fotografía, es un resorte que activa aspectos sociales, culturales, comunicativos y conceptuales de nuestro entorno muy complejos de abarcar.

Presentación de Gossan en ARCO

¿Podrías decirme en qué proyectos has colaborado con Fontcuberta? ¿Seguiréis trabajando juntos?

Todo empezó en 2015 con ‘Imago, ergo sum’ en el Canal de Isabel II: aquello dio como resultado una exposición organizada por la Comunidad de Madrid y un libro editado con La Fábrica. Ese proyecto fue estupendo porque además tuvo dos apéndices que funcionaron muy bien: uno en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (Fauna) y otro en el Museo Nacional de Antropología (La sirena del Tormes). Después la muestra tuvo una itinerancia al DA2 de Salamanca, donde quedó verdaderamente magnífica. La puesta en sala era totalmente distinta a lo que presentamos en Madrid. El año pasado preparamos juntos para el Museo Picasso de Buitrago del Lozoya ‘Picasso y la Fotografía’.

Lo último, el proyecto ‘Gossan: misión a Marte’ que presentamos en ARCO, un trabajo abierto en el que seguimos trabajando todavía y que culminará con una gran exposición en Huelva en 2019. Creo que ambos entendemos el modo de desarrollar los proyectos de forma parecida, con mucha flexibilidad, estudiamos bien los espacios donde se exhiben las piezas y damos prioridad al mensaje por encima de cualquier otro protagonismo. Para mí ha sido también especial escribir el texto para el último PhotoBolsillo de Fontcuberta, sin duda la colección más popular de fotografía española.

Por supuesto, no dudo que en el futuro Joan y yo seguiremos colaborando juntos, a ambos nos queda todavía mucho carrete. Para octubre por ejemplo inauguramos ‘Los Balleneros vascos’ en el museo de Durango, Vizcaya, un nuevo proyecto juntos que presentaremos dentro del marco del Festival Begira Photo.

¿Para tí, en qué se diferencia la fotografía de otras disciplinas artísticas?

Fotografía es un concepto vasto y dilatado que está cambiando. Es complejo de acotar, depende desde el flanco que lo abordemos. Desde mi punto de vista, esa anfibología es positiva, significa que es un término vivo que va adaptándose a cada tiempo y sociedad. Por eso crece cada vez más y por eso sus registros abarcan tantos campos. Me interesa la fotografía como lenguaje y los cambios que se generan en ese lenguaje, una evolución que tiene que ver con los avances sociales a partir de las aportaciones tecnológicas. Igual que la llegada de la imprenta significó el inicio de una nueva era para el lenguaje escrito y la cultura de su tiempo, ahora estamos en el umbral de un periodo inédito donde la imagen cobra nuevos significados a partir de la llegada de Internet y la consolidación de la comunicación con smartphones.

¿Puedes explicar eso algo mejor? ¿Hacia dónde vamos?

Los aspectos vinculados a la narratividad de la fotografía o la oportunidad, el estoy-aquí-y-capturo-este-momento-excepcional, ya no tienen sentido hoy: cualquiera hace ese tipo de fotos y las cuelga en Instagram. Vamos a ir dándole cada vez más importancia a otro tipo de aspectos menos vinculados al contenido y más en relación con los objetos y el espacio. La imagen-luz que vemos a través del móvil o la pantalla del ordenador, que compartimos al instante por WhatsApp, ha descolocado a los teóricos que todavía siguen pendiente de Walter Benjamin. Eso forma parte de un pasado muy lejano, de un mundo muy distinto, la reproductividad técnica y la pérdida del aura son cosas de otra época, de otro momento histórico. Debemos mirar hacia delante y no tanto hacia atrás. El ciclo que inicia Kodak en 1888 ya ha terminado, a ver si algunos se enteran de eso. La preguntas ya no son si blanco o negro o color, si digital o analógico, sino más bien: ¿qué hacemos ahora que las imágenes lo invaden todo? ¿Qué ha pasado aquí? ¿Cómo nos enfrentamos a ellas? ¿Cómo altera esta pandemia visual nuestra forma de comunicarnos?

A mí me atrae más lo lingüístico, el analizar la imagen como un filólogo que busca la esencia para lograr entender cómo se comunica ahora con imágenes o se interpreta la realidad. Si el filólogo se interesa por la cultura a través de los textos escritos, yo lo hago indagando en la representación fotográfica y sus derivas.

¿Qué diferencias generacionales percibes entre la fotografía española de ahora y la de hace unas décadas?

