David Mocha ha sido el encargado de abrir la segunda temporada de Lanzadera con ‘El Paraíso’, en CentroCentro de Madrid. Esta exposición, que podrá verse hasta octubre, es la excusa para conocer la fotografía de este joven autor.

David Mocha (Reus, 1982) nació en esa ciudad catalana por empeño de su madre. Posiblemente de ella heredó su determinación. Pero ha vivido siempre en Tarragona. Se ve que esta familia le da importancia a los lugares, los espacios y los paisajes, y eso es algo que ha marcado la obra de David. Mocha es un fotógrafo de imágenes tranquilas, pausadas, donde casi no pasa nada. Pero con un cierto extrañamiento, como si algo estuviera desubicado.

Se dio a conocer con ‘Bonavista’, un trabajo becado con el FotoPres de La Caixa, y ahora expone ‘El Paraiso’ con Lanzadera, el proyecto que comisaría Iñaki Domingo y que da la oportunidad a jóvenes creadores a exponer por primera vez de manera individual en una institución pública.

David Mocha es simpático, agradable, educado. Con una sonrisa estupenda. Es como el yerno perfecto, o el sobrino preferido, el padre perfecto. Y tiene un toque a lo Clark Kent que nos hace preguntarnos cuáles son sus superpoderes. Por lo que sabemos, la fotografía parece ser uno de ellos.

¿Cómo empezaste en la fotografía?

Hice un modulo de grado superior de fotografía artística. Cuando acabé lo dejé un poco de lado. Hacía mis bodas, bautizos y comuniones y los encargos que me saliesen, pero acabé trabajando en una fábrica. Trabajaba de operador de planta, a turnos, ganando muy bien. Hasta que llegó un punto en que me dije “esto no es lo que yo quiero hacer y lo sabemos”. Tanto mi padre como yo, lo sabíamos. Y me pareja me animó mucho a hacer lo que yo quería. Decidimos cambiarnos de ciudad y venirnos a Madrid, donde la fotografía está centralizada. Me presenté a becas y me dieron la de Lens.

¿Eso fue lo que te animó a dar el paso, la beca?

No, ya lo habíamos decidido. Ya le había dicho a mi padre que lo dejaba y él se echaba las manos a la cabeza, pero el saber que tenía una beca le dio tranquilidad.

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‘Transición’ © David Mocha

¿Con qué proyecto te presentaste a la beca?

Yo tenía un proyecto llamado ‘Transición’ en el que documentaba los límites de la periferia de Tarragona, esos vacíos urbanos que hay entre la ciudad y los barrios. Descampados y zonas abandonadas, pero con mucho componente de libertad donde la gente va a hacer lo que le apetece. Me gustaba ver cómo cambiaban esos lugares. Y ese fue el trabajo de fin de módulo cuando estudiaba. Y con ese trabajo me dan la beca y me vengo a Madrid.

¿Es cuando empiezas ‘El Paraíso’?

Sí, porque por distancia no podía hacer otro que empecé antes de venir, ‘Bonavista’, ya que ese también está ubicado en Tarragona.

¿Entonces ‘Bonavista’ y ‘El Paraíso’ son proyectos hechos en paralelo?

Sí. ‘El Paraíso’ lo dejo en suspenso cuando gano el FotoPres por ‘Bonavista’, al poco de terminar el máster.

¿Qué supuso ganar FotoPres?

Darme cuenta del lenguaje que estaba utilizando, por una parte. Y por otra, de lo serio que es todo esto. Me lo empecé a tomar como un oficio, como un trabajo. Aunque esté dentro de la fotografía artística, yo me lo tomo como un trabajo. Con la beca tengo que ir dos veces al mes a FotoPres, me hago un calendario, mis presupuestos, todo muy bien planificado. Y es cuando todo cambia.

El hecho de que te den una beca que te obliga a unos plazos, a entregar un trabajo, tal vez con un libro, ¿qué te aportó de formación?

Mi aprendizaje fue de autogestión. Mi experiencia con el FotoPres fue bastante solitaria. Como era antes. Por mucho que tuviera un tutor, que era Mark Power de Magnum, sólo teníamos contacto por email muy esporádico. Te ayudaba algo, pero fue algo anecdótico. Pero lo que más me ayudó fueron las dos sesiones, tanto al principio como al cabo de los seis meses, cuando nos juntamos todos los becados. Con los compañeros, los de El Cíclope Mecánico, Arnau Blanch, los de ‘Aquellos que esperan’ y con todos.

Pero sobre todo lo importante fue la visibilidad, ya que alcanzarla por ti mismo es muy difícil. Es una de las maneras de empezar a asomar la cabeza.

¿Cómo describes aquél trabajo?

Era un trabajo documental subjetivo. Subjetivo lo es todo, pero es una fotografía documental donde estoy reflexionando sobre el territorio, sobre el paisaje. Pero no sólo a través del paisaje, porque también hago muchas fotografías de interiores. Intento fotografiar el paisaje de un lugar y de mi historia a través de fragmentos.

Hablas de las raíces, ¿no?

Hablo del origen, de cómo se construye un paisaje a través de la identidad de la gente que no es de allí y a la que se lleva a ese lugar, que es un poco hostil, rodeado de fábricas y descampados.

Ganas la beca, hay una exposición del trabajo, pero también haces tu primer libro.

Sí, fue mi primer libro serio. Hice un trabajo con la plataforma Blurb con ‘Transición’, pero se puede considerar que ‘Bonavista’ es mi primer libro.

¿Qué aprendiste con aquella maqueta autoeditada?

Pues que si pones que es de Blurb llama menos la atención, que lo desprestigia automáticamente. Y luego, que se necesita un diseñador, que se necesita compartirlo. Por mucho que trabajes solo, a partir del proceso de edición tienes que empezar a compartirlo para que te ayuden a elegir, a diseñar, a plantearte la puesta en página, que conceptualicen tu libro gente que sabe. Para ‘Bonavista’, por suerte, conté con underbau.

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‘Bonavista’ © David Mocha

¿Cómo surge la idea del libro ‘Bonavista’?

Yo siempre me planteo los trabajos en formato de libro, sobre todo porque me parece que es un objeto asequible, que llega a mucha gente, que es cómodo. Y sobre todo porque tiene una lectura fácil y el espectador pone de su parte, elige cómo y dónde leerlo, se lo puede llevar a casa… Es un objeto que puedes adquirir. La exposiciones son fabulosas, cada vez me gustan más, pero yo como espectador no puedo adquirir una, aunque me encantase. Y el libro tiene mucho que ver con la fotografía, al menos con la que yo hago.

¿Y cuándo decides hacer el libro?

Pues desde FotoPres nos dicen que hay presupuesto para hacerlo aunque no estaba planificado al principio. Me pongo a realizar el libro y cuando lo tengo listo llamo a varios sitios. Y la única persona que me contesta que sí desde el principio es Montse de Ediciones Anómalas.

Así surgió la colaboración con ellos. Israel Ariño me ayudó bastante con la edición. Y es muy interesante que alguien te lo edite y te lo distribuya. Su ayuda, su punto de vista y la distribución que me hicieron fue muy importante.

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‘El Paraíso’ © David Mocha

Y tras eso retomas ‘El Paraíso’. ¿Cómo es volver a un proyecto que lleva tanto tiempo parado?

Muy interesante. Al principio es un poquito duro porque no sabes por dónde tirar. Ves lo que habías hecho y te planteas si tenía sentido o no. Te das cuenta de muchas barbaridades, de elecciones erróneas. Pero me pongo mucho las pilas, sobre todo porque muchas personas me animaron a hacerlo. En Madrid estaba centrado en las clases y mi vida personal y no estaba haciendo casi fotos.

La primera fase fue bastante más de investigación, de leer sobre cosas relacionadas con el paraíso, con los jardines, con su representación… Esta vez ha sido mucho más de trabajo de campo. Ya tenía más o menos el esquema a seguir, el planteamiento de los retratos y el tratamiento de los paisajes. Y me he liberado de encorsetamientos.

¿Hay una evolución del documentalismo puro?

Creo que sí. La estética es puramente documental, es el mismo lenguaje visual. Pero no estoy tratando de enseñar un lugar definido. Intento mostrar o reflexionar a través de mis imágenes cuál es mi idea del paraíso y la relación que tiene con los jardines.

¿Y qué idea de paraíso nos estás contando?

Este no es un paraíso positivo, bucólico y típico. No es la idea de un lugar ideal al que hay que llegar. El Jardín del Edén es el origen de la civilización, donde Dios dejó a Adán y Eva, pero con rejas, de donde no te dejan salir.

¿Es un paraíso distópico?

Exactamente. La idea de paraíso tiene integrada el engaño. Una apariencia muy bella, muy utópica, pero toda esa belleza y esa idea positiva es simplemente una idea de dominación por parte de Dios, que no te deja elegir y te impide comer la manzana del Árbol de la Ciencia, porque te va a dar la sabiduría. Y es el conocimiento del bien y del mal lo que nos hace libres. Se lo tenemos que agradecer a Eva. Fuera están los peligros, pero déjanos decidir si queremos aventurarnos a ellos o no.

Por eso muchas de las fotografías son muy cerradas. Apenas se ve lo que está lejos, porque es fuera donde está la libertad. Mi paraíso no tiene horizontes claros, y todas las personas están muy ensimismadas y pensativas. Todos los personajes que fotografío, porque son personajes en este teatro, están sin saber que se encuentran en el paraíso. Están ya en él, pero lo siguen buscando. Creo que el hecho de perseguir el paraíso hace que exista. Es en su búsqueda donde te encuentras a ti mismo.

Estás dando una visión del paraíso que me recuerda también al mundo fotográfico: a veces cerrado, a veces miras al exterior, a veces lo importante es el camino… Aún eres joven, pero ya tienes una experiencia en este mundo en diferentes aspectos, hasta has sido profesor. ¿Cómo lo describes?

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‘El Paraíso’ © David Mocha

Es un mundo difícil. Es cerrado, pero como cualquier profesión especializada en algo. No hay posibilidad de que todos hagamos lo que nos gustaría hacer. Cuando ganas un premio o te ofrecen una exposición como ésta de Lanzadera, vas ganando visibilidad, supone subir pequeños escalones. Y sólo se suben trabajando, trabajando y trabajando, y haciendo fotos para ti. Única y exclusivamente para ti.

Tienes que pensar en quién ve tus fotos, pero en primera instancia yo hago fotos para mí, para pensar y reflexionar sobre mí, sobre los temas que me interesan como el territorio y el paisaje, o sobre el propio lenguaje fotográfico.

El jardín y el paraíso tienen una relación similar a la que tiene la fotografía respecto a la realidad. La fotografía es sólo una representación de la realidad, y el jardín no es naturaleza, es una representación de ésta. Cada uno tiene su propia idea de edén, hacemos una «edición» del paraíso. Y en la fotografía editamos la realidad, mostrando un punto de vista, una reflexión, a veces más basada en lo real, a veces más introspectiva.

¿Hay algún aspecto de la fotografía que te ha defraudado o que te ha sorprendido positivamente?

Cuando comencé Fotografía me pensaba que hacer fotos era otra cosa. Tenemos el cliché de que es algo super cool, superinteresante. El fotógrafo de moda que va a todos los sitios con su equipazo. Donde todo es atractivo, tanto el propio trabajo, como la recompensa.

¿Y no es así? Ja, ja, ja.

Ja, ja, para nada. La fotografía que yo practico es un trabajo muy solitario, que me requiere muchísimo tiempo, lo que a mí no me importa. Quizá a mi pareja sí, je, je. Pero la fotografía está integrada en mi vida. Estoy veinticuatro horas al día pensando fotográficamente, o dándole vueltas a cosas que he visto, a mi propio trabajo o al de otros. Es una actividad muy solitaria.

No hay una única fotografía, en el sentido de que no hay un oficio fotográfico único, hay miles. Puedes ser de moda, de paisajes, artístico o de sucesos. Por el tipo de fotografía que hago yo, es un trabajo solitario. Tiene que serlo, porque estás hablando sobre ti mismo. Pero hay que compartir lo que haces, porque aprendes, te da otros inputs, y tal vez haces reflexionar a otras personas.

¿Y cuáles son tus próximos pasos?

Pues me gustaría llevar a libro ‘El Paraíso’. Y a ver si consigo publicarlo. Y bueno, tras cuatro años viviendo en Madrid, nos vamos mi pareja, mi hija y yo a Alicante. Echamos de menos el ritmo de vida más pausado del Mediterráneo.

Y bueno, voy a investigar sobre aquellos paisajes y el lugar en el que vivamos. Pero voy a seguir la clave del paraíso en el sentido de crear paisajes, no intentar documentarlos para ver cómo represento esos lugares que veo que hay por el sur hacia Murcia. Me remiten a paisajes americanos. La intención de buscar mis referentes visuales, sobre todo de fotografía americana.

Y me gustaría continuar el legado de ‘Bonavista’. He ido tres o cuatro veces al pueblo de Extremadura del que es mi madre, para conocer mis orígenes. Quiero conocer cómo vive la gente de mi familia que no emigró a Cataluña. Gente que vive en un lugar rural, pero no el ruralismo típico. Tienen comodidades como nosotros, viven con un ambiente de comunidad muy fuerte, de una manera muy austera…

¿Es una búsqueda del paraíso perdido?

Puede que sí. Siempre he tenido un anhelo, sin saberlo, por tener pueblo. Por la distancia a la que estaban, de niño no íbamos en verano a los pueblos de mis padres. Y ahora lo estoy recuperando. He conocido a mi familia y me ha fascinado. Sobre todo la gente mayor, sus rostros, la dureza de sus caras, su personalidad. Me ha parecido algo maravilloso.