Nuestra colaboradora Carmen Dalmau nos acerca a otra forma de enteder la fotografía a través de la exposición de Christian Lagata, uno de los jóvenes autores más representativo de la fotografía actual. ‘What you whispered into my ear’ puede disfrutarse en la sala Iniciarte de Sevilla.
‘What you whispered into my ear’. Christian Lagata. Iniciarte. Sala de exposiciones Santa Inés. Sevilla, 22 de abril al 26 de junio.
Ante esta exposición de Christian Lagata acudieron a mi memoria dos piezas que, en principio, nada tendrían que ver con este autor, pero es como si aquí el artista estudiara el reverso más amable de otros dos trabajos: ‘My Bed’ y ‘Homebound’.
En la instalación de Christian Lagata domina una dulce nostalgia frente al deseo de mostrar la miseria descarnada, la intimidad más obscena, pero su puesta en escena en la sala sevillana me hizo pensar en ‘My Bed’ (1998) de Tracey Emin, donde también se exploran las relaciones entre la vida y el arte, entre lo público y lo privado, existiendo algo muy íntimo prendido entre los objetos y en la reproducción de su habitación de Berlín.
Asocié la escultura de los carritos del supermercado entrelazados a ‘Homebound’ (2000) de Mona Hatoum y su utilización de objetos cotidianos para provocar pesadillas, que en Christian no serían pesadillas, sino sueños perturbadores.
El verso suelto de una canción que nos susurra al oído da título a este proyecto y conecta emocionalmente el ensamblaje de todas las piezas, como lo hacía la canción ‘Up around the Bend’ en su proyecto anterior.
La mise-en -scène transforma la sala en un plató cinematográfico. Suceden muchas cosas dentro de la habitación. Están el día y la noche. Lo que él ve desde la ventana de una habitación de Berlín y la realidad que se cuela por la pantalla del ordenador. Están presentes todos los elementos para generar sensaciones, el foco de luz reflejada en un espejo y el sonido para acentuar la tensión dramática, podemos sentir frío y desolación, y al mismo tiempo un calor que nos derrite por dentro.
La fotografía de una ventana apuntalada, de arquitectura reconocible porque podría pertenecer a cualquier pueblo de nuestra geografía, nos permite viajar de un espacio a otro inesperadamente, de un recuerdo que queda enredado en los tres carros y una planta, que podría servir para crear una selva o un parque.
Si por fotografía entendemos un medio capaz de apropiarse del tiempo y del espacio, entonces la exposición de la Sala Iniciarte es un magnífico ejemplo de uno de los caminos más actuales de lo fotográfico.
Asociaciones oníricas, que también me evocan otra asociación también aparentemente inconexa: ‘Las esculturas de un minuto’ de Erwin Wurm; esculturas fugaces, equilibrios imposibles, creadas sólo para la cámara. Es como si estas imágenes cobraran su tridimensionalidad original, pero en lugar de destilar ese extraño sentido del humor de Wurn, catalizaran las tensiones emocionales que se condensan en el espacio de la sala.
Se descifra lo que el artista quiere contarnos cuando logramos unir todas las piezas de la sala. Son objetos e imágenes que actúan como vestigios, huellas de cosas vividas, soñadas, sentidas o recordadas que acaban encajando en la creación de un paisaje emocional.
Si por una exposición fotográfica entendemos la sucesión de imágenes bidimensionales dispuestas en orden a lo largo de una pared, enmarcadas como si fueran óleos, con un cristal protector, preferentemente en blanco y negro, o con colores saturados, entonces ‘What you whispered into my ear’ no es una exposición fotográfica. Pero si por fotografía entendemos un medio capaz de apropiarse del tiempo y del espacio, entonces la exposición de la Sala Iniciarte es un magnífico ejemplo de uno de los caminos más actuales de lo fotográfico.
La fotografía actual investiga nuevos modos de crear, provoca hibridaciones con las artes plásticas, visuales y digitales, pulverizando los límites de los géneros, eliminando jerarquías entre ellos, jugando con la alteración de los tamaños, generando nuevos soportes, nuevas gramáticas del lenguaje, completamente necesarios en este tiempo de cambio de paradigma, donde carece de sentido seguir aferrados a anclajes confortables sólo por ser territorios ya conocidos, pero que ya apenas responden a la posibilidad de pensar una nueva realidad en la que estamos inmersos.
La fotografía hoy se interesa más por la conceptualización del proceso, por el estudio de los mecanismos de apropiación de la realidad, por la reflexión filosófica o psicológica que por una impecable formalización, aunque también sea precisa, y nos va mostrando el andamiaje que apuntala las tripas de los trabajos.
Una de las cosas que más aprecio en este autor es su capacidad de mutación, de adaptación al medio que tiene. Sabe adaptar el formato tanto a las paredes expositivas como a las hojas de un libro, comprendiendo que cada sala o cada soporte necesitan ser considerados meticulosamente y cada exposición constituye la oportunidad de generar una experiencia única.
Christian Lagata, como ya han afirmado Alberto Martín o Sema D´Acosta, autor del texto del catálogo de esta exposición, es uno de los jóvenes fotógrafos españoles más representativo de la nueva fotografía y este segundo proyecto confirma su interesante trayectoria y gozosa aventura.
Nuevamente me irrumpe otra asociación en esta clave onírica en la que hoy se me agolpan las referencias, se trata de ‘La vida instrucciones de uso’, de Georges Perec, porque el trabajo con la memoria le permite entenderse y construir sus propias instrucciones de uso de esta cosa tan complicada que es la vida, encajando vivencias y ensoñaciones como las piezas de un puzzle:
Sí, podría empezar así, aquí, de un modo un poco pesado y lento, en ese lugar neutro que es de todos y de nadie, donde se cruza la gente casi sin verse, donde resuena lejana y regular la vida de la casa. De lo que acontece detrás de las pesadas puertas de los pisos casi nunca se percibe más que esos ecos filtrados, esos fragmentos, esos esbozos, esos inicios, esos incidentes o accidentes que ocurren en las llamadas «partes comunes», esos murmullos apagados que ahoga el felpudo de lana roja descolorido, esos embriones de vida comunitaria que se detienen siempre en los rellanos.
Georges Perec