En España hubo un momento maravilloso que fueron los años setenta y ochenta, ahí se puso el cimiento de la fotografía española actual, el periodo que abarca el paso desde Nueva Lente (1971-1983) a la primera etapa de Photovisión (1981-88). Fue un momento bisagra, de situaciones espontáneas y verdadero entusiasmo, que reivindicaba lo anterior pero al mismo tiempo tomo con fuerza un sitio propio porque había mucho que construir. Los fotógrafos fueron a la vez comisarios, gestores, escritores, historiadores, investigadores, organizadores de festivales, galeristas… Tuvieron que encargarse de todo porque precisamente estaba todo por hacer.

Exposición colectiva ‘Expectativa y Memoria’ (Real Alcázar de Sevilla, 2015) Imágenes de Leila Alaoui y Bartolemé Ros

En la década siguiente muchos crecieron y tomaron posiciones al amparo de ese impulso natural, los más espabilados, se consolidaron amparados por estructuras cercanas al poder, especialmente generadas por el PSOE y un periódico como El País. A principios de los años noventa, se aceptó la fotografía desde lo institucional porque era un lenguaje novedoso que encajaba muy bien con las ideas de la socialdemocracia. Se plantea una exposición megalómana en el Reina Sofía como ‘Cuatro Direcciones’ (1991) para intentar abarcar mucho y acotar un territorio, nacen los premios nacionales (1994), se funda La Fábrica (1994), se crea un festival como PHotoEspaña (1998), se inicia la colección Photobolsillo (1998) a imitación de la francesa Photopoche. Se plantean muchas exposiciones y se empiezan a concebir colecciones de fotografía…

Había que crear un edificio y se hace desde Madrid según unas personas concretas, sus intereses y criterio, muy sostenido todo por lo público. En Andalucía por ejemplo se concibe el proyecto Imagina y se crea el CAF en 1992 a iniciativa de un fotógrafo como Manuel Fálces, que se autoproclama primer director. Desde finales de los 90 conocidos fotógrafos, comisarios y gestores especializados, por más de una década, hicieron mucho dinero con exhibiciones, revistas, editoriales, festivales…. Recogían todo lo que podían para ellos y sembraban poco para los que vendrían después. Ahora me hace gracia que algunos se quejen o lloren buscando culpables, cuando son ellos los responsables de que esto no haya llegado más lejos ni haya dado más frutos. Todavía ese armazón centralizado en la capital está en pie y posee mucha influencia, es lógico entender que es casi imposible sustituir una estructura de esa envergadura asentada con tan buenos pilares.

Después de la crisis, a partir de 2010, ha emergido una generación nueva que tiene poco que ver con lo anterior, gente joven que ha sabido hacer de las limitaciones del contexto, virtud, que pone al mal tiempo buena cara sin tener de partida ninguna ventaja. Estamos asistiendo a un cambio de modelo más atomizado y dinámico, donde habrá menos trasatlánticos y más lanchas motoras. Es el cambio más importante de las últimas décadas, al menos desde los ochenta hasta ahora… Y en ésa estamos, entre todos intentando generar dinámicas nuevas más horizontales y colaboracionistas. Sin duda, una de las claves del futuro será el networking.

© José Guerrero

También has comisariado el último Premio Pilar Citoler. ¿Cómo ha sido la experiencia?

Pues muy compleja, pero al mismo tiempo está resultando una experiencia enriquecedora. Trabajar desde dentro en un certamen de esta repercusión requiere pausa para tener una visión global, y al mismo tiempo reflejos para saber resolver problemas inesperados que van surgiendo sobre la marcha. Mis conclusiones son positivas, en gran medida gracias al equipo y la dedicación de la Universidad de Córdoba, que hace lo imposible por perpetuar el premio más importante y prestigioso que existe ahora mismo en España.

Hay que valorar que una apuesta de este nivel y con proyección internacional, se haya mantenido durante tantos años, algo poco habitual en un país cortoplacista como España. La selección de los finalistas me parece muy representativa de los tiempos que corren y el ganador de esta novena edición, José Guerrero, uno de los autores españoles con una carrera más sólida y más futuro por delante. Se nota el cambio de paradigma que estamos viviendo, el Premio ha sabido tomar el pulso a la realidad de las cosas que están pasando hoy en fotografía. Que en el jurado hubiese más mujeres que hombres y, además, pudiésemos contar con alguien como Vicente Todolí, es representativo del nuevo rumbo que queremos darle al premio.

Se acaba de anunciar que también eres el nuevo comisario de Talent Latent en el Festival Internacional de Fotografía Scan de Tarragona.

Desde que nos conocemos, tengo buen feeling con la gente que organiza este festival, especialmente con Chantal Grande y Jesús Vilamajó. Han sido ellos los que conociendo mi trayectoria e idea de la fotografía, han decidido invitarme a ser responsable de Talent Latent. En particular, yo entiendo que les ha interesado especialmente mi visión abierta del medio como un lenguaje vivo y expansivo en continuo diálogo con otras disciplinas expresivas. SCAN de Tarragona es un lugar de encuentro no sólo en España, sino también a nivel internacional, que toma el pulso a lo que está ocurriendo ahora en la imagen. En unos pocos días se dan cita en Tarragona gente muy relevante del mundo de la fotografía y de las artes visuales, hay un intercambio de ideas fantástico, se ven muchos proyectos y se habla muchísimo de fotografía. Sin duda, es una de las referencias para saber qué se está cociendo en fotografía ahora.

Exposición de Joan Fontcuberta titulada ‘Picasso y la fotografía'( Museo Picasso de Buitrago del Lozoya, Madrid mayo 2017)

En qué otros proyectos te encuentras actualmente.

Como he comentado antes, en abril inauguramos una exposición importante de Gonzalo Puch en Sevilla, un proyecto que cierra un círculo en su trayectoria y pretendemos sea muy representativo de su momento actual, una nueva deriva donde el dibujo y la pintura están cada vez más presentes. A partir de ahí me tomo un periodo de descanso para ver si por fin puedo terminar mi tesis doctoral. Necesito pausa para acabar de ordenarla y darle forma. 2019 será un año intenso, comienza con un proyecto en el País Vasco con Itxone Sadaba, Naia del Castillo y Miren Doiz. Después, Bartolomé Ros en Cartagena, Rogelio López-Cuenca en Madrid… Mi idea también es acabar de concretar el próximo año un gran proyecto de tesis sobre los aspectos sintácticos de la fotografía actual, un gran ensayo sobre las derivas lingüísticas de eso que hasta ahora entendíamos por fotografía y que ha cambiado de manera sustancial en el siglo XXI. Pretendo que este proyecto vaya acompañado de un manual. De hecho, te diría que en este caso el libro me parece más importante que la exposición. Tengo entre manos también un proyecto retrospectivo con Gabriel Campuzano y otro novedoso con Miguel Trillo, ambos para Andalucía. En fin, que siempre hay caminos que recorrer…

Si pudieras pedir dos deseos, qué quitarías y qué añadirías a la fotografía española.

Falta proyección internacional e intercambio con otros países, eso es un mal endémico que arrastramos desde los tiempos de la dictadura que se resolverá gracias a los jóvenes que ahora han forzado a irse. Confío en que España, a partir del lustro 2025 y 2030, será un país demandado en la escena internacional en cuanto a creación, gracias sobre todo a los contactos y la experiencia en otros países que están adquiriendo las personas que se fueron de aquí obligadas por la crisis. De ese esfuerzo, de ese sacrificio, saldrán muchos frutos, pero lo veremos a medio y largo plazo.

Conferencia en la Escuela de Arte de Almería © Eduardo Maldonado

Quitaría los incontables trámites administrativos que han incorporado ahora las instituciones públicas, una serie de rutinas innecesarias que desgastan y ocupan mucho tiempo. No es fácil llevar a cabo ahora un proyecto con una administración española. Se han empeñado en fiscalizar todos los movimientos, por pequeños que sean. Los políticos han decidido que para aparentar que hay control, aplican un exceso de celo injustificable que a ellos, que se mueven en las capas superiores con impunidad, les afecta menos o de ninguna manera. Esta burocracia es innecesaria y penaliza mucho la calidad de los proyectos que se llevan a cabo. Es más, lo que se está es castigando a los autónomos y favoreciendo mucho a las empresas que facturan grandes cantidades, porque son ellas las que consiguen esos contratos por una actividad que ni conocen ni les interesa. Así, se está favoreciendo un perfil de empresa intermediaria especializada en ganar licitaciones, que se llevan la mayoría del dinero de la cultura.

Luego, subcontratan a gente joven especializada u otras empresas menores que acaba trabajando por mucho menos. Lo fundamental ahora para la administración no son los méritos o siquiera las necesidades del proyecto, lo esencial es que todo se ajuste a un protocolo administrativo, aunque una parte importante del presupuesto no acabe revirtiendo en los contenidos que lo justifican. Y encima, para rematar la faena, desde las instituciones públicas además priorizan casi siempre la oferta más barata, un modo de actuar que premia la mala calidad e impulsa la precarización.