A principios de otoño se celebró un nueva edición de los Encontros da Imagen de Braga. Una edición de cambio, de relevo y de dejar la pandemia atrás. Con vocación de conectar a los y las artistas con otros agentes del mundo fotográfico, Clavoardiendo formó parte de esta edición. Ahora lo recordamos con la crónica de Roberto Villalón.

Un rectángulo. Esa es la imagen de la 33 edición de los Encontros da Imagem que se celebró en Braga, desde mediados de septiembre y hasta finales de octubre. Un rectángulo que puede hacer referencia a una foto, una pantalla, un espacio que nosotros dotamos de contenido. Una imagen que parece neutra pero que activa nuestros resortes.

Pero también puede ser una plaza, un foro, un espacio para el encuentro. Precisamente, “lugares comunes” es el lema de esta edición. Lugares donde conocerse, conversar, intercambiar, relacionarse. Una edición ya sin mascarillas, sin distancias. Por algo se llaman encontros.

Personalmente me hacía mucha ilusión estar (¡por fin!) en este festival. No puede ser que tengamos más información sobre fotografía y fotógrafos de cualquier lejana esquina del mundo, pero apenas nos llegue nada de lo que hacen nuestros vecinos cuando están a solo unas horas en coche.

‘Replica’ de Lita Lino © Roberto Villalón

Y bueno, para mí hay dos tipos de festivales, a los que vas a ver fotos y a los que vas a disfrutar de la fotografía. Y los encontros son de los segundos. 

Primero por la ciudad, por su belleza, sus calles, su ambiente. Con cerca de 200.000 habitantes, es manejable, con bastante turismo, buen vino, buenos restaurantes… Mucho que ver en cualquier época del año. También, según me comentó una fotógrafa local, muy católica también (entiéndase como conservadora) aunque es una de las poblaciones más jóvenes de Europa (esto según Wikipedia) “por lo que es una ciudad dinámica y enérgica”.

Cuando paseas por su casco histórico y comercial, decenas de carpas hacen muy visible el festival. Carpas y tótems anunciando el enorme despliegue de exposiciones que hay por toda la ciudad. Más de 30 años de existencia hacen que sea claramente un acontecimiento local.

Y si todo esto no fuera suficiente, está el equipo del festival. Capitaneadas por Carlos Fontes, confundador y que se despide de la primera línea en esta edición, y Simone Almeida, está formado fundamentalmente por un grupo de mujeres jóvenes, apasionadas y atentas hasta el detalle con todos los invitados que acudimos el fin de semana inaugural, entre artistas, jurados, familiares… Una organización y un mimo difíciles de ver en otros festivales de mayor o menor “importancia”.

La programación del festival, en cuanto a sus exposiciones, se vertebra mediante distintas secciones, como bien nos explicó Vitor Nieves en su crónica de hace unas ediciones: Artistas invitados, Premio Descubrimientos, Premio Emergentes y Premio Fotolibro. 95 artistas y 50 exposiciones repartidas en 26 espacios de Braga, Oporto, Guimarães, Barcelos y Avintes.

Verlo todo en un fin de semana supone un atracón de imágenes (y eso que sólo estuvimos en Braga y en el cercano Mosteiro de Tibaes) pero los Encontros publican un estupendo catálogo que realmente merece la pena conseguir y revisar ya en casa.

Repasar 95 artistas distintos en una crónica es del todo imposible, es más sencillo que acudáis a la web del festival para que vayáis navegando por sus trabajos. Por ello, haré un repaso por algunos de las exposiciones (en realidad muchas son colectivas) y las reflexiones que me suscitan.

Rui Palma © Roberto Villalón

Nuestra jornada comenzó del fin de semana de encuentro el viernes por la tarde visitando las exposiciones de Marta Pinto Machado y Rui Palma en Casa dos Crivos, para continuar en Museu Nogueira da Silva con el trabajo ‘Replica’ de Rita Lino en el que busca la cosificación del cuerpo femenino de manera consciente a través del autorretrato. Algunas de sus imágenes son impactantes; de hecho, suyo es el protagonismo en la guía de mano del festival. Otra cosa es la necesidad de ahondar precisamente en convertir en objeto el cuerpo de las mujeres. Ahí tenemos debate.

Y en el mismo lugar, Lois Cid exponía ‘Estructuras de fusión’. Comisariada por Vitor Nieves, se trata del trabajo ganador del IX Premio Galicia de Fotografía Contemporánea. Una de las mejores exposiciones en fondo y forma del festival. Pero más divertido ha sido conocer a su autor, quitándole toda gravedad a un trabajo tan “conceptual”, afirmando estar ya «harto de esta serie».

‘Estructuras de fusión’ de Lois Cid © Roberto Villalón

Estas confesiones surgen porque la organización cuida mucho de la experiencia completa del visitante y nos agasajó con una sesión ‘Sunset in the garden’ en los jardines del museo. Vino blanco, cerveza, rica comida local para picar y un DJ amenizando la conversación con música variada. Hasta pudimos bailar a Rodrigo Cuevas. ¡Ahora entiendo por qué la expo de Lois me gustó tanto! Es broma, su trabajo es bueno. Pero me encanta la gente que se toma en serio lo justo. Que no curamos el cancer.

La sesión terminó en el gnration, otro de los centros culturales que abundan en esta ciudad, donde vimos los trabajos de Rosa Lacavalla y Lena Hoizer, además de las proyecciones de los finalistas del Premio Descubrimiento 2022.

El sábado vino intenso. La apertura oficial del festival en la Galeria do Paço da U.Minho que recoge los trabajos de Laure Andrillon, Sonia Hamza, Daniel Rolider, Daniel Castro Garcia, Ioanna Sakellaraki, Matthew Ludak, Ci Demi (ganador del premio Descubrimientos), Essi Maaria Orpana, Mateo Arciniegas Huertas, Elizabeth Pedinotti Haynes, Maggie Shannon y Cristóbal Ascencio.

Me llamaron la atención, además del trabajo ganador, –‘Unutursan Darılmam*’, una serie de imágenes de Ci Demi donde el paisaje urbano sirve para ilustrar un estado mental–, la propuesta expositiva de Cristóbal Ascencio, con ‘Las flores mueren dos veces’, un proyecto que además está dándole muchas alegrías a su autor, pues ha sido ganador de la última edición de Art Photo Barcelona y ha sido seleccionado en varios festivales.

‘Las flores mueren dos veces’ de Cristóbal Ascencio © Roberto Villalón

Otro de los proyectos que me atraparon fue el de Elizabeth Pedinotti Haynes, ‘The Good life’, pues recurre al humor absurdo para ilustrar el complejo de mala madre, junto a la impotencia para tratar de no trasmitir los valores negativos que se inculcan involuntariamente mediante la educación (machismo, clasismo, racismo, lgtifobia…). Igualmente fue un descubrimiento para mí el trabajo de Ioanna Sakellaraki ‘The Truth is in the Soil’, sobre todo por sus valores estéticos, más que por la coherencia de sus fotos con el tema que quiere tratar, el luto.

También destacaría el trabajo de Daniel Castro García y los retratos a los migrantes que llegan a las costas italianas, que también pudimos ver en otros encuentros, los de Arlés.

La siguiente etapa fue en el Theatro Crico donde pudimos conocer el trabajo de Diane Meyer, ‘Berlín’. La autora hace fotografías donde estaba el muro de Berlín para bordarlas luego con punto de cruz, generando unos píxeles de tela que crean de nuevo un muro. ¿Aporta mucho la intervención de las imágenes? Que juzgue cada uno.

‘Berlin’ © Diane Meyer

Por su parte, Laura El-Tantawy nos presentó en la Fonte do Ídolo un audiovisual titulado ‘In The Shadow of The Pyramids’. La británico-egipicia mezcla imágenes personales y de su país para ilustrar el proceso de revolución tanto interno como social generando una experiencia muy interesante.

La Biblioteca Lúcio Craveiro acogía el trabajo de Farzana Wahidy mostrando la realidad de las mujeres afganas, tanto de las que viven en el país como de las que se encuentran en el exilio, desde la mirada, no de alguien de fuera, sino de una de ellas. Su autora se emocionó hasta la lágrima al presentar este trabajo. No era la mejor propuesta expositiva, ni las mejores fotos documentales que sobre Afganistan hemos visto, pero probablemente fuera la exposición más necesaria. La fotografía no sirve de nada si no conecta con el mundo. Y esta exposición nos trae una realidad que queda difuminada en los informativos, además de ser un canto a la esperanza, a la supervivencia y a la lucha de las mujeres. La situación de Wahidy es tal que tuvimos que borrar por cuestiones de seguridad el video de su presentación que subimos a redes.

‘Renascence’ de Rocío Bueno © Roberto Villalón

En el Museu D. Diogo de Sousa pudimos ver ‘Renascence’ de Rocío Bueno. Un homenaje a la poeta Edna St. Vincent Millay para el que la autora utiliza imágenes propias, material de archivo de la escritora y colaboraciones de otras fotógrafas basándose en sus poemas. El espacio era todo un reto, al encontrarse en la sala un enorme mosaico romano, pero Bueno salió victoriosa.

Renato Chorão mostraba en el Museu dos Biscainhos ‘We’re Not In Hell, But Very Far From Heaven’ un retrato generacional en la línea de los muchos que podemos ver entre los y las fotógrafos de su edad: donde todo es fluido, el sexo, el tiempo, la tristeza, el futuro, las fronteras de lo que es público y lo que no, a golpe de carrete y flahs. Compartia espacio con Maria do Mar Rêgo. En este caso lo fluido son los ríos que representa recorriendo sus márgenes.

La galería da Estação, sede del festival, acogía el trabajo de André Castanho, con imágenes de Braga donde el paisaje se retuerce para ofrecer un posicionamiento sobre la propia ciudad.

La jornada se cerró con el nuevo trabajo de Joan Alvado en la Galeria Fórum Arte Braga. ‘Os batismos da meia-noite’ ha sido para mí la mejor exposición del festival. Conocía algún trabajo anterior de Alvado, pero en este, o al menos en la exposición que montó en Braga, ha alcanzado un equilibrio en la combinación entre lo documental y lo poético que me impresionó. La serie recoge la supervivencia de una forma de vivir y ver el mundo en el norte de Portugal, donde lo esotérico, lo espiritual, lo mágico y lo natural son una misma cosa. Y parece que hay más gente a la que le gusta este trabajo, pues acaba de ser ganador del Premio Galicia de Fotografía Comtemporánea.

La noche terminó con una cena de gala. Y qué mejor manera de afianzar “amistades” artísticas que comiendo y bebiendo todos juntos. Esto debería ser obligatorio en todos los festivales. No hay mejor “networking” que ese.

‘Os batismos da meia-noite’ de Joan Alvado © Roberto Villalón

Y bueno, moza dominguera no quiere lunes, que decía mi abuela. Pero un buen remedio contra la resaca fue ir a visitar el impresionante Mosteiro de Tibães con los trabajos finalistas de la sección Descubrimientos del año anterior. La selección (resultado de los visionados de la pasada edición) era variada, pero destacaría a Margeaus Walter por su uso del humor, la mirada irónica sobre los lugares sagrados de Roger Grasas, y la mirada melancólica de Wing Ka Ho-Jimmi.

Desgraciamente nos quedamos sin ver João Paulo Serafim, Miguel Rodrigues, Ska Batista, Moira Forjaz, y en especial lo último de Bernardita Morello por encontrarse expuesto en Porto, lo de Miguel Refresco & Rui Pinheiro, por estar en Barcelos, y lo de Vasco RaFael Carvalho, André Rodrigues y Mar Rodrigues en Guimarães.

No sé si en portugués usan la expresión lugares comunes con el doble sentido que tiene en castellano, donde pueden hacer referencia a las obviedades, las repeticiones huecas. Afortunadamente, los Encontros da Imagem tratan de huir de esos caminos pero buscando poner en común distintas formas de mirar el mundo, conectando a la gente. Haciendo el esfuerzo de reunirla físicamente tras los años de pandemia. Y convertir la fotografía en un sitio donde merece la pena estar. Un sitio al que volver para encontrarse